CAMMAGÜEY.- Recién comenzaba la década de 1970 y la matrícula que por entonces concluía la enseñanza primaria no tenía un respaldo de maestros para los sucesivos niveles educativos. Surge así, a propuesta de Fidel, el Destacamento Pedagógico Manuel Ascunce Domenech, que por estos días celebra su aniversario 50 con muchos de sus integrantes activos todavía en las aulas.
“Fuimos parte de una generación que se formó en los valores del trabajo y el respeto”, rememoró a Adelante, Teresita Esnard Bolaños, actual metodóloga provincial de Historia y Marxismo de la enseñanza técnico-profesional.
“Terminábamos la secundaria cuando se nos hace el llamado en el II Congreso de la UJC, en abril de 1972. Fue idea del Comandante pero todo el proceso de captación lo desarrolló la juventud. Muchos no teníamos la vocación para estudiar magisterio; yo, por ejemplo, aspiraba a Relaciones Internacionales o Periodismo, pero ante la responsabilidad que sentíamos y la exigencia familiar en que fue criada nuestra generación (mi papá fue miembro del movimiento 26 de Julio y fundador de la Universidad de Camagüey), dimos el paso al frente, porque los padres siempre nos hicieron ver que si era una necesidad de la Patria ahí teníamos que estar, porque los jóvenes debíamos trabajar y formarnos en la Revolución.
“Partimos hacia Ciego de Ávila que todavía pertenecía a Camagüey y era donde estaban las dos primeras escuelas en el campo (Ceballo 1, Batalla de las Guásimas y Ceballo 2, Ignacio Agramonte), muy contentos porque sabíamos que asumíamos una tarea importante y con mucha responsabilidad.
“Con solo 16 años ya nos quedábamos en la escuela haciendo guardia, nos preparábamos de forma sistemática y lo que queríamos era dar clases. Llegábamos al aula y decíamos: “¡mi madre, estos niños tienen casi la edad de nosotros!, pero había una disciplina, un interés, y nos sentíamos verdaderamente educadores.
“Recibíamos la docencia en la filial pedagógica en una sesión y en la otra impartíamos clases. Así estuvimos cinco años, combinando estudio y trabajo; por eso decimos que hoy tenemos 50 años en Educación, porque suplimos esa fuerza profesoral que no existía a la par que cumplimos con las demás tareas y seguimos siendo jóvenes. Cuando regresábamos al dormitorio, nos reíamos, bailábamos, hacíamos cuentos porque éramos tan jóvenes como ellos, pero delante de los alumnos con mucho respeto, porque éramos los profesores y había que exigir disciplina.
“Tuvimos también grandes maestros que aún se mantienen, como Abelino, que una ya vieja todavía tiene que quitarse el sombrero delante de él y lo recuerda con mucho cariño y respeto. Pero también con un rigor en las evaluaciones terrible y les cuento a mis alumnos que no me creen, que hacíamos pruebas de la dignidad: el profesor nos daba la prueba y se iba, terminábamos, nadie comentaba nada y la dejábamos encima de su mesa. Eso nos enseñó a tener mucha honestidad”.
“Creo que lo más importante fue la formación del valor de la responsabilidad”, acotó Enrique Loret de Mola López, profesor universitario de la carrera de Educación Geografía. “Nos fuimos formando en el trabajo y aprendiendo a amar la educación: cómo comunicarnos, cómo enseñar a pensar a los muchachos; y lo que caracterizó el plan fue el sistema estudio-trabajo, que fomentaba una responsabilidad y una honestidad que nos caracterizó a todos nosotros. Muchos cuando nos graduamos ejercimos como directores de escuelas, jefes de cátedras. Fue un ambiente muy bonito, alegre, donde la juventud dirigía todos aquellos procesos. Teníamos un sentimiento del deber y de cumplir con nuestras obligaciones muy grande.
“Tuvimos magníficos profesores que nos enseñaron a investigar, a cómo enfrentar los problemas, qué hacer para resolverlos, eso estaba en la dinámica del proceso de formación nuestro como profesores de educación general media. Después tuvimos dos años con asignaturas que completaron la preparación y cuando se abre la licenciatura fuimos los primeros licenciados”.
“De allí salieron excelentes educadores, destacó Enio A. Polanco Rodríguez, educador en la secundaria básica de San Miguel del Bagá. Y eso se comprobó en las sucesivas generaciones de licenciados, másteres, doctores… en la calidad de la labor de aquella masa de jóvenes que asumió con mucha exigencia, propia y de los que nos dieron clases. De aquel muchacho que empezó a dar clases con 16 años a este de 66 creo que no hay diferencias”.
“El maestro siempre es maestro. Una lucecita encendida por la madrugada es la de la casa del maestro, que cuando se respeta a sí mismo y quiere enseñar bien, siempre se está preparando. No hay horario para descanso porque cuando te acuestas –me ha pasado a mí-- me pongo a pensar que di la clase así pero que si mañana lo hago de esta otra forma me va a salir mejor o me van a comprender mejor. Porque del aula del maestro de Historia tienen que salir patriotas, para eso hay que dar clases con conocimientos y con emotividad para crear los sentimientos de patriotismo que necesitamos hoy”, agregó Teresita.
En tanto Enrique afirmó: “Desde que me gradué trabajo en la formación de profesores. Nos encontramos con los mismos problemas que vive la sociedad hoy en día, y a la vez hay que esforzarse con los estudiantes, ponerlos a trabajar, a pensar, a actuar, para mí el éxito radica en la manera en que manejemos el contexto formativo”.
“Necesitamos profesores que con su ejemplo personal y su autoridad, puedan lograr mejores resultados, porque el futuro de la Patria depende de la calidad de la educación que hoy se está impartiendo”, sostuvo Teresita, a lo que Enio agregó: “Y el maestro es el que forja al revolucionario, ahí empieza la formación del revolucionario que después seguirá, pero esa es la tarea del maestro. Hay que aprender Matemáticas, Español, Historia, pero también a ser revolucionario”.