CAMAGÜEY.- Si iniciando este 2021 tuviéramos que escribir de la huella de la Revolución en Camagüey pocas respuestas clasificarían como la más válida. Ninguna otra obra emula los 62 años de nuestra hazaña grande como esta “pequeñita” que nos debate entre el suspiro y el coraje. Pocas obras se disputarían el premio de la popularidad en ese concurso surrealista que significó el 2020.
El hospital militar Octavio de la Concepción y la Pedraja puede contar en primera persona la vida de la Cuba en Revolución porque justamente nació de esa Cuba, con esa Cuba y para esa Cuba.
Y pareciera que el año que acabamos de voltear estaba escrito para consagrar tanta infinitud y devoción.
hospital militar fundador
MAYORES: MÁS ALLÁ DE GRADOS
Rafael Esteban Ramos Morán recuerda clarito a sus 80 aquellos inicios. El condiscípulo de Jesús Suárez Gayol no titubeó cuando le propusieron la responsabilidad. Y se hizo jefe de enfermeros tras un curso urgente. Tal vez la urgencia le descubrió la mayor de sus pasiones. Nunca más pudo vivir sin ese oficio.
A los 17 poco parece tener claridad, pero para Ramos Morán la lealtad y el estudio ya eran conceptos firmes. Más, si cargas con la herencia de un abuelo enfermero y otro mambí.
Rafael menciona gente querida y tratamientos con la precisión con que se vive a los 20. Nombre y dos apellidos de gente ilustre con la que trabajó; medicinas y más medicinas que hoy le controlan la hipertensión y otros achaques.
Quisieron la vida y el oficio que un día se vinculara al servicio de Ortopedia y Traumatología y más nunca sus huesos necesitaron otro rumbo. Hasta el año 2013 cuando debió jubilarse; mas no retirarse.
Asistió enfermos, dio clases, ayudó a quien lo necesitó, “cosechó” una biblioteca personal de más de mil libros sobre ortopedia, llegó a cuidar alrededor de 40 perros en su propia casa.
Los huesos pueden traernos dolores y pasiones; pueden, también, enderezarnos la vida para caminar derecho.
Derechito vuelve siempre al “Militar”. Cuando lo convocan para alguna actividad; cuando debe atenderse sus muchas neumonías, asegura. “Este es mi hospital; aquí hice mi vida entera”.
Dicen que las obras pueden medirse con justicia desde la altura de la gente que las compone. No es que el Dr. C. Santana lleve tan sobrada la del carné, pero para la del talento y la sensibilidad hace falta un libro entero.
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Cuando tienes enfrente por primera vez a Jorge Santana Álvarez, no lo adivinas santiaguero de Songo la Maya, ni hijo de obrero de central, ni hombre de tanto arrojo. Es tal vez, la seña de su nacimiento lo que impresiona “menos”. Es un médico y revolucionario que cumple vida en febrero 24.
Desde pequeño ya se le adivinaba la luz. Fue venciendo grados antes de que le alcanzara la edad y para ingresar a la secundaria debió viajar por primera vez a Santiago de Cuba para dejar en test evaluador la constancia de su genialidad.
Él no cuenta en esos términos su vida, pero la luz y la bondad que encandila de frente te premian con algunas certezas.
En La Habana mereció una beca para cursar el Servicio Militar y el preuniversitario. Pero luego ni siquiera las opciones de estudio habanero valían poner en riesgo su vocación.
Regresó a Santiago. Se sometió a pruebas de Matemática, Física y Química y en el año ’68 ingresaba a la escuela de Medicina.
Su militancia comunista lo llevó por los caminos de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y a los 23 llegaba a Camagüey para cumplir su responsabilidad como segundo jefe de servicios médicos en el “Militar”.
La de Etiopía fue otra misión. Tal vez la de consagrarlo en el arte del ingenio y la inventiva. De allá, además de la experiencia y el orgullo se trajo su diploma de racionalizador destacado. Solamente de esa faceta no alcanzaría esta plana para reconocerle su renombre, su aporte a la Salud y al bienestar de tantísimos cubanos.
A la altura de sus 70, el doctor Santana sigue liderando cirugías complejas con su Segundo Grado en Otorrinolaringología y Cirugía de Cabeza y Cuello, sigue publicando artículos científicos, investigando, ideando maneras para optimizar dispositivos y resultados, tutorando tesis. Pero la pasión puede vérsele en el punto clímax cuando habla de su faceta como maestro.
