CAMAGÜEY.- La vida se encuentra en constante movimiento. El camino está hecho de obstáculos a los que sobreponerse, de giros que nos colocan en un nuevo punto de partida. ¿Cómo reaccionar entonces? Aunque difícil, solo queda enfrentar las adversidades con nuevos sueños, nuevos propósitos, para que los miedos no venzan.

Imaginemos a una joven que estudió en el Instituto Superior de Arte (ISA), una joven que se convierte en actriz y comienza a trabajar en el Ballet Folclórico de Camagüey. Imaginemos que, con 36 años, comienza a presentar síntomas que la llevan a descubrir un cáncer de esófago y luego el diagnóstico de ser celíaca.

La Liliana es una finca que asumió el nombre de esta mujer valiente, de esta muchacha que, aunque con un poco más de años sigue siendo la joven soñadora que se entrega a sus proyectos. Liliana Bacallao González no solo siembra los alimentos kilómetro cero que debe consumir, sino que ampara un proyecto hermoso donde la agroecología tiene el mayor peso, y reúne a personas celíacas de Camagüey y otras provincias del país. Liliana se ha dedicado, en compañía de su esposo, Raydel Sanz Otero, al trabajo en la finca sin conocer al principio sobre la agricultura, hasta crear un espacio acogedor y, sobre todo, útil.

“Visitábamos a mi compadre, vecino actualmente, que me proporcionaba las frutas naturales y me da la idea de pedir las tierras colindantes mediante el Decreto-Ley No. 259, momento en el que adquirimos una caballería, la cual ha crecido y hemos convertido en una finca diversificada y donde lo fundamental es la agroecología”.

La biodiversidad, representada en 14.8 hectáreas de bosque, los ha llevado a tener los resultados que hoy ostentan, así como el cuidado del medio ambiente. “Aquí protegemos el suelo con rotación de cultivos, implementamos microorganismos eficientes y utilizamos las cenizas de la leña”.

Esta familia comenzó a trabajar en el bosque hasta hacerlo de regeneración natural, lo que permitió que al día de hoy ya sea reserva natural, donde se encuentran animales como el tocororo y la culebrita de cuatro patas, lo que favorece también las producciones y se traduce en una alimentación sana.

Gracias a su trabajo, la finca alcanzó en el año 2024 el Premio Provincial de Medio Ambiente y el reconocimiento de no basura. Sin embargo, uno de los mayores logros, según Liliana, ha sido mantener los encuentros cada cuatro meses con niños celíacos.

“Brindamos talleres, les damos conferencias y les enseñamos a tener una mejor calidad de vida, a partir de que logren producir sus propios alimentos y busquen alternativas que sustituyan a lo que no pueden comer. Deben saber que en una maceta de su casa también pueden sembrar lo que necesiten”.

Lili se define como campesina, a pesar tener un comienzo en las tablas. Por eso cuenta la rabia que le da escuchar a una mujer del campo decir que solo es la esposa del productor, cuando también laboran en las fincas, con los cultivos y animales, además de los quehaceres hogareños. Por ello, se ha vinculado a eventos donde intervienen mujeres y cuyo objetivo es rescatar lo mejor de las tradiciones campesinas cubanas y las experiencias de productoras empoderadas.

Los sueños no se detienen en Liliana y su finca. Llegar a ser un lugar turístico se ha convertido en otra de las metas, donde el consumo de alimentos sea sano y se proteja el medio ambiente, sin abandonar las producciones y los encuentros con los niños y mujeres.

Liliana dominó el miedo, el llanto de los primeros días. Hoy, sus deseos de hacer aumentan con cada taller, con cada día que se levanta a trabajar la tierra, con cada niño que le agradece su empeño. Liliana no se detuvo ante los obstáculos de la vida, los enfrentó y los venció.