CAMAGÜEY.- Las personas andan en la calle a toda hora, incluso en la noche cuando rige una limitación de movimientos que, al parecer, es solo una medida escrita en un papel que muy pocos cumplen; sobre todo al interior de los barrios, donde no llegan el patrullaje ni los inspectores.

Los puntos de control a la entrada y la salida de los territorios no han sido sistemáticos en el cumplimiento de su objetivo de limitar la circulación intermunicipal. La prueba fundamental está en los municipios que hace solo unas semanas no tenían prácticamente enfermos y ahora están dentro de los más complicados, porque si algo está demostrado es que el SARS-CoV-2 no tiene piernas, lo movemos las personas.

Las colas para productos prescindibles ahora mismo siguen siendo interminables, sin distanciamiento físico y con más de un nasobuco como collar. No, no es invento, vaya a cualquiera de las tiendas en MLC, incluso a las que están destinadas a vender el módulo por CDR y verá que son menos los que se cuidan.

Para qué hablar de los cajeros, muchos permanecen la mayor parte del día sin dinero y claro que cuando los abastecen los usuarios parecen abejas en un panal. Y es que aquí, para que funcione el tan urgido aislamiento hace falta una mirada integral de las medidas y de los aseguramientos para su cumplimiento.

Los niños constituyen otro punto rojo, y muy doloroso. Muchos están a cualquier hora en las calles, en los parques jugando fútbol o lo que sea, sin protección. Si para un grupo ha resultado extremadamente difícil este período sin lugar a dudas es para los pequeños. Pero cuando el Estado ha garantizado en lo fundamental los mecanismos para protegerlos no puede ser la familia, su principal guardián, quien los ponga ante un riesgo innecesario. Vale más continuar unos meses la magia del entretenimiento dentro del hogar que padecer el peligro de la gravedad, o la muerte, en un hospital.

En los 18 meses más largos de este siglo la prensa cubana ha publicado en varias ocasiones medidas nuevas o reforzadas, modificadas o más rigurosas, pero los números no bajan. La intención estatal queda en la tinta o en las palabras si no se acompaña con el cumplimiento consciente de la población y una exigencia sistemática donde cada actor —desde cada uno de los ciudadanos hasta aquellos con una responsabilidad política, administrativa y legal— cumpla la parte que le toca en esta batalla por aplanar la curva mortal a la que nos enfrentamos.

PRIMERO LOS QUE SABEN

El sistema de Salud tiene que engrasarse mejor y la comunidad debe hacer lo suyo, pues, como en otros asuntos, aquí también hay quienes hacen fallar engranajes milimétricamente diseñados y protocolos bien organizados y adecuados para cada etapa.

No puede ser que a esta altura haya personas aisladas en su domicilio que violen esta disposición desandando las calles como si nada; no puede ser que alguien pase cinco días con fi ebre en la casa y nadie del equipo básico de Salud lo visite, o que teniendo camas disponibles los positivos con criterio de ingreso, demoren más horas de las previstas fuera de las instituciones.

Y para qué hablar de la pesquisa, clave en la estrategia cubana contra la COVID-19, donde todos los días se reportan cifras de más del 90 % de la población encuestada, cuando sabemos que en muchos lugares resulta pura formalidad.

Esta es una de las razones, junto al ocultamiento de síntomas, por las que no se detectan a tiempo las señales sugestivas de la enfermedad y entonces vienen las entradas tardías al sistema de Salud, cuando no hay tiempo para nada y el paciente puede fallecer.

Bien se sabe que los contactos de casos confirmados conforman el grupo más vulnerable; entonces, cómo darse el lujo de identifi car solo tres o cuatro cuando el promedio debiera estar sobre los diez. Esto provoca que el resto permanezca en la calle, muchas veces con la enfermedad asintomática y contagiando, a vuelo de pájaro, a otras diez personas más.

