CAMAGÜEY.- No es fácil seguirle el ritmo a mi hija cuando se trata de su vida digital. Entre las aplicaciones que va descubriendo y sus ocurrencias, cada día es una nueva aventura tecnológica en casa.

Todo empezó cuando, bajo mi supervisión, le permití navegar por internet. Pensé: “Bueno, esto será educativo”. Lo que no sabía era que ella terminaría buscando aplicaciones como si fueran tesoros escondidos en el vasto mar del ciberespacio.

Primero fue el intento de aprender coreano con Duolingo. Recuerdo cuando se me acercó muy convencida y me dijo: “Mamá, voy a aprender coreano”. Le dije que me parecía genial, aunque no pasó mucho antes de que lo dejara, porque como cualquier reto a esa edad, su entusiasmo inicial fue efímero.

Me alegra que, a pesar de las dificultades, ella intente gestionar su aprendizaje de manera independiente. Este curso ha retomado a “Duo”, pero para inglés, una asignatura de prioridad, aunque en realidad tampoco ha sido tan sistemática. A mi correo me llegan los recaditos del búho reclamando su atención, pero no es su culpa. Llevamos semanas en que no hay ni conexión ni corriente, y cuando llega Lalú, como le decimos, de lo que más ganas nos quedan es sencillamente de dormir.

Además, lleva ya un tiempo sumergida en Avatar World, donde me tiene casi todos los días con el emocionante grito de: “¡Mamá, hoy sale la actualización!”. Por ese mundo virtual, sigue explorando la ciudad, viviendo aventuras y creando historias desde el universo de una casa y su familia.

Pero si pensaba que eso era todo, me equivoqué. Pronto llegó WoW, Words of Wonders, un crucigrama en el que tienes que formar palabras con un puñado de letras. ¿El resultado? ¡Ahora las dos estamos conquistadas! Es increíble cómo seis letras pueden convertirse en un verdadero rompecabezas de vocabulario. Me reta a sacar más palabras que ella, y claro, siempre que
lo logro me lanza esa mirada pícara como diciendo: “Solo fue suerte, mamá”.

Sin embargo, lo que realmente ha puesto la tapa al pomo es una aplicación llamada “Voz de Zueira”. Aquí es donde su creatividad se desborda. Escribe cualquier mensaje que le pasa por la cabeza, lo pasa por un sintetizador de voz y de pronto, suena como una locutora brasileña, un robot inglés, o un galán de telenovela mexicana... Modifica la velocidad y añade efectos. Yo escucho y río, porque los mensajes suelen ser tan absurdos como graciosos.

La combinación de aplicaciones y su habilidad para navegar este mundo digital con tanta naturalidad me sorprende cada día. ¿Quién diría que aprendería inglés, resolvería crucigramas y crearía mensajes hilarantes con voz robótica, todo en una sola semana?

A veces me pregunto si soy yo quien la supervisa a ella o es ella quien me lleva a este mundo donde las reglas las pone la tecnología y el ingenio. Pero lo más importante es que, con cada clic, cada palabra formada y cada voz generada, seguimos riendo juntas.

Hoy, mientras yo estaba concentrada en la transcripción de una entrevista a una personalidad del ballet, después de una mañana llena de conversatorio, y aprovechando ese breve instante de calma y electricidad una hora al mediodía, ella ya había llegado de la escuela, y linda, como de costumbre, se sentó a mi lado y empezó a teclear con su energía inagotable.

De repente, con la Voz de Zueira lista, me lanzó el mensaje que tenía preparado: “Mamá, te tengo un aviso, cuando diga besis, me tienes que dar un besis, y cuando diga ham, es que tengo HAMBRE”.

Lo repitió primero en español con acento mexicano, luego en inglés, turco, y finalmente en portugués. Incluso en los momentos más serios, ella siempre logra insuflar su toque de humor y ternura. ¡Cómo resistirse a sus “besis” y “ham”!