LA HABANA.- La primera edición del Diario del Che en Bolivia ocurrió de manera simultánea en varios países de América Latina y Estados Unidos en junio y julio de 1968, hace este mes 57 años.
En realidad, la forma en que llegó a Cuba solo ocho meses después de su asesinato, constituyó un secreto guardado celosamente durante 18 almanaques.
Hernán Uribe Ortega, periodista chileno, en su libro Operación Tía Victoria. Cómo entregamos el Diario del Che a Cuba, revela una de las historias de mayor divulgación en el mundo por su profunda significación y trascendencia.
Las vías y a través de quienes para su posterior impresión en Chile, Uribe Ortega descubre el enigma y responde a tales preguntas al cumplirse el aniversario 15 del crimen de Ramón, Fernando, seudónimos del Guerrillero Heroico en su campaña en la selva boliviana, y en el prefacio del documento explica:
Cuando a mediados de octubre de 1967, el Comandante en Jefe Fidel Castro reconoció el doloroso hecho en La Higuera, dijo que para comprobarlo se había tenido en cuenta el diario, pero con seguridad jama pasó por su mente que dentro de poco tiempo tendría en sus manos prácticamente su totalidad.
Aclara que en ese momento y mediante fotografías únicamente, se habían divulgado pequeñísimos fragmentos de un manuscrito que haría historia, tanto como su autor.
Desde el punto de vista revolucionario, su publicación no admite alternativa, escribió Fidel en su prólogo y acotó: la forma en que llegó a nuestras manos no puede ser ahora divulgada, baste decir que no medió remuneración económica alguna.
Sin embargo, el tres de julio de 1968, frente a la ola de especulaciones acerca de su obtención, que parecía seguro en poder de los militares bolivianos, el líder cubano anotó escuetamente: “…algún día se sabrá”.
Ese día pronto llegó, pues dos semanas más tarde el ministro de gobierno de Bolivia, Antonio Arguedas Mendieta, se refugió en Chile y proclamó con valentía que había entregado el diario a La Habana, todo lo cual confirmó Fidel el 24 de julio al término de un discurso en San José de las Lajas.
Más que lo dicho, Uribe Ortega confesó que era la segunda persona en el mundo en conocer la excepcional noticia, porque la primera era el enviado especial del entonces segundo hombre en la jerarquía estatal de René Barrientos, que fungía como presidente de la República.
A ese ciudadano, parte clave en el suceso, lo llamó El Mensajero y como no estaba autorizado a divulgar su nombre, solo en ese aspecto persistió el misterio.
La narración de estas páginas de cómo y por qué se montó la Operación Tía Victoria correspondió al equipo del Consejo de Redacción de la revista chilena Punto Final, y el autor es alguien que adoptó la decisión de escribir los pormenores.
El nombre lo tomaron de la despedida de Ernesto Guevara en varios de sus escritos: ¡Hasta la victoria siempre¡ y su publicación constituyó un hecho político de envergadura que dejó al desnudo el increíble grado de intromisión estadounidense en Bolivia por medio de su Agencia Central de Inteligencia y el abismante grado de corrupción de un gobierno latinoamericano sometido al imperio.
Mario Díaz Barrientos, Secretario de Redacción de Punto Final, conocido por El Enano o Elena, una contracción del primer mote, multifacético en toda la línea y comprometido con las mejores causas, partió hacia México y alrededor del 15 de marzo se embarcó en un avión de Cubana de Aviación.
Tras pasar por la Policía de inmigración le tomaron una fotografía y mientras miraba a la cámara sostenía con mano firme un inocente disco de música folklórica boliviana, y entre la grabación misma y las tapas de cartón estaban adheridos los microfilmes del diario del Che en Bolivia.
El mejor homenaje a Mario es el reconocimiento de que cumplió con la afirmación de Fidel: “…Tenemos que saber vivir en la época que nos ha tocado vivir y con la dignidad con que debemos saber vivir”.