Crónicas sueltas

Selección de lecturas publicadas por periodistas de Adelante.


No lo encontramos por casualidad. Íbamos buscándolo. Queríamos hacerle un regalo a un amigo: un sabor, una imagen, una cerveza de esas que toman valor de recuerdo cuando uno vive lejos. Sabíamos que allí vendían Cristal —o Palma Cristal, como figura en la etiqueta— y Cubanero, que no es otro que el viejo Bucanero, solo que con nombre adaptado a las latitudes del mercado. Aun así, los colores, el diseño, el tono dorado de la lata: todo sigue sabiendo a Cuba.

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El susurro a Sancho y el eco del romero

En Alcalá de Henares, en un banco donde descansan Don Quijote y Sancho Panza, me senté. Al centro del banco, entre esos dos fantasmas de bronce, me incliné hacia Sancho y le susurré algo al oído. Fue un secreto, una confesión, un chisme si se quiere. La foto inmortalizó la escena: la boca cerca del oído del escudero y la mano en alto del caballero andante, como si regañara la tentación de la habladuría o el exceso de cercanía con la vida real. La ficción, al parecer, no tolera interrupciones.

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Cuando pronuncian su nombre, el aplauso en la Plaza (me) suena distinto. Más fuerte, más cálido, más merecido. Imposible haber seguido estos años el deporte universitario sin conocer a Shore, el indispensable en los juegos Taínos, el “muchachón” del equipo de los Terremotos del softball de la prensa.

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¿A qué sabe la felicidad? A guarapo

Soy cubana, pero no de ciudad, aunque hace años la vida me llevó a Camagüey. Mis recuerdos más dulces se encuentran en un rincón del municipio de Sibanicú, en un pueblito llamado Batey San Bernardo, donde vivían mis abuelos maternos.

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La ciudad aún no ha decidido si se despereza o se rinde. Yo me siento en la terraza de una taberna con un vaso de vermut que brilla como si contuviera un pedazo de tarde atrapada. Me lo sirven con algo saladito para maridar. No es fin de semana, no hay nadie conmigo, pero algo me empuja a sentarme aquí y probar esto como se debe, a la hora que se dice.


Basta a veces una vidriera para que se abra una puerta luminosa.


En mi casa, todavía conservo un sobre amarillo. Dentro, están los nombres del Grupo 32: 35 jóvenes bolivianos que, entre febrero y marzo de 2006, vinieron a Cuba para recibir un curso intensivo como técnicos en trabajo social comunitario, en la Escuela de Instructores de Arte de Santa Clara.


El martes 1ro. de agosto de 1891 el periódico camagüeyano El Pueblo publicó en su tercera página, a la firma del redactor Francisco Gil, una crónica bajo el título de ”Camujiro a vuelo de pájaro”.


La sacaron del aula…

La sacaron del aula justo cuando iban a empezar Matemáticas. El día apenas comenzaba a coger ritmo, pero a ella le cambió el paso. Fue la directora quien la llamó: “¿Está Alma aquí?”, y sin más explicaciones, la llevó. A veces la vida no avisa —solo abre una puerta y una sale, por embullo, por impulso, o porque siente que ahí hay algo que vale la pena.