CAMAGÜEY.- ¿Usted es uno de los casi cuatro millones de cubanos que dijeron sí, o se inclinó por el no como el 33 % que eligió esa opción, por las razones que haya tenido? Ahora mismo eso quedó atrás, si usted votó sí o no, lo cierto es que hoy está bajo una sombrilla protectora, un instrumento legal que nos garantiza los mismos derechos, tal como dice la Constitución de la República.
Pero el trabajo más duro empieza ahora. Las leyes no modifican las mentes de las personas, ni la cultura patriarcal en la que nos formamos como sociedad desde hace siglos. Esa nos llega desde el colonialismo y más de 60 años de Revolución no han sido suficientes para cambiarla. Países de Europa que nos llevan ventaja con estos derechos otorgados todavía no han podido superar la batalla cultural, porque depende de los seres humanos.
Esta es una legislación que aprobamos para nosotros, pero nos lo agradecerán nuestros hijos, nuestras nietas; y será parte de lo que legaremos como generación. No lo dude. El Código no viene a hacer nada nuevo, tampoco es capricho de alguien. Aquí hay mucha ciencia. Le da marco legal a un grupo de problemáticas que ya se daban en nuestra sociedad. La norma que teníamos en su momento fue de avanzada, pero a la luz de hoy tenía conceptos atrasados, muy distantes de la Cuba que somos. De allí la urgencia de la entrada en vigor de una nueva norma una vez fuera refrendado por el pueblo.
Y aquí quiero detenerme, aunque soy de los que piensa que los derechos no se consultan sino que se otorgan, bien vale reconocer que Cuba se convirtió en el primer país del mundo en llevar a referendo un texto de este tipo. Eso debiera servirnos para comprender más la decisión de la mayoría. No fue un plumazo, no; fue algo que construimos colectivamente y aprobamos casi cuatro millones de cubanos, y eso puede ayudarnos ahora en el consenso necesario, sobre todo al interior de las familias, para que este no sea letra muerta.
Quizás la comunicación pudo hacer más énfasis en los aspectos de esta ley que nos impactan a todos por igual en lugar de enfatizar discrepancias, máxime en una sociedad envejecida, en la que los ancianos muchas veces se ven vulnerados, con altos números de familias multiparentales y la necesidad cada vez más creciente de una figura como las del padre o madre afines que supera en deberes, derechos y responsabilidades a las similares que ya existían; o en cómo visibiliza a las personas en situación de discapacidad en un contexto en el que cada uno somos potencialmente una de ellas, pues aunque usted no padezca, ahora mismo, alguna patología de base, el propio paso de los años lo hará perder capacidades y qué bueno que las reconoce y así protege a toda la ciudadanía.
Que la célula fundamental de la sociedad tenga una norma jurídica que trascienda las fronteras hogareñas y transversalice la vida del cubano, elevando el amor y los afectos a rango de ley, necesita un respaldo de nosotros mismos en modos de actuación y maneras de pensar acordes con el Código que nos hemos regalado.
Cuba está en los lugares cimeros en cuanto a la defensa de los derechos para todas las personas, el reto está en lograr que sea nuestro día a día. No hacemos nada con tenerlo en ley si al interior de las casas, de las familias, la vida sigue igual y las mujeres continúan con la carga hogareña, los niños no pueden opinar acerca de las decisiones importantes, los abuelos siguen abandonados a su suerte, o discriminamos por cualquier razón... entre otros puntos sobre los que habrá que seguir estudiando, no solo los académicos, sino nosotros, razón de ser de lo que es, más que una norma legal, una guía para alcanzar la mayor suma de felicidad posible ¿Usted votó sí? ¿Usted votó no? eso no importa ahora, su implementación necesita de todas y todos. Mi invitación sigue siendo a que se lea nuevamente el Código y vea lo que nos une, no lo que nos separa.