Crónicas sueltas

Selección de lecturas publicadas por periodistas de Adelante.


Cuando pronuncian su nombre, el aplauso en la Plaza (me) suena distinto. Más fuerte, más cálido, más merecido. Imposible haber seguido estos años el deporte universitario sin conocer a Shore, el indispensable en los juegos Taínos, el “muchachón” del equipo de los Terremotos del softball de la prensa.

Leer más...

¿A qué sabe la felicidad? A guarapo

Soy cubana, pero no de ciudad, aunque hace años la vida me llevó a Camagüey. Mis recuerdos más dulces se encuentran en un rincón del municipio de Sibanicú, en un pueblito llamado Batey San Bernardo, donde vivían mis abuelos maternos.

Leer más...

La ciudad aún no ha decidido si se despereza o se rinde. Yo me siento en la terraza de una taberna con un vaso de vermut que brilla como si contuviera un pedazo de tarde atrapada. Me lo sirven con algo saladito para maridar. No es fin de semana, no hay nadie conmigo, pero algo me empuja a sentarme aquí y probar esto como se debe, a la hora que se dice.

Leer más...

Basta a veces una vidriera para que se abra una puerta luminosa.

Leer más...

En mi casa, todavía conservo un sobre amarillo. Dentro, están los nombres del Grupo 32: 35 jóvenes bolivianos que, entre febrero y marzo de 2006, vinieron a Cuba para recibir un curso intensivo como técnicos en trabajo social comunitario, en la Escuela de Instructores de Arte de Santa Clara.


El martes 1ro. de agosto de 1891 el periódico camagüeyano El Pueblo publicó en su tercera página, a la firma del redactor Francisco Gil, una crónica bajo el título de ”Camujiro a vuelo de pájaro”.


La sacaron del aula…

La sacaron del aula justo cuando iban a empezar Matemáticas. El día apenas comenzaba a coger ritmo, pero a ella le cambió el paso. Fue la directora quien la llamó: “¿Está Alma aquí?”, y sin más explicaciones, la llevó. A veces la vida no avisa —solo abre una puerta y una sale, por embullo, por impulso, o porque siente que ahí hay algo que vale la pena.


En la madrugada, cuando el silencio parece apoderarse del centro histórico de Camagüey, una ráfaga de alas irrumpe en el aire y un sonido breve, repetitivo, lo llena todo: quere–queté, quere–queté. No lo veo, pero sé que está ahí. Desde hace días lo escucho. En el corazón mismo de la ciudad.


En Cuba, la guerra no es entre mafias turcas ni entre familias de honor cuestionable, sino entre la novela y el apagón. Lo dije hace unos meses, cuando Cusgún, el cuervo nos tenía en vilo con sus silencios densos y su amor a cámara lenta. Y aunque ya terminó (con más suspiros que balas), la novela no ha muerto. Solo cambió de nombre. Ahora se llama Amor y venganza, y el galán es Césur, que no sabemos si es más intenso o más inexpresivo que Cusgún, pero lo cierto es que ya lo queremos.