CAMAGÜEY.- Hoy queríamos haber contado una de esas hermosísimas historias de valentía y de amor que por todas partes encuentras en estos tiempos de angustias y supervivencia; en los cuales, afortunadamente, los seres humanos demostramos, más que en tiempos “normales”, nuestra empatía y solidaridad. En el Hospital Militar Octavio de la Concepción y de la Pedraja —como en otros tantos lugares de esta provincia, de Cuba, del mundo— labora gente valiosa, entregada a los demás… gente cuyas historias han sido contadas por Adelante Digital en varias oportunidades.
Pero esta vez, la visita fue breve; sin mucha oportunidad para hurgar en las interioridades de un centro de salud que en Camagüey le pone el “pecho” a la pandemia de COVID-19 desde hace casi un año y medio; y donde los jóvenes “están en el primer frente”, como afirmó su director, el Coronel Taurino Cruz Padilla. Este sábado 28 de agosto, la condición Jóvenes por la Vida, otorgada al “Militar”, resumió en ese importante reconocimiento la grandeza de “una obra que han edificado valientemente”, según dijo Heinier Lian Carvajo Baxter, secretario general de la UJC en el distrito Julio Antonio Mella.
Después de entregar la distinción, Rosa María Ramírez Montero, miembro del Buró Nacional de la UJC y presidenta de la Organización de Pioneros José Martí —quien también acudió el viernes 27 al policlínico Ignacio Agramonte, donde se desarrolla desde el mes de julio el ensayo clínico Ismaelillo; la casa para niños sin amparo familiar, ubicada en el reparto La Zambrana; el hospital pediátrico Eduardo Agramonte Piña; y la comunidad Santayana, en las afueras de la ciudad— opinó, durante un intercambio con el Coronel Cruz Padilla, que “el humanismo en el que se forman los médicos cubanos ha estado a la altura de estos tiempos”, y justamente por eso, ella considera que “no podemos minimizar en modo alguno la heroicidad del personal de salud y de servicios en las instalaciones hospitalarias”.
Pienso entonces en los jóvenes doctores que vi ayer en el Pediátrico, tras la puerta por la que se accede a la Sala de Terapia Intermedia. Casi irreconocibles, forrados para protegerse del virus, con unas miradas y unos tonos de voz por los cuales pude “verles” el alma… Pienso en mi amiga de la Vocacional —quien pasa más tiempo en la Zona Roja del hospital Amalia Simoni, y en aislamiento; que en su casa, con su familia—, y en la entrevista memorable (al menos para mí) que le debo; y en las tantas historias de gente con gran corazón que aún nos faltan por narrar.