CAMAGÜEY.- Un taladro retumba frente a la Iglesia Nuestra Señora de la Merced; una motorina pasa con alguna canción que no distingo por la mezcla de voces en la cola del banco; el correo casi en silencio: “no hay sellos”, alerta una señora. Pero justo al lado aparece una casa que data del siglo XVIII y al entrar se diluye la banda sonora urbana. El hogar donde nació Ignacio Agramonte Loynaz no porta ninguna barrera sónica, es la magia de la historia y su máquina del tiempo.

La portada española enmarcada en arco carpanel, con el escudo familiar de los Recio, te invita a un viaje por las memorias de una centuria, de una familia y del hijo más insigne de Camagüey.

LA CASA NO 5 DE LA CALLE SOLEDAD

De pronto me descubro en un patio central con cinco tinajones, un pozo con brocal de mármol y un sistema de canalización para la colecta de agua pluvial. Me imagino siendo atropellada por las personas que cargan cajas para el comercio, pues allí estaban los almacenes y la caballeriza de la familia Agramonte Recio, propietarios de la vivienda. El licenciado Ignacio Agramonte Sánchez Pereira y María Filomena Loynaz Caballero tenían una posición económica próspera y crearon una familia integrada por cinco hijos: Ignacio, Enrique, Francisca, Loreto y Mariano.

La casa No. 5 de la calle Soledad tuvo rasgos novedosos para la localidad; según el investigador Fernando Crespo las características volumétricas, su altitud, así como los torrejones y balcones aislados de sus fachadas, le conferían a la casa cierto aspecto señorial habanero.

Subo por las escaleras enormes, con escalones muy separados entre ellos y pienso en cuánto costaría esa acción con los vestuarios del siglo XIX y el calor de esta isla. Sin embargo, la casa es fresca, cuenta con balcones laterales y al centro y con espacios amplios. Toda la carpintería reproduce los detalles del período: ventanas con postigos, barrotes asimétricos, balaustres torneados y puertas a la española de tablero liso fijado con clavos de hierro.

Durante la República Neocolonial, luego de que Dolores Betancourt Agramonte cediera los derechos del inmueble, este dejó de ser vivienda. En su planta alta llegó a instaurarse la sede territorial del consulado español, mientras los bajos prestaban servicios como cafetería y comercio.

El 12 de agosto de 1970 inició la restauración del lugar para dignificar el valor histórico de un sitio de tal trascendencia. En dicha intervención se modificaron algunos elementos; por ejemplo, se sustituyeron las barandas metálicas de los balcones por madera y de los característicos suelos de barro por mármol.

11 de mayo de 1973: Ignacio Agramonte Betancourt, nieto de Ignacio Agramonte, corta la cinta que deja inaugurado el museo dedicado al Mayor, en su casa Natal. Fotos/Bohemia. Mayo 18, 1973.11 de mayo de 1973: Ignacio Agramonte Betancourt, nieto de Ignacio Agramonte, corta la cinta que deja inaugurado el museo dedicado al Mayor, en su casa Natal. Fotos/Bohemia. Mayo 18, 1973.

Para conmemorar el centenario de la caída de El Mayor, el 11 de mayo de 1973, la casa natal adquirió carácter de museo y con la presencia de Fidel Castro, abrió sus puertas a todas las personas que buscan refugiarse en la historia y aprender de ella.

El 10 de octubre de 1978 fue declarado Monumento Nacional, aunque no es hasta 1980 que se oficializa esta condición.

TESOROS FAMILIARES Y DE LA PATRIA

La planta alta posee el recibidor, el salón principal, el despacho, el cuarto, dos salas, el comedor y la cocina. Las salas de exposición permanente muestran objetos de arte decorativo y mobiliario del siglo XIX, así como artículos personales de Agramonte y su familia, fotos y documentos que recogen detalles sobre su vida, sus actos militares y las gestas independentistas.

El piano pleyel francés perteneció a Amalia; puedo escuchar sus acordes desde el balcón, combinados con la modernidad de la calle Ignacio Agramonte, otrora Soledad. La cenefa y el techo de tejas criollas son originales de la casona.

