La sensación era extraña. Entre el olor a humo de leña y carbón, propio de los hogares donde cocinar se ha vuelto una lucha diaria, las personas acudieron vestidas de gala, maquilladas, perfumadas. Artistas que en sus casas también sufrían los apagones llegaron con sus vestuarios impecables, dispuestos a dar lo mejor de sí mismos en el escenario. Y en medio de la incertidumbre, de la pregunta interna de por qué estábamos allí, la respuesta llegó con el tambor.