A las ocho de la noche el viento del norte y la lluvia comenzaron a azotar a la embarcación Cristo Redentor.

María de Roxas se arrodilló y le pidió protección a Dios para que la dejara llegar viva al embarcadero de La Guanaja, a fin de dirigirse desde allí a la Villa de Santa María del Puerto del Príncipe, donde estaba sepultado su esposo, Lope Zayas Bazán, en la Parroquial Mayor.

El zarandeo violento la hizo recordar sus días en San Cristóbal de La Habana. Había ido a visitar a unos familiares, principeños, como ella, y residentes en las proximidades del Castillo de la Real Fuerza.

Las olas llegaban hasta la cubierta, y la fuerza del agua y del aire hacía crujir la tablazón.

Ella continuaba encomendada al Altísimo, y con sus rezos quería conjurar la tormenta, pero del cielo solo llegaban golpes desencajados de la naturaleza.

En varios de los vaivenes rodó hasta el otro extremo del rústico camarote, y supuso que se acercaba el fin.

Una gigantesca ola por la banda de estribor y el viento arreciado provocaron el naufragio de la nave, que también transportaba mercancías para diversos comercios de la Villa.

María y la pequeña tripulación estaban cerca de la cubierta, por orden del patrón, para saltar al agua ante la inminencia del hundimiento.

Todos saltaron tras el impacto de la gran ola, después de la que empezó a amainar la gran tormenta.

La tripulación y los viajeros se ahogaron y la mujer se vio sola en medio del mar, cerca del embarcadero de La Guanaja.

Pudo salvarse al sujetarse a uno de los cajones de madera que, situados en la cubierta, flotaban en el agua ya en calma.

Llegó a la orilla, en una noche de luna llena, en las proximidades de un área de vegetación costera.

María no creía estar viva y arrodillada le dio gracias a Dios.

Despertó sobresaltada y percibió que todo había sido un sueño a bordo del barco.

Una hora después comenzaron, realmente, los embates del viento y del oleaje.

Se arrodilló, como en el sueño, y rogó por la supervivencia.

Una a una comenzaron a sucederse la escenas del sueño, y María comprendió que ya nada tenía marcha atrás, porque nada ni nadie podían impedir los sucesos de un sueño de realidad anticipada.

NOTA DEL AUTOR: María de Roxas y Lope Zayas Bazán vivieron en el siglo XVIII en Santa María del Puerto del Príncipe, según consta en un libro eclesiástico de matrimonios aún conservado. Este relato fue tomado del libro inédito De lo que fue y pudo ser en Santa María del Puerto del Príncipe, en el cual confluyen la realidad y la ficción.