CAMAGÜEY.- Las manos hacen, incluso cuando la mente y el cuerpo están cansados, cuando creemos que no se puede. La cotidianidad, el día a día de los cubanos, lo demuestra. Hay manos que se conservan lisas mientras otras lucen manchadas o callosas. Las hay con cicatrices, con olor a tierra o aceite, o aquellas que ya están arrugadas. Las manos han aprendido a hacer, a transformar, a trabajar, a construir.
Migue o Laura tienen manos iguales a las mías. Quizás las diferencien el color o alguna herida pasada, pero pueden hacer como cualquier otra. Ellos son parte de “Mis Manos pueden”, un proyecto de la Oficina del Historiador de Camagüey que ofrece talleres de formación a personas con necesidades educativas especiales.
Las pruebas finales muchas veces generan nervios o miedo. No se disfrutan. Esta no. Aquí hubo alegría, lágrimas y mucha energía. Acompañados de sus familiares y profesores, ocho muchachos se graduaron del primer Taller relacionado a Jardinería de este proyecto.
Después de cursar sesiones que combinaron la teoría y la práctica, de recibir las clases y mejorar las condiciones de un jardín en zonas aledañas al Museo Ferroviario, estos muchachos enfrentaron su examen final aprobado con éxito. Los vi responder con seguridad, algunos ayudados por sus profesores, otros con dificultades al hablar, pero con la idea de demostrar todo lo que habían aprendido.
"Siempre soñé con ver a mi hijo independiente, trabajando. Estoy seguro que este es el primer paso para eso. Gracias a todos los que ayudaron a que él pudiera sentirse útil", expresó uno de los padres sin poder contener la emoción.
Así mismo, una mamá contó sobre el miedo de los primeros días cuando le hablaron sobre el proyecto y le sugirieron que integrara a su hija, sentimiento que fue transformándose y brindándole más seguridad a ambas para enfrentar el futuro. También, con una cámara, Belkis, mamá de Migue, no paraba de hacer fotos, de registrar cada momento en que veía crecer a su hijo y sus amigos, que ya son familia.
Cinco de estos muchachos se incorporán a centros laborales de la propia Oficina, lo que demuestra que, nacido de la sensibilidad, es un proyecto que busca brindarle herramientas a estas personas para un mejor desenvolvimiento en su vida cotidiana y su inserción en la sociedad.
El proyecto seguirá ofertando otros talleres relacionados con diferentes temáticas para ellos y otros muchachos que se sumen a la iniciativa con el fin también de demostrar que sus manos pueden transformar un jardín, pueden ayudar, pueden hacer.
Esa es la inclusión que verdaderamente necesitamos en un ambiente donde cada día se utiliza más esta palabra y pocos la aplican. Y así se van ganando pequeñas batallas, con cada niño que no agote sus posibilidades y capacidades al terminar la educación especial, o con cada adulto que, acompañado por su familia, quiera sentirse útil.