Saber quién inició la transmisión en un determinado evento ya es más difícil que responder la clásica pregunta de ¿quién nació primero, la gallina o el huevo? Y esto sucede entre otras causas por superficialidades en la tan importante encuesta epidemiológica.

Los especialistas siempre han señalado como clave el diagnosticar temprano, pero más necesario resulta aislar a tiempo al sospechoso, al que tiene síntomas. El PCR muchas veces se atrasa, un mecanismo que debe mantenerse bien vigilado, pero no por eso hay que violar lo establecido durante un ingreso/aislamiento en cualquiera de sus modalidades.

¿Acaso le perdimos el miedo a la enfermedad? ¿El cansancio nos ha dado por no cumplir lo que claramente está descrito como efectivo frente a la pandemia?

Esta es la cuarta vez que coloco en este periódico la frase: “El coronavirus sigue siendo esa enfermedad que mata”, pero no me cansaré de repetirla, porque Camagüey lleva en agosto un promedio de cinco fallecidos por día. De continuar esa tendencia, al concluir el mes serían más de 150 personas que no volverán a ver a sus seres queridos, abuelos que no verán a sus nietos, padres que no guiarán a sus hijos, jóvenes que no podrán conseguir sus sueños. Vidas truncadas.

EL DELTA DE LAS CIFRAS

Solo quince segundos necesita la variante Delta para pasar de un cuerpo a otro. Cuenta con un mecanismo de invasión celular más eficiente, lo que la hace entre un 30 % y un 60 % más transmisible que otras, conlleva un mayor riesgo de reinfección y aunque aún no se asocia a síntomas de mayor gravedad, mientras más personas se contagien más llegan a estadios graves.

Ya está demostrada su presencia en Camagüey y pudiera tener mucho que ver con el aumento de los casos en las últimas semanas.

Vayamos a las cifras, que son personas. No miremos los números fríamente, pongamos el plus de que pudiera ser nuestro niño, pareja, hermano, tío, primo, padres, abuelos o un amigo.

El mes de julio fue el de mayor incidencia acumulada de toda la epidemia con 10 247 casos y un promedio de 330.5 casos diarios, ya era dos veces
el promedio de junio. Pero no queda allí, agosto tiene como promedio diario 501.5, osea, 1.5 veces más el de julio.

Hace quince días eran solo cuatro municipios los más complicados. Hoy son casi todos, lo que hace que en la provincia aumente el riesgo de enfermar por COVID-19 por horas, el 1.9 % en un día, el 1.5 % en siete días y el 18.0 % en una quincena.

Pululan los irresponsables que no son capaces de proteger ni siquiera a los niños y los ancianos de casa. Solo hasta el 18 de agosto ya se habían contagiado 88 menores de un año —38 menores de seis meses, de ellos cuatro recién nacidos— y suman en el mes 54 nonagenarios y seis centenarios.

No ejemplifico por gusto, por sus características estos grupos etarios no debieran enfermar, porque si no lo exponemos, no deben terminar en un hospital. Por lo general, ellos no salen, les llevamos el virus a casa.

Otro segmento de mucho riesgo lo constituyen las embarazadas; en 16 días se han duplicado las acumuladas del año hasta julio.

¿Cuándo vamos a reaccionar? ¿Cuando no haya tiempo?

MEDIDAS: EFECTIVIDAD CONTRA NECESIDAD

No se está cruzados de brazos. Las autoridades de los territorios también hacen lo suyo, lo que les toca, toman sus propias medidas, más cerca del terreno, allí con ojos y oídos en o que más urge. Nuevitas, por ejemplo, tuvo una de las peores tasas de la provincia y la bajó, no es imposible cuando se toman medidas verdaderamente efectivas como el cierre de la Playa Santa Lucía, o Cayo Cruz en Esmeralda para evitar la transmisión, así como la decisión de Florida de limitar movimientos a la 1:00 p.m. cuando la de la provincia estaba para las 5:00 p.m.

