Las manos hacen, incluso cuando la mente y el cuerpo están cansados, cuando creemos que no se puede. La cotidianidad, el día a día de los cubanos, lo demuestra. Hay manos que se conservan lisas mientras otras lucen manchadas o callosas. Las hay con cicatrices, con olor a tierra o aceite, o aquellas que ya están arrugadas. Las manos han aprendido a hacer, a transformar, a trabajar, a construir.