CAMAGÜEY.- En ocasiones conoces a una persona y no sabes cuestiones importantes de ella, sobre todo si esta es sencilla y no anda divulgando sus virtudes, pero como la vida se encarga de ir poniendo las cosas en su lugar, supe que la Dra. María Teresa Díaz Renón, Teresita, es una mujer digna de destacar en una fecha como la de hoy, 8 de marzo.
De todas maneras ha sido difícil, en el Día Internacional de la Mujer son muchas las merecedoras de un aparte. Ella es Profesora Consultante, especialista en Dermatología, Máster en Medicina Natural y Tradicional (MNT) y en Enfermedades Infecciosas y a sus poco más de 70 años permanece en su hospital, el universitario Manuel Ascunce Domenech.
—Se impone saber de sus inicios en el mundo de la Medicina...
—Comencé a estudiar Medicina en 1969 en el Instituto preclínico Victoria de Girón, en La Habana y confieso que había algo de embullo en esa decisión; sin embargo, en poco tiempo empecé a sentir un amor muy particular con la carrera, ya sentía el amor al prójimo y eso es fundamental, sin amor al prójimo es imposible, hay que querer a los demás como a uno mismo. En 1975 me gradué.
—¿Por qué la dermatología?
—Cuando roté por esa especialidad los Profesores, de lujo, me impresionaron, te metían ese bichito en el cuerpo. Ellos eran Profesores de Profesores y tengo que mencionarlos: Gladys Veloso Padrón, Enrique Llanos Clavería, Antonio Ayrado Carmenate y José Rodríguez Machado, los tres últimos ya fallecidos. Fue la especialidad que más me gustó, me robó el corazón, fue la época en que se comenzó con los internados verticales, o sea, que por mi currículo me dieron esa posibilidad en sexto año y al terminar me ubicaron en Guáimaro para mi postgraduado, durante tres años, allí atendía a personas, además, de Cascorro, Camalote y Sibanicú), eso fue desde 1975 a 1978.
"Entonces hubo necesidad de enviar médicos a Argelia, y para que la Profesora Nieves Atrio Mouriño marchara a esa misión me trajeron al municipio de Camagüey y me retrasé un año. Luego la inicié y en dos años ya era especialista, me tocó la época en que al terminar éramos enviados al campo por cinco años y fui por segunda ocasión a Guámaro, con mi segundo hijo pequeño, pero con el apoyo incondicional de mi mamá, lo logré gracias a ella.
"Me levantaba de madrugada y me dirigía a la terminal de ómnibus interprovincial para salir en una de las guaguas que se dirigían a las provincias orientales y llegaba a Guáimaro a las 6 y 30 o 7 de la mañana y regresaba en la tarde, simultaneaba mis consultas de dermatología con la dirección de la policlínica Victoria de Girón de ese municipio".
—¿Qué ocurrió después?
—Ya especialista trabajé en la policlínica Ignacio Agramonte, allí tuve el orgullo de vivir cómo se iniciaba el Programa del Médico y Enfermera de la Familia, bajo la dirección de la Dra. Josefina Collot.
—¿Y el "Manuel Ascunce"?
—Es una institución hospitalaria para respetar desde siempre, aunque le cuento que entré luego de un juicio laboral porque otra persona aspiraba a la plaza, así ocurrió, fallaron a mi favor.
"En este hospital, donde trabajo aún, fui secretaria del sindicato, vicedirectora clínica y docente, también secretaria del comité del Partido. Ya Profesora Consultante desde 2013, categoría que otorga el Ministerio de Salud Pública. Ah, cuando determinan que fuera Profesora Consultante cumplía misión internacionalista".
—¿Cómo se insertó en la docencia?
—Era muy difícil alcanzar entonces la categoría docente y lo logré. Si como dije antes esta es una carrera de amor, la de ser profesor también, es algo que respeto de manera muy especial, lo primero es ser ejemplo y líder para los alumnos, así veo a la Dra. Veloso, es un referente con un listón muy alto.
—¿Mencionó una misión internacionalista?
—Más de una. En el año 2004, pasé por etapas muy difíciles y perdí a mi mamá, que era mi tronco y es mi guía aunque haya fallecido. En julio de ese año fui a Burkina Faso por el Plan Integral de Salud (PIS), todo era muy limitado, las comunicaciones eran diferentes, no había internet y el choque fue muy fuerte. Fui formada bajo el concepto de que la salud era gratuita y un derecho de todos los seres humanos y allí me encontré con un hospital universitario y "público", entrecomíllelo, porque los pacientes tenían que pagar algo para ser atendidos y yo hasta lloraba porque sentía que podía hacer más por esas personas, pero el sistema no me lo permitía.