El municipio de Camagüey estuvo durante cinco meses con las principales arterias comerciales cerradas, con limitación de movimiento que llegó a ser desde la 1:00 p.m. y fue cuando más casos se diagnosticaron. ¡Ah!, pero se clausuraban las vías y los establecimientos seguían abiertos, se cerraban los centros de trabajo y la gente salía a resolver problemas de mayor o menor urgencia. Ahora se regresó al cierre de la 1:00 p.m., pero se necesitan otras acciones.

La COVID-19 no se combate con una imagen de tranquilidad para que las cámaras y los visitantes vean la ciudad desierta; el virus se detiene con control real, y las cifras dirán cuando suceda; mientras no disminuyan, no se le está dando donde es.

No hacemos mucho solo con poner restricciones de horarios cuando antes de la campanada de cierre la vida en las calles es más convulsa y más movida que antes de marzo de 2020. No estamos siendo consecuentes con quienes llegan a Zona Roja y se la juegan por salvar las vidas que nosotros ponemos en riesgo.

He conocido de personas en estos días que no van a su casa por permanecer largas jornadas en un puesto de dirección pensando y moviendo de aquí para allá los botellones de oxígeno de manera tal que asegure que la provincia tenga una cobertura de 24 horas del vital gas y no se llegue al colapso. Quienes los transportan lo mismo salen para el hospital “Amalia” que para Florida a la hora que sea, sabiendo que en esa carga va la vida de mucha gente.

Sé también de médicos que ya estaban a punto de jubilarse y les han entregado cuerpo, corazón y alma al enfrentamiento a la pandemia, incluso hasta se han contagiado.

La irresponsabilidad tiene límites, igual que la libertad; la suya acaba donde comienza la mía; si yo elegí tratar de no enfermar, usted no puede con sus hechos hacer que yo contraiga la enfermedad.

Los cálculos de los profesores de la Universidad de Camagüey Ignacio Agramonte Loynaz estiman que en los próximos días las muertes pueden promediar ocho diarias y el escenario pudiera explotar tal como ha pasado en provincias cercanas. Los números son claros: un promedio de 500 positivos diarios multiplicado por 10 contactos, que aunque no se detecten están allí, son 5 000 casos y en siete días pueden llegar a ser 35 000 contagios.

No es exageración, sino la propagación exponencial de una enfermedad respiratoria que, además, ha mutado en la rapidez del contagio a menos de lo que demoran el alcohol y el cloro en desactivar el virus, por tanto la mejor opción sigue siendo no exponerse, pues en quince segundos nos va la vida.

Oscar - 25 August 21 11:14AM Denunciar
Enviar Cancelar

Cada medida debe tener un fundamento científico, los habitantes de nuestras ciudades tienen que diariamente salir a buscar los alimentos, y otras necesidades básicas, si usted limita en el tiempo por ejemplo el horario de la panadería concentra más a las personas en un menor período de tiempo lo qué está haciendo es crear las condiciones para que existan mas contagios, eso tenemos qué tenerlo en cuenta, para seguir con la panadería una dependiente anota en la libreta, cobra manipula el dinero y luego le entrega el pan, por sus manos pasa la comunidad completa, de esa manera puede contaminar el pan , si fueran dos eso no sucediera.

Los compañeros cuadros por favor salgan de la reunión y vallan al frente de combate cómo siempre hizo Fidel, primero en todo para que sus decisiones no sean pensando en el pueblo si no pensando cómo pueblo.

Patria o muerte

René - 24 August 21 11:36AM Denunciar
Enviar Cancelar

Está muy bien escrito este comentario del periodista pero me parece que hay que ser mas preciso y manifestar que es ya hora de que nuestra policía se vuelque a las calles en sus patrullas y hagan recorridos precisos e impongan multas y se cumplan las medidas que están bien escritas. Hay medidas de lo movilidad lo ahorrado en combustible para el MININT para que hagan su trabajo y multasca los padres que permiten a sus hijos andar en la calle.