CAMAGÜEY.-Lo más importante de la Feria del Libro está por verse a largo plazo, aunque hay una herramienta de atisbo: el catalejo para pronosticar la cosecha. Con ese propósito el Pabellón Infantil cultiva el terreno fértil de la infancia, de la mano del Proyecto eJo.

Ubicado en el Casino Campestre, late como la isla grande con una propuesta diferente en el archipiélago de quioscos y espacios de presentación donde el público adulto anda mustio. A ese adulto cuesta sacarle la palabra. Cada vez que quiera comprar un libro, al menos uno, no podrá porque en la hora actual otro alimento exige la mesa.

En el Pabellón Infantil eso no pasa. Ya lo sugiere el nombre. Ahí están los niños, aunque lleven el dinero de sus padres. No todas las familias consideran inversión adquirir un libro, ni logran exprimir el bolsillo por la urgencia de otros gastos. Claro, la vitalidad del fruto implica seguir acompañando el proceso de la lectura.

Tesoro de papel llaman también este espacio sembrado en la calle principal del mayor parque urbano de Cuba, donde los narradores orales dan lustre al viejo y a veces desdeñado oficio del cuentacuentos. Por estos días, de cara al sol cuando la luz natural abraza, en doble jornada, ofrecen la promoción más orgánica para un autor y su obra. 

Contando, jugando, bailando, cantando involucran además a las maestras y a familiares. A los menores les encanta ir por un regalo. En esa inocencia asoma el rostro del mal propio de un mundo que provoca la sed y la ilusión del éxito al enfocar solo al ganador, mientras omite el crecimiento que se da camino a la meta. Catalejo de Cuentos no raya en lo baladí ni en el burdo didactismo. Sus narradores enseñan a compartir, por encima del competir.

Los concursantes regalan ocurrencias, aciertan, se equivocan y pierden sin perretas. He ahí una lección de vida. No falta el aplauso ni la broma ni la risa. El premio puede ser una publicación o un objeto de artesanía del Proyecto Carsueños que este año exhibe muñecos de trapo inspirados en personajes del imaginario brasileño. En su punto de venta se le ve con aguja y dedal para demostrar lo que se puede hacer con dignidad y manos propias. Al final, al conocerse y reconocerse, todos ganan.

En el día hay dos oportunidades de disfrutar el espectáculo, en la mañana y en la tarde. El elenco incluye a artistas aficionados y un desfile de escritores en el rol de presentadores de libros, quienes no siempre lucen bien. Aunque parezca el colmo, no todo autor es buen comunicador cuando le habla a un niño.

El fin de semana debe crecer la afluencia, por razones obvias, y justo el domingo se ha de expandir con frenesí porque el Pabellón Infantil convoca al concurso de talentos para atreverse a cantar, bailar, narrar… El otro certamen es de disfraces hechos en casa, como representación de personajes literarios o culturales, por la dedicatoria del año pudieran contener con motivos brasileños. 

Para el domingo se anuncia la presencia de Niurki Pérez, quien añade a su perfil de autora entrañable, llena de carisma y ternura para los niños, el emprendimiento con un proyecto de publicaciones artesanales nombrado Buya.

El Proyecto eJo, liderado por Omar González Catá, es experto en motivar la empatía y ha logrado un diseño de espectáculo de dos horas variado y estimulante, quizá por tener a cargo, en el sentido lezamiano, lo difícil: cuidar la semilla para la cosecha de humanos buenos desde el presente en esos niños.