CAMAGÜEY.- El nueve de junio de 1896, el Generalísimo, Máximo Gómez Báez, escribía en su diario de campaña:
“Tengo aviso de que columna enemiga de las tres armas y fuerte de dos mil hombres ha llegado a Vista Hermosa -5 leguas de mi campamento- (...)”. En breve sucedería la Batalla de Saratoga, decisiva para el avance victorioso del Ejército Libertador sobre la España colonialista, que se extendería hasta el día 11.
Los ibéricos estaban comandadas por Adolfo Jiménez Castellanos, general de probada experiencia, sin embargo, ante él se hallaba un líder de elevada estatura, uno de los estrategas más reputados de nuestras luchas por la soberanía. Gómez, traía a cuestas una amplia hoja de servicio. Su excelente capacidad para dirigir, le sumaron importantes victorias para los insurrectos durante la Guerra de los Diez Años, y en la del ‘95, continuaría sellando con la gloria, sus hazañas.
El oficial mambí, Miró Argenter, admirado por el formidable planteamiento en el campo de operaciones organizado por el viejo planteó: “(…) conserva inalterables sus aptitudes de batallador y los rasgos típicos de su carácter. (…) Espíritu batallador, modelo vivo de lealtad republicana, luchó diez años contra la iniquidad de los españoles, y nuevamente les plantea el duelo con la arrogancia de un joven paladín”.
Además de la ventaja numérica, los fieles a la bandera española poseían amplia logística, que se traducía en piezas de artillería y armas bien avanzadas de la época, como el fusil de cerrojo, máuser, modelo de 1893, que disparaba cinco cartuchos de pólvora sin humo. El escenario se dibujaba para otro hito insurrecto. Aquellas fuerzas mal vestidas y armadas, saltaron al potrero de Saratoga confiados en el trote veloz de los caballos y la fuerza para blandir el machete.
En su diario, describió Gómez los primeros compases de la confrontación:
“Emprendo marcha para salir al encuentro (...) a las 4 de la tarde del 11, hallo acampado al enemigo que no obstante las magnificas posiciones que ocupa, le ataco con decisión (…) se defiende y en la noche suspendo el ataque general, sin dejarle tranquilo (...) el fuego de mis guerrillas”, las investigaciones posteriores esclarecieron que las acciones iniciaron el 9 y finalizaron el día 11.
Aunque la combatividad de los independentista era innegable, el transcurso de las acciones no fue completamente favorables para ellos. Mientras transcurría la segunda jornada ya se evidenciaba el rigor de un sostenido y encarnizado choque. ““He sufrido ya 50 bajas entre muertos y heridos; y de caballos más de 100. La noche ha suspendido otra vez lo reñido del combate y siguen funcionando las guerrillas”. Era un sostenido pulso que decidiría la continuidad de la guerra no solo en la región de Camagüey, sino en toda Cuba.
Los gritos, el espesor de la pólvora llenando cada espacio del terreno, el relincho de los bestias, las balas cortando el viento y apagando vidas, los cadáveres mezclados sobre la grama, unos que avanzan y otros que retroceden… el desgaste ha sido enorme para los hispanos.
Para la última fecha, los soldados que respondían al tristemente conocido, Valeriano Weyler, “reciben mil hombres más de refuerzo, y con este auxilio la columna enemiga, destrozada y herida, emprende su retirada, bajo nuestros fuegos y con eso queda demostrado que quedamos triunfantes y dueños del campo, donde levantó sus tiendas la columna cubana. No nos atrevemos nosotros a decirlo, pues nos hubiera parecido exagerado, pero lo ha dicho el general español Jiménez Castellanos, jefe de los contrarios: que el combate librado en Saratoga, corre pareja con la Batalla de las Guásimas", apuntó Gómez.
A 127 años de este resonado triunfo, acontecido en los campos de nuestra provincia, se patentizó una vez más la capacidad de los mambises para superar el poderío del enemigo y la sagacidad de el Generalísimo, como uno de los dirigentes indiscutibles de la continuidad de la lucha del pueblo cubano por lograr una nación libre.