CAMAGÜEY.- Justo cuando este 24 de abril se cumplió un mes de la suspensión de las clases por la COVID – 19 en el país, más de siete mil trabajadores del sector educacional en la provincia laboran fuera de casa tras el cierre de las escuelas.
Aunque su función social hoy no sea la misma que dentro de las aulas, ese principio que los caracteriza de darse a los otros no cambia. Repartidos en las cuatro instituciones educacionales convertidas en centros de aislamiento, cerca de 150 velan por la salud de los sospechosos del nuevo Coronavirus.
En este sentido, explica Clay Pérez Jiménez, subdirector provincial de Educación, todos fueron capacitados por el personal de salud y cuentan con los medios necesarios para su cuidado. “Las tareas allí están relacionadas a la limpieza de áreas exteriores, a los aseguramientos logísticos, a la elaboración y distribución de los alimentos y al cuidado de los puntos vitales de las instalaciones”.
Hasta el campo llegaron también los maestros. Según datos ofrecidos cerca de 500 se vincularon a labores agrícolas. En concreto, en la primera quincena de abril, en las hectáreas de tierra en producción, cosecharon 0.8 quintales de granos y tres de condimentos. Aportaron además 140 quintales de hortalizas, 76 de viandas y 412 litros de leche.
Y si el trabajo en el surco es demandante, también lo es dedicar las 24 horas del día al cuidado de un grupo amplio de niños. Así lo demuestran los 93 responsables de los cuatro Hogares de Niños Sin Amparo Familiar en todo el territorio y el personal encargado de los 24 círculos infantiles que aún permanecen abiertos.
En los tiempos actuales, los que empuñan tiza y borrador han tenido que readecuarse. En sus casas modifican espacios para la autoprepración y para ver las teleclases que por el Canal Educativo se imparten de lunes a viernes. En las escuelas hacen guardias para cuidar los recursos. Como ya es costumbre, otra vez los maestros responden, otra vez con ellos se puede contar.