CAMAGÜEY.- Para quienes en algún momento encontramos manos sanadoras pasillos adentro del Hospital Militar Clínico Quirúrgico Docente Octavio de la Concepción y de la Pedraja, de esta ciudad, queda siempre el recuerdo de esa mezcla de colores blanco y verde que no se halla en otras instituciones de salud. ¿Es este un lugar de militares o de médicos, para soldados o para la gente? Se preguntan quienes acuden por primera vez a su sede en el barrio de Garrido. En principio resulta enigmático, pero de ahí se sale con la certeza.
Martha María Martínez, por ejemplo, nunca se ha vestido de verde olivo para trabajar en sus salones. Desde 1978, cuando comenzó en el hospital mientras estudiaba enfermería, siempre ha llevado su inmaculada ropa blanca.
“Aquí me brindaron la oportunidad de continuar mi superación y pude terminar la licenciatura y hacerme especialista en salud mental. Encontré mi realización dentro de estas salas, ayudando en cuanta tarea se me asignaba. A la labor asistencial sumé cargos como supervisora, jefa de área y jefa de sala de salud mental. Vaya, que en 40 años he hecho de todo aquí”, nos contó.
Su servicio de enfermería cuenta con el sello de calidad desde los años ‘90. Destaca los días que pasó en la zona roja de la sala de pediatría que se habilitó en plena pandemia de COVID-19, como los más tensos de su carrera:
“Esa difícil experiencia nos dio la posibilidad de cuidar y salvar a muchos niños, algo muy distinto a lo que estábamos acostumbrados. Ante esos grandes peligros, demostramos que con organización y amor se puede vencer cualquier reto. Fue el momento de probarnos como profesionales de la Salud y también como revolucionarios. Y cumplimos”, dice desde el orgullo de quien siente suyo al hospital.
Ese mismo sentimiento de familiaridad tiene Ana Gloria Matías Sánchez, a quien el pelo le ha cambiado de color en el ‘Militar’:
“Yo tenía 16 años y acababa de dejar a mi niña en su primer día del círculo infantil cuando decidí entrar a preguntar si había trabajo aquí. Por supuesto, me dijeron que como menor de edad no podían contratarme, pero me ofrecieron pasar esos meses aprendiendo y comenzar en cuanto cumpliera los 17”, rebusca en memorias de hace 49 años.
“Aprendí mecanografía y empecé en el departamento de Admisión realizando los ingresos de los pacientes. Luego fungí como secretaria del director, en aquel momento el doctor Héctor Morales, fallecido. En el año 1982 tuve que ponerme el uniforme verde como soldado de servicio, lo que parecía formal, pero que en lo personal me hizo esforzarme más para estar a la altura de esa vestimenta. Así, con mis dos hijas de la mano, crecí en lo laboral y en lo personal”, reconoce Ana Gloria, una mujer a la que todos le preguntan cuando tienen dudas sobre el funcionamiento de cualquier organización, pues en distintos momentos asumió el liderazgo de la Unión de Jóvenes Comunistas y el de la Sección Sindical.
“No se me olvidan los cientos de horas de trabajo voluntario que hicimos para construir el edificio de tres plantas que hoy tiene los salones de ingreso, cuestiones que nos unen y nos apegan tanto a este hospital”. Quizá por eso ella volvió de la jubilación para continuar en su casa grande, ahora como asistente de los pacientes que ingresan para chequeos médicos.
Allí atiende generalmente a oficiales y soldados de Camagüey y Las Tunas, pero también a civiles del sector empresarial que necesitan ese tipo de exámenes. Es de los pocos servicios a los que acuden en su mayoría miembros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), pues contrario a lo que muchos piensan, más del 80 % de los casos que se atienden en el centro pertenecen a la población. El compromiso con el sistema de Salud Pública incluye la atención a las áreas de los policlínicos Ignacio Agramonte y Este, y los municipios de Najasa y Jimaguayú.
Según el Teniente Coronel Miguel Manuel Zaldívar, vicedirector general, “acá tenemos la misión de atender a los combatientes y trabajadores de las FAR y el Ministerio del Interior de Camagüey y Las Tunas, pero en la práctica recibimos personal de todo el país, porque hay especialistas como el doctor Santana, y consultas que se han ganado un prestigio a nivel nacional. Con el paso de los años y la ampliación de los servicios médicos se incrementó la cobertura a la población y hoy el acceso a nuestra institución funciona igual a la de cualquiera de los otros hospitales de la provincia”.
Afortunadamente aquí no hay graves problemas de cobertura de personal médico. Casi 40 residentes se forman actualmente bajo la tutela de los especialistas del staff, lo que garantizará el completamiento de la nómina en los próximos años. Además, varios profesionales de alta categoría se encuentran cumpliendo misiones internacionalistas.
En momentos tan complejos para la estructura sanitaria del país desde el punto de vista económico, mucha gente destaca al “Militar” como el ejemplo: “Tenemos el mismo acceso a los insumos y medicamentos que el resto de los hospitales, la diferencia radica en el control y seguimiento a cada recurso. No podemos permitir que en un centro de las Fuerzas Armadas se desvíen materiales o que las medicinas no vayan al paciente que las necesita”, explicó.
El ejemplo que proyectan los jefes y la buena atención que les prestan a sus trabajadores crea un clima laboral favorable, y eso permite que se cumpla cada misión que se le plantee al personal. El cuidado de los primeros casos de la pandemia de coronavirus colocó al hospital en el centro de atención popular y luego, por sus extraordinarios resultados, merecieron todo tipo de reconocimientos.
Más allá de la Orden Carlos Juan Finlay que le otorgó el Presidente de la República o la bandera de Proeza Laboral, resulta el mayor orgullo del personal esas innumerables muestras de agradecimiento de aquellos pacientes que salvaron y de sus familiares. Y es que en el transcurso de estos 65 años la imagen del “Militar” mezcló sus tonos de blanco y verde olivo para crear un inconfundible color a pueblo.