"Otro reto al que me enfrenté fue al idioma francés, no lo dominaba. Estudié mucho para aprender el idioma porque, por ejemplo, en los pases de visita estaba segura de mis conocimientos, mas no podía expresarlos con palabras y me empeñé en resolverlo.
"Me hicieron miembro de la Sociedad Estética Dermatológica de Francia por mi desempeño y me invitaron a participar en un evento internacional al que no pude asistir.
"Un día como hoy, de la Mujer y otras fechas alegóricas a nuestro país los festejaba y cuando vine de vacaciones llevé presentes a todos sin diferencia de clase, por supuesto, siempre con la bandera cubana en primer lugar. La evaluación que me hicieron me llenó de regocijo. En ese país atendí a muchos con VIH/Sida, hasta embarazadas contagiadas, niños, personas con leishmaniasis —enfermedad parasitaria diseminada por la pìcadura de un mosquito—, algo que no conocía en la práctica aquí, allá es habitual producto de la pobreza, donde la única calle pavimentada era la principal, las otras eran de tierra colorada y había un calor insoportable, recuerdo que para paliarlo me bañaba y no me secaba.
"Sufrí, como todos, de tormentas de arena. Fue una misión muy dura durante dos años y, a la vez, muy bonita porque dejé una huella que vale más que cualquier dinero, aún me comunico con algunas de esas personas.
"Me reintegré a mi hospital, entonces me piden otra misión, pero en Saná, capital de Yemen, igual de difícil, por poco más de un año, era todo en inglés y el país en plena guerra. Nos recogían en un autobús, un día demoré un poco en abordarlo y salió a recoger a unas enfermeras y lamentablemente fueron víctimas de una bomba, Dios me ayudó ese día, ahora no estaría contando esa historia.
"Eso sí, como toda experiencia en la vida, también tengo gratos recuerdos, hice muy buena empatía con los nacionales a pesar de que para los árabes las mujeres somos como un cero a la izquierda, y en mi caso, extranjera peor, y por esas razones tuve ciertas discrepancias, siempre con razón y decencia. Allí pasé alrededor de 18 meses hasta que dejaron al personal médico más útil para tiempos de guerra, como: cirujanos, ortopédicos..."
—¿Alguna otra experiencia vinculada con la idiosincrasia de los yemenitas?
—En el ramadán era médico de guardia y atendí a muchos jóvenes que llegaban sin piernas u otras afecciones producto de la guerra. Ponía un sillón entre dos paredes para evitar las balas. Por alguien que al perecer huía mataron al que vivía en el piso de arriba del mío, pasamos muchos momentos límites, la verdad, mucho estrés, éramos tres mujeres y seis hombres y nos mantuvimos ahí y no nos movimos hasta el término concebido. Para mis hijos todo estaba maravilloso, pero el peligro era cotidiano. En caso de mucho peligro nos llevaban para la embajada.
—¿Con Yemen terminaron las misiones?
—No. Me fui luego para Mozambique por 18 meses más, estuve en la provincia de Chimoio, donde el clima era adorable, me decían la Chiqui, la Dra Bonita, fueron muy cariñosos. Allí me vinculé con el trabajo de diagnóstico de la lepra, decían que eran libres de esa enfermedad y les dejé 52 casos identificados.
—¿Algo curioso?
—Ahora curioso, allá era diferente. Daba consultas en la prisión, eso no estaba en mi contenido de trabajo, pero los reclusos igual tenían derecho a ser tratados, de hecho no me lo pagaban. Dentro de la casa intentaron violarnos a mí y a otra compañera, los apresaron y esos mismos que atendía los molieron a golpes al llegar a la cárcel por lo que quisieron hacernos.
"Mantengo contacto con médicos de allí que estudiaron en Cuba. Me encantó ese lugar. La esposa de uno de ellos es miembro de la Asamblea Nacional de Mozambique y conservamois comunicación. Fue inolvidable.
"Volví a mi "Manuel Ascunce". Me gusta trabajar y enseñar y lo hago por amor. Siento que todavía puedo dar. Soy de la comisión provincial de reclutamiento. Mantengo mis consultas. Agradezco la deferencia por esta entrevista porque no soy nada especial, así somos los médicos cubanos, lo mismo mujeres que hombres, aquí me tiene todo el que lo necesite".