CAMAGÜEY.- El amanecer del sábado 5 de octubre de 1963 nos sorprendió en la redacción, donde desde la noche antes nos fuimos reuniendo a medida que se multiplicaban las noticias del ciclón que desde el este batía al oriente de nuestro país.

Las noticias trasmitidas por la Central Meteorológica y Geológica del Caribe, con sede en San Juan, Puerto Rico, y desde el Centro Nacional de Huracanes, en Miami, eran alarmantes, vientos sostenidos de hasta 233 km/h (categoría 4 en la escala Saffir-Simpson) y precipitaciones torrenciales, sumaron récord en Haiti, con crecidas y deslizamientos de lodo matando a 5 000 personas.

En Camagüey la lluvia intermitente de días anteriores aumentó de intensidad y el cielo encapotado en remolinos de nubes bajas se montó sobre una oscura linea de tormenta avanzando desde donde debía salir el sol.

En su errática trayectoria el huracán Flora, formado hacia menos de una semana, atravesó el Paso de los Vientos para penetrar en territorio cubano el 4 de octubre, e iniciar un camino por el norte de Oriente, luego al sur, este, de nuevo oeste para salir al Golfo de Guacanayabo, entrar de nuevo en tierra cubana, cerca de Santa Cruz del Sur, con vientos de 140 kilómetros por hora, y retrocede al nordeste para pasar sobre Las Tunas y Holguín por donde salió finalmente al mar para alejarse hacia el Atlántico. Este ciclón se caracterizó por las torrenciales lluvias que le acompañaron, las cuales provocaron inundaciones de terribles proporciones en el país, originando la muerte de unas 2 000 personas, así como grandes daños materiales.

En la ciudad de Camagüey se produjeron inundaciones nunca antes conocidas, sumergiendo la casi totalidad de los barrios periféricos y aislando por completo el centro urbano de la población. Al atardecer de ese día 4 el ultimo vehículo que entró a la ciudad fue un equipo de Adelante que logró cruzar sobre el puente Caballero Rojo ya sumergido. La sorpresa de las aguas hizo difícil y a veces inútil las operaciones de evacuación ya que al quedar aislado el centro de la ciudad y cortadas las comunicaciones en muchos lugares era del todo imposible llegar a las decenas de barrios bajo las aguas.

El día 5 pareció haber respiro pues el tiempo mejoró mientras el Flora se internaba por el Guacanayabo hacia el oeste, pero esa tarde un avión caza huracanes alertó el giro que estaba realizando la tormenta, enrumbando hacia la costa sur camagüeyana, para pasar, dijo, por un punto próximo a Santa Cruz del Sur en horas de la madrugada del lunes 7.

Mientras, en el propio edificio de Adelante, entonces en el Callejón de Fínlay, nos instalamos de forma permanente y aunque debido a la falta de electricidad la ciudad se había paralizado, se trataba de llegar al borde del agua, a hospitales y puntos de evacuación reuniendo fotografiás y trabajos redactados de estas salidas a un perímetro urbano cada vez más reducido.

Cuando aún bajo una fuerte lluvia, al mediodía del lunes 7, con el Flora  cruzando por el sur de nuestra provincia para avanzar sobre Las Tunas y Holguin, el Ejército Rebelde dispuso una urgente operación de socorro hacia las poblaciones costeras camagüeyanas del norte y el sur, sumando Adelante dos equipos de periodistas en esta misión cuando aún no se sabia qué podria suceder desde esta hora.

Nos tocó unirnos al contingente integrado por una caravana de numerosos camiones militares cargados de mercancía, medicamentos y personal médico. enviado hacia la región de Nuevitas. El equipo de periodistas estuvo formado por Armando Boudet y el fotógrafo Orlando González, bien conocido como “Caballo Loco” .

Muy difícil y peligroso fue romper el bloqueo del rio Hatibonico, en la avenida al aeropuerto, en una inundación sostenida desde el reparto Saratoga al reparto Lenin. La inundación encontrada en El Salado, entronque a Santa Lucia nos mostró un paisaje sobrecogedor, como si la bahía toda se hubiera volcado tierra adentro llevando las aguas más allá del horizonte. Nada era visible, ni una casa, una cerca, ni siquiera se sabía dónde estaba la carretera por lo que para poder avanzar fue necesario que varios dispuestos soldados, con el agua casi a la cintura, marcharan por delante marcando la ruta de la caravana. Ese tramo duró mucho tiempo y a Nuevitas entramos al atardecer bajo una fuerte tormenta e hicimos noche en los portales del edificio sede de la dirección del Partido Comunista de Cuba, situado inmediato al parque central.

Al siguiente día Boudet regresó a Camagüey con un resumen de lo sucedido en el territorio y nosotros, junto al fotógrafo, nos incorporamos a la columna de carros anfibios dirigida por el Capitán Lawton, que iban a tratar de llegar a zonas incomunicadas en la costa de nuestra provincia y de Las Tunas. Hacia San Miguel entramos por El Salado y en cada caso cruzar ríos y arroyos resultó sumamente peligroso en lugares donde en mas de una ocasión los anfibios fueron arrastrados por las aguas y solo la presencia de ánimo de los conductores evitaron tragedias.

San Miguel, El Carmen, Camalote y decenas de bateyes estaban bajo las aguas mientras cientos de vecinos, impresionados aún por un huracán que sorprendió a todos, se refugiaban en los techos de algunas viviendas y en lugares altos rodeados todos por las aguas. Para esta hora, tres de la tarde del día 8, no llovía y el Flora se alejaba Atlántico adelante dejando riadas de cadáveres dispersos entre los árboles, los manglares, enredados en las cercas o semisepultados por el lodo.

Junto a la bahía de Nuevas Grandes abordamos una goleta que no sé cómo se había refugiado en ese escondido canal y en ella decidimos el regresó a Nuevitas. En alguna parte han de estar las fotos que hizo nuestro compañero, cadáveres de personas y animales arrastrados hacia el mar por las inundaciones de tierra adentro, restos de viviendas, muebles, todo impulsado hacia el infinito mientras el trueno de las aguas que llegaba desde tierra parecía resonar en el fondo del mar.

Dos días después estábamos en la ciudad de Camagüey. Una ciudad como distinta. Cubierta de fango, muebles y ropas en calles y aceras tratando de secarse al sol, avenidas desgajadas, pero con la presencia de gente dispuesta y viva para recomenzar otra página. De la redacción, luego del reportaje y los pies de fotos, me fui sin querer ir a mi casa. Mi familia evacuada, no estaba. Yo también tendría que recomenzar, porque entonces yo vivía en el reparto La Norma, justo a la orilla del río Hatibonico.