CAMAGÜEY. - Una hija, dos nietos y hasta bisnietos que la “han puesto más vieja” tiene ya Adelfa Vázquez Álvarez, aunque solo acumula 69 años de edad. Según el árbol genealógico que nos resume, la familia parece numerosa, pero ella prefiere disfrutar sus días en un acogedor inmueble marcado con el número 5 en la calle Van Horne, entre Aserradero y Avenida Camagüey. Radica allí la casa de abuelos Amalia Simoni, a la cual —desde 2018— Adelfa acude diariamente, aun en estos días de aislamiento social.

La cantidad de nasobucos que ha confeccionado en una máquina de coser, visiblemente notable para quien llegue a la “Amalia Simoni” a cualquier hora del día, es imprecisa, no porque a Adelfa le desagraden los números, sino por la agilidad con la cual es necesario pedalear en la “Singer” para que pronto estén listos más y más medios de protección para todos; y luego de ese ajetreo, ¿quién puede cuestionarla por haber perdido la cuenta?

“Siempre estoy aquí y me da mucho placer ayudar a otras personas más ancianas que yo. En este lugar no me siento un objeto viejo, como me sucedía en mi casa”, confiesa con lágrimas en los ojos, y continúa: “Este es un logro maravilloso de la Revolución que me sacó de la depresión después de haberme jubilado”.

Entonces esta periodista de Adelante Digital la provoca para que nos cuente del oficio que ama, y Adelfa narra algunas de sus experiencias como maestra durante casi cinco décadas. En ese tiempo empleó muchísimas tizas para escribir en las pizarras de las escuelas Julio Sanguily y José Maceo, educó a un sinnúmero de estudiantes y poco a poco los vio crecer. “Todavía sueño con esos días”, dice, y le descubro en la mirada la pasión por el magisterio (por como habla de él), y, al mismo tiempo, la nostalgia.

De las circunstancias actuales —porque, aunque usted lo crea, habiendo leído hasta aquí, nuestra entrevistada no vive anclada al pasado— y las medidas que la dirección de su casa de abuelos ha implementado para prevenirlos del contagio con COVID-19, ella comenta: “La vida ahora es un poco sofocante, pues no nos podemos reunir como siempre lo hacíamos, pero bueno… hay que cuidarse. Mientras tanto, yo sigo haciendo nasobucos con las telas que traigo de la casa y las que otros compañeros donan. Aquí estamos muy seguros”.

Ramón Pérez también tiene su familia en la casa de abuelos Amalia Simoni. “Aquí siempre me he sentido muy bien; yo vivo solo y en ningún lugar voy a estar mejor”, nos argumenta a mí y a la corresponsal de Radio Progreso en Camagüey, Bárbara Suárez Ávalos (Baby), quien bromea luego cuando afirma que Ramón conoce a “media radio y medio periódico”, pues nos parece que la entrevista comenzó al revés, con el alegre y fuerte señor de 71 años preguntándonos por Durán, Sarmiento, Paneque y otros experimentados colegas de los medios de prensa.

En un lustro, o quizás un poco más, —Ramón no está seguro— él ha logrado en ese centro darle continuidad a su vida, marcada por el aprendizaje en la escuela de oficiales de La Habana, el trabajo en la empresa porcina y luego como soldador.

Aprovechando que dialoga con Baby, Ramón le ofrece su opinión de “La Onda de la Alegría” y se declara ante nosotras como fans del programa Nocturno. Debe ser por eso entonces que elogia la posibilidad de escuchar radio y de ver televisión en su casa de abuelos, ahora que “la recreación está más restringida y que es necesario estar al tanto de las noticias”. Por ello, cada día, cerca de las 11:00 a.m., él y sus amigos se disponen a visualizar con atención la conferencia de prensa en la que el Ministerio de Salud Pública informa de la situación epidemiológica en el mundo, y, sobre todo, en Cuba.

“Aquí los trabajadores se preocupan porque nos lavemos las manos constantemente, mantengamos una distancia prudencial entre unos y otros, usemos el nasobuco todo el tiempo y en el comedor nos sentemos solamente uno por mesa”, detalla Ramón cuando le preguntamos por el cumplimiento de las medidas de prevención ante el peligro que representa la enfermedad provocada por el Virus SARS-CoV-2.

Por lo seguros que se sienten en la “Amalia Simoni”, Adelfa, Ramón y otros 23 abuelos también prefieren permanecer en casa durante estos días de aislamiento social, pero no con la familia biológica, sino en un hogar donde encuentran cada día a los “parientes”- amigos que le han aparecido en la tercera edad.

Maricel Reyes Artiles, administradora de la casa de abuelos Amalia Simoni, de la ciudad de Camagüey, comentó a la prensa que:

  • Hoy en el centro reciben atención 25 ancianos, pues otros 15 están en sus casas bajo protección familiar por el peligro que representa para este grupo etario el nuevo coronavirus.

  • El plan emergente que hemos implementado incluye la desinfección de superficies y la evaluación del estado de salud de cada uno de los abuelos cuando llegan en las mañanas.

  • La trabajadora social Idela Fonseca Medina tiene entre sus encomiendas la de velar por el distanciamiento entre los ancianos.

  • Aunque aquí no tenemos permanentemente un médico, especialistas del policlínico del reparto Garrido consultan a los abuelos de forma diaria.