CAMAGÜEY.- Llega agosto y las familias generalmente hacen planes de vacacionar juntos, sin embargo la de Alejandro Ernesto Cruz Abreu tendrá que posponerlos. Él es uno de los más de 4 000 estudiantes de las Ciencias Médicas que dona buena parte de su descanso veraniego a la lucha contra el nuevo coronavirus.
El ejemplo le viene de cerca: su madre, médico especialista en Medicina General Integral, ahora mismo atiende a los pacientes sospechosos de tener COVID-19 en el hospital clínico quirúrgico Amalia Simoni. Antes también, cuenta Alejandro, estuvo en dos centros de aislamiento.
Pero a él le tocó otra tarea no menos importante, y que muchos coinciden en que resulta de los grandes aportes de Cuba al protocolo mundial de lucha contra la pandemia: la pesquisa activa. “No se trata solo de identificar los síntomas en la población, también hay que educar y crear percepción del riesgo.
“Hubo muchos con temor, pero al final salieron a hacerlo como los más valientes. La población fue muy receptiva, varios incluso nos invitaban a pasar, a tomar café y nosotros les explicamos una y otra vez que por su bien y el de nosotros no debíamos entrar a las casas. Las personas ya nos esperaban, una señora me dijo un día: muchachos ustedes llenan de alegría mis mañanas”.
No era la primera vez que pesquisaba. Con otras enfermedades él y sus compañeros también han salido a la calle, pero en esta ocasión el riesgo de contagio era mucho mayor. Sin embargo, lo hicieron porque para ellos no es mera formalidad el Juramento Hipocrático.
“Cuando se asume que significa estudiar Medicina en el mundo y en Cuba, los miedos se vencen. No se podía quedar mal con la gente, con el país y mucho menos con Fidel, principal artífice del sistema de salud que le ha permitido a Cuba superar con creces la pandemia cuando algunos vaticinaban que acabaría con nosotros, y por si fuera poco ayudar también al mundo con la brigada Henry Reeve, a la que un día espero pertenecer.
“No solo somos nosotros los protagonistas. En esta historia también hay que resaltar la labor de los estudiantes de sexto año que no hicieron pesquisas pero estaban en los cuerpos de guardia atendiendo otro tipo de padecimientos y aportando a la vitalidad del sistema de salud”.
Alejandro fue de los que cuando el ciclón Irma pasó por el norte de Camagüey, se fue a aquellos poblados a llevar sonrisas y solidaridad, para él esa experiencia fue única. “Pero estos meses de enfrentamiento a la pandemia nos marcarán como generación, porque siendo alumnos todavía tuvimos que asumir y lo estamos haciendo bien, no solo nosotros futuros médicos y profesionales de la salud, también los muchachos de la Universidad de Camagüey aportaron desde otros frentes. Por eso cambiar de planes, posponer el descanso incluso sabiendo que el curso próximo será doblemente difícil, no era una opción, es parte de nuestro compromiso con la bata blanca que portamos”.