CAMAGÜEY.- Todavía no se habla lo suficiente acerca de la primera  marcha del pueblo combatiente que tuvo lugar el 21 de octubre de 1959, en Camagüey. Sucedió con motivo de la sedición orquestada por el entonces Comandante de la Revolución, Hubert Matos Benítez, quien se distanció de las transformaciones de la Revolución, enajenado por la vanidad y aspiraciones contrarias a los ideales que se gestaban.

Luego de que el intelectual e historiador, Jorge Enrique Mendoza Reboredo, detectara una serie de actitudes incoherentes del líder del Regimiento No.2 Agramonte en el territorio, informó a las máximas autoridades del país de una inminente conspiración. El coqueteo con la CIA, la negativa a la aplicación de la Ley de Reforma Agraria en la región, el uso del presupuesto del Ejército Rebelde para efectuar propaganda que lo ensalzaran y el estrecho vínculo con los ganaderos y latifundistas, fueron evidencias de sus sospechas.

La señal más evidente de la urgencia del momento, ocurrió el día 20 de octubre cuando se dio a conocer una carta de renuncia elaborada por Hubert, al Comandante en Jefe, Fidel Castro Ruz. Sin más que esperar, se designó a Camilo como el hombre encargado de acabar con la traición.

Así, ese propio día,  a las 6:00 a.m., el Señor de la Vanguardia llegó en un CESSNA al aeropuerto de Camagüey, bajó las escalerillas y recibió información inmediata de los acontecimientos. Después de actualizarse, dijo que necesitaba hablar con Fidel.   

Según el entonces teniente, Juan García Molina, Camilo se dirigió hasta la estación de policía de Avellaneda y “desde allí conversó por teléfono con el Comandante en Jefe, le dio detalles de la situación que había encontrado y, a su vez, recibió indicaciones de su interlocutor.

Cuando colgó, nos pidió a Arsenio García Dávila y a mí que lo condujéramos, en un jeep, al Regimiento No 2. Ignacio Agramonte, donde radicaba el traidor”.

Camino al enclave militar, existía cierto temor a una posible reacción de los acuartelados, sin embargo, Camilo con toda confianza disipó las dudas: “no se preocupen, que ellos no van a disparar”, dijo. Después de identificarse en la garita de la guarnición y penetrar con éxito en el sitio, buscaron a Hubert en su oficina. Sus subordinados le orientaron que descansaba en su casa, ubicada en esa instalación militar.

Camilo apresó a Hubert solo, sin uso de otra arma que la palabra. Exigió que ninguno de quienes lo protegían lo siguieran. Asegura García Molina que “si alguien más hubiera escoltado al del sombrero alón, es probable que la historia se narrara de una manera distinta”. Sin embargo, agrega que todos respetaban demasiado al Héroe de Yaguajay como para efectuar un gesto violento en su presencia.

Ese momento épico en que pareciera que los ánimos se diluyen en un pozo infernal, también fue descrito por el historiador Fernando Crespo Baró, durante la celebración por el 60 aniversario del suceso: “dos ametralladoras apostadas, soldados confundidos con sus armas listas para disparar. Y solo un hombre, un leal, un martiano como Camilo entró a su habitación y lo sacó del lecho para entregarlo a la justicia. Ese es el recuerdo de gratitud que estamos obligados a guardar de esos grandes héroes”.

Con la victoria sobre la conjura, se supo un día después que Fidel había llegado a Camagüey. Y se convocó a una marcha que contó con la participación de la sociedad entera. Partió desde la otrora oficina del Instituto Nacional de Reforma Agraria, ubicada en San Pablo. Siguió el paso determinado de Fidel y Camilo, quienes iban al frente. Tomarían, junto aquella muchedumbre, el emplazamiento que diera cobijo al Hubert.   

“El pueblo junto a sus adalides, vencieron el intento de boicotear nuestro naciente proceso revolucionario. Un hecho de tal magnitud demostró que se comportaban como herederos del espíritu de Ignacio Agramonte y defensores del concepto de Jose Martí, de construir una Patria con todos y para el bien de todos”, refirió Crespo Baró.

Una marea humana, de más de 30 000 comprometidos con la causa transpusieron el umbral y se apoderaron del Regimiento Agramonte. Se acantonaron en aquel espacio. Escucharon a sus dirigentes. El combatiente Luis Enríquez Portales Milanés fue uno de ellos: “Nunca olvidaré aquel júbilo ni a tantas personas agolpadas en los alrededores, unidas por un objetivo. Se me quedó el pasaje, grabado en mi memoria, como el “sí” que daba Camagüey a la gesta que recién había triunfado el 1ro de enero de 1959”.

Aquel día derrumbaron las zozobras y sombras de la codicia de un individuo. Con la misma voluntad con que Camilo Cienfuegos echó abajo los muros del Columbia, para levantar una escuela, aquel emplazamiento floreció como una zona para educar a las nuevas generaciones. La forja de valores y tradiciones de la nación, también se construyeron sobre marchas, como la del 21 de octubre, nacidas como una oda popular a las buenas causas, al reclamo sincero.   

Fidel y Camilo en el balcón del regimiento de la policía de Camagüey el 21 de octubre de 1959Fidel y Camilo en el balcón del regimiento de la policía de Camagüey el 21 de octubre de 1959

Escrito de Camilo al pueblo camagüeyano el 21 de octubre de 1959Escrito de Camilo al pueblo camagüeyano el 21 de octubre de 1959