CAMAGÜEY.- Lo idóneo, casi fantástico en la actualidad, es que la caña de azúcar se coseche con el mínimo de impurezas y llegue fresca al central en el menor tiempo posible en vehículos automotores y por caminos cañeros reparados cada año. Sin embargo, hoy los incumplimientos acumulados, justificados o no, obligan al abasto por vías férreas después que la materia prima, contaminada con disímiles matorrales, es semiprocesada en los centros de limpieza y acopio.

Alguien soñó muchas veces con esa imagen perfecta a la que nunca podemos renunciar y con poderes “persuasivos” convenció a adeptos que querían botar el sofá y cerrar los acopios. Solo que al déficit de calidad de las plantaciones cañeras por malas siembras y atenciones postergadas a los cultivos y retoños, se sumaron el mal estado de los caminos y la carencia de piezas de repuesto para revitalizar viejos camiones y todo tipo de tecnología agraria, fundamentalmente por el bloqueo USA (gústele o no a los que achacan todos los males a las insuficiencias endógenas).

Ello obligó a mantener al menos los centros de limpieza imprescindibles, pero estos dependen de abasto diario y que el transporte ferroviario provincial, antes del propio sector, priorice cuando los carros estén llenos para que la gramínea —nada apta para fabricar el buen crudo— no llegue tan vieja a los basculadores y el azúcar que hoy se cotiza bien en el mercado internacional aporte su granito de sacarosa a la economía nacional.

Desde esas industrias rurales enclavadas entre el cañaveral y los ingenios se pueden adelantar los pronósticos de la molienda diaria en tiempo real, incluso, aprovechar sus residuos para la alimentación de los animales de las propias bases productivas que, en la mayoría de los acopios, hoy no se utilizan, se queman.

UN ALTO EN EL SAN PABLO

Aunque la jefa de brigada del centro de limpieza San Pablo, Raída Rodríguez Ramírez, me diga que en su 21 años de experiencia laboral Potrerón fue el acopio de la zona donde mejor trabajó, el que ahora dirige dispone de productivas fuerzas de corte mecanizado pertenecientes a las unidades básicas de producción cooperativa (UBPC) del mismo nombre y La Unión y la cooperativa de producción agropecuaria (CPA) Eduardo Chibás.

Mas, el día de la visita mañanera del equipo de Adelante.cu, el abasto estaba flojo.

En ese intervalo de espera, solo estaban las cañas del pelotón de San Pablo. Su jefe Arbelio Sosa Baryolo aseguró que cumplirán todos los días de zafra las 200 toneladas pacta-das, pese a los grandes problemas que presentan con ejes y neumáticos de los equipos de corte y tiro.

Ese día, las cañas de “La Unión” llegaban directo al basculador porque las CASE 8 800 de esteras de Julio Roldán Benítez esquivaban piedras, marabú, pili-pili, bejucos y otros obstáculos de los cañaverales en la siega de sus tajos.

A propósito del pago de la tonelada de la gramínea, conversé en San Pablo con Alexander Antúnez Figueroa, secretario del núcleo del Partido, técnico integral y cosechero de esa cooperativa estatal. Según él, en sólidos y sacarosa la calidad de las cañas no es tan mala, pero de 449 pesos el precio de la tonelada, pierden 59 en cada una por las impurezas y materias extrañas que envían al basculador del central Panamá.

Raída me contó que la caña generalmente llega con un 19 % y más de suciedad y ellos la envían al ingenio con un 9 y 7 %, pese a que el acopio San Pablo funciona bien y dispone de los dos ventiladores de alta.

Ello indica que el “churre” en cañas quedadas, “requedadas”, nuevas y retoños no solo es por la real falta de importación bloqueada de herbicidas en el 2019-2020, sino un mal acumulado de muchas cosechas precedentes, en las cuales la ausencia del azadón, surco a surco, es cada vez mayor por la falta de obreros agrícolas que esquivan la ruda tarea mal remunerada, unido a deficiente organización, control y exigencia administrativa de la fuerza laboral contratada y otros avatares materiales reiterados.

Sin embargo, lo saben los cañeros de Las Quinientas como Raída, que vive en esa comunidad de Vertientes: muchos jóvenes de allí pueden ser captados para las diversas faenas agrícolas y por eso la mayoría de los trabajadores de su acopio son jóvenes y muchachas operadoras.

Luis García Pérez, jefe cañero del “Panamá”, quien aclaró que aunque Las 500 nunca alcanzó esa cifra de caballerías de caña, tampoco estuvo tan deprimida como ahora; también me mostró una sembradora china que además de plantar, fertiliza y subsuela, descompacta la tierra de secano.

Observé el equipo multipropósito pasar raudo y veloz. Luego Yorisbel Espinosa Álva-rez, director de los productores cañeros, me dijo que disponen solo de dos para las áreas del “Panamá”, por lo que tienen que aprovechar el máximo de tiempo productivo para atenuar las necesidades de por lo menos cinco medios de ese tipo que necesitan