Imagino el llanto de la madre que pare, la alegría de la familia por el hijo recién nacido, el corretaje del personal de servicio aquel 23 de diciembre de 1841. Allí se conserva la cucharita de paladeo que usó en su infancia el pequeño Ignacio y si cierras mucho los ojos, aún se pueden ver sus travesuras de niño.

Pero ni todo el lujo del mundo, ni la ambientación de opulencia, ni las vajillas de porcelana y los muebles de ébano, valen lo que la camisa roja listada de negro que llevó Agramonte en el combate de Ceja de Bonilla, en Minas. Ya para ese entonces la casa comienza a tomar el color sublime de la insurección; con un símbolo perecedero de la inconformidad y valentía de Ignacio. Esta acción, realizada el 28 de noviembre de 1968, constituyó su bautismo de fuego, al formar parte de la emboscada a un tren que se dirigía a Nuevitas con 800 soldados españoles comandados por el Conde de Valmaseda.

No todos los lugares pueden transportarte a un hogar de ricos y súbitamente llevarte hasta los campos mambises. El revólver Colt 36 que portaba El Mayor cuando cayó en combate resulta de los tesoros más relevantes de la casa.

“Aquí también conservamos el lapicero donado por Ignacio Ernesto Agramonte y Simoni; la punta de encaje, el molinillo de café, el crucifijo, el piano de media cola, la lámpara de opalino y la toalla de Amalia; la bastonera, el gramófano, el juego de cuarto del propio Ignacio Ernesto; la bufanda y el libro de poemas que pertenecían a Herminia, hija del matrimonio Agramonte-Simoni. A los visitantes les impresiona mucho el espejo vestidor, que fue el primer regalo de bodas que les hicieron”, argumenta Milena Parrado Pérez, Museóloga Especialista.

“El juego de comedor que tanto gusta —agrega— tiene un estilo imperio, típico del período histórico, con vajilla de porcelana francesa y una alacena con varias vajillas de porcelana alemana, italiana, inglesa y otras. En la cocina también llama la atención la copa marinera, utilizada en las embarcaciones porque no se rompía con el vaivén de las olas”.

Foto: Igmar González de la Cruz /AdelanteFoto: Igmar González de la Cruz /Adelante

LOS SERVICIOS Y ACTIVIDADES DE LA MÁQUINA DEL TIEMPO

Viajar en la máquina del tiempo que es el Museo Casa Natal Ignacio Agramonte constituye un privilegio de quienes habitamos la ciudad de los tinajones y un atractivo para visitantes. Además de los recorridos especializados, sus actividades habituales incluyen acciones de índole cultural y social, como las encaminadas a promover estilos de vida saludables para la tercera edad.

Se desarrolla en el amplio patio, además, Entre cuerdas y boleros, un encuentro para impulsar el aprendizaje del género canción en el repertorio musical cubano e internacional. Sus tardes de danzón de los segundo y cuarto viernes resultan una iniciativa para rescatar este género declarado patrimonio inmaterial de la nación.

Para celebrar el aniversario 50 de la inauguración como Museo, se han realizado diversas actividades como la exposición del libro Ignacio Agramonte y la Revolución Cubana, de Eugenio Betancourt Agramonte; la conferencia de Fernando Crespo Baró sobre la significación histórica de El Mayor y la convocatoria del concurso Diamante con alma de beso.

A estas, se sumaron en el programa de aniversario la muestra expositiva de Joel Jover Llenderos, con 15 lienzos de gran formato inspirados en Ignacio y la conferencia que tendrá lugar el próximo 19 de mayo, a cargo de la investigadora Ana Justiz, sobre la visión martiana de Agramonte.

Me asomo al balcón antes de despedirme de la casa, me quito los espejuelos en sepia, ese filtro imaginativo que te traslada a la etapa colonial. La casa seguirá allí, desconozco por cuántos años; pero al lado del correo sin sellos, a un costado de la Iglesia que redobla campanas junto al sonido de los taladros, con los pregones y la música alta de las motorinas, la cuna del abogado y líder mambí más querido por Camagüey seguirá resistiendo al tiempo y a sus ruidos.