Para el profesor titular, “la docencia es un arte; si en verdad deseas hacerle llegar al auditorio tus conocimientos se impone el estudio, pero sobre todo la ética. Deseo siempre dar el ejemplo y dejar huellas en mis alumnos”. Por ello, quizás, del más de medio centenar de condecoraciones y reconocimientos, pronuncia despacio, como saboreando aún el orgullo, su Medalla Educador Destacado del siglo XX en Cuba.
“Nuestra profesión requiere mucha consagración, pero deviene una responsabilidad para siempre. Nada se compara con la alegría de ver a un paciente curado; esa satisfacción queda para toda la vida”, afirma.
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LA “RESERVA” DEL COMPROMISO Y EL AMOR
En plena adolescencia Maribys Téllez Lorente no sabía que se haría capitana ni por cuál vía llegaría a la Medicina. Pero un día, o en aquellos días en que más le dolió el dolor familiar, se/le juró que se haría dermatóloga.
En 2011 cuando obtuvo su título, y más tarde al vencer su especialidad en I grado en Medicina General Integral seguía firme en su propósito. Rebeldías de militares, debe ser. Para otros, supongo, una especialidad ya puede ser suficiente. Pero ella enseña, sin mediar palabras, que primero debemos ser fieles a nosotros mismos.
Nada la frenó. Ni siquiera aquellos primeros casos cuando iniciaba la residencia. “Vi que los padecimientos de la piel muchas veces llevan tratamientos prolongados, que me enfrentaría a enfermedades resistentes que en ocasiones demoran en encontrar cura definitiva. Pero nada me desanimó. Ese camino difícil que pude adivinar, me enamoró”.
En 2015 respiró aliviada. En 2015 le cumplió a la niña que fue y se hizo especialista en Dermatología para jamás descuidar su rumbo: “sanar a todo el que lo necesitara”.
Al indagar por una experiencia que la hace seguir eligiendo el camino de la Dermatología, Maribys nos cuenta de su paciente tunero más reciente. A ella llegó con un diagnóstico que por más de un año no había encontrado mejoría. Su intuición y sus estudios dictaron otro camino y finalmente la biopsia le dio la razón. Maribys se queda con el agradecimiento de ese ser que salvó, con la satisfacción de no descuidar su juramento más valioso y personal.
La clave para el éxito de todas sus batallas resulta simple. A los 33 se pueden tener dos especialidades, se puede ser la mamá amorosa de Edith Marian, y ayudar y curar sin reservas, si eres hija de Maritza y obstinada con tus delirios, infaltable a tus promesas.
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Unos pocos minutos de conversación con Manuel Hernández Agüero bastan para hacerle el perfil psicológico a este especialista en I Grado en Medicina General Integral y en Cirugía General.
Su hablar pausado y su mirada tranquila delatan a un hombre de nervios mansos. Pareciera, por momentos, que su “traje” de médico es emblema más que coraza. Que le resulta difícil desvestirse o ser muchos hombres.
Entonces pienso en la fortuna de paciente que debe ser caer en sus manos. Resulta alivio del lado de acá escuchar en consulta un diagnóstico con la precisión y el detalle que logra el doctor Manuel en una conversación cualquiera.
Sin papel alguno para auxiliarse, prefiere hablar primero de la institución. Y entonces recita cifras y va detallando el mérito científico de los profesionales con que cuentan. Porque el doctor Manuel es, ante todo, un cirujano a cargo de la docencia y capacitación en su hospital.
“La docencia se ha visto comprometida por la contingencia impuesta por la COVID-19; sin embargo, este año graduamos por vez primera cinco nuevos profesionales. Nuestros estudiantes se examinan siempre en La Habana, pero la situación epidemiológica lo impidió. Conformamos un tribunal con todo el rigor científico y ya hoy se encuentran en la atención primaria de las FAR”, comenta.
“Además, el programa de residencia no se detuvo. A pesar de apoyar en la contención del nuevo coronavirus, se presentaron a examen de promoción 22 residentes (el 100 %) con resultados satisfactorios. Y logramos una de las promociones de especialistas más alta de los últimos cinco años”.
2020 los probó en lo difícil, los hizo crecer, les demostró que pueden con cualquier tarea por gigante que sea y salir sin penas mayores. 2020 les dejó también 11 nuevos especialistas que ya cumplen encomiendas en su puesto de combate.
De los méritos personales, si acaso, sabrás si insistes demasiado y eres ducha leyendo entre líneas.
En algunos meses el “Militar” contará con nuevos Doctores en Ciencia. Entre esos seis profesionales en proceso de formación doctoral que sin mucho protocolo había mencionado el doctor Manuel tratando de abultar un currículo colectivo que más grande no puede ser, está él.
Y casi a la salida, me anoto en la agenda el punto de esa cirugía que pude hacerle al cirujano Manuel.