En esta nación abundan hechos de relevancia histórica, algunos han merecido especial reconocimiento internacional como el ocurrido el 15 de septiembre de 2015, cuando se le entregó al Archivo Nacional de la República de Cuba el Certificado de inscripción de la Constitución de Jimaguayú, en el Registro Nacional del Programa Memoria del Mundo de la Unesco.
Con ese acto se reverenciaba a la Patria, se satisfacía una deuda, porque la Constitución de Jimaguayú, aprobada el 16 de septiembre de 1895 en Camagüey, representa uno de los acontecimientos de elevada notoriedad y significado patriótico en la historia de Cuba que, por su repercusión, merecen ser estudiados y conocidos por el pueblo, con énfasis en las nuevas generaciones.
Ahora se cumplen 130 años del importante documento que es símbolo de hondo patriotismo, espíritu unitario y amor a la causa libertaria, ya que en principio declara en su contenido la separación de Cuba de la España y su constitución como Estado libre o independiente con Gobierno propio por autoridad suprema con el nombre de República de Cuba.
El acontecimiento representó un paso de avance en la consolidación de una plataforma para organizar internamente la Revolución continuadora de la Guerra de los Diez Años, y en su artículo 24 estableció la obligatoriedad de que si en dos años la guerra contra la metrópoli española no estaba ganada, debía convocarse a otra Asamblea Constituyente.
La Carta Magna de la República de Cuba en Armas, la cual dio forma jurídica al movimiento revolucionario generalizado en el centro y el oriente del país, fue aprobada en los campos de Jimaguayú, en la provincia de Camagüey, tierra del prócer Ignacio Agramonte y donde ofrendó su vida por la libertad en 1873.
El documento se inspiró en el espíritu de la Protesta de Baraguá, al declarar "la separación de Cuba de la monarquía española y su constitución como Estado independiente". Y como proclamó Antonio Maceo, en 1878, dejaba constancia de su intransigencia revolucionaria al subrayar que todo tratado de paz con España "ha de tener por base la independencia absoluta de la Isla de Cuba".
De acuerdo con el criterio del destacado historiador Eduardo Torres Cuevas (fallecido recientemente): “Cada Constitución mambisa respondió a una etapa y un momento diferente. La de Jimaguayú tiene la característica de que ya se tiene la experiencia de 10 años de guerra y ha estado el pensamiento organizador de José Martí en todo el proceso: hay un Partido Revolucionario Cubano, un periódico Patria, los discursos y el trabajo organizativo de Martí. La Revolución del 95 necesita también su Ley de leyes”.
La Constitución refrendada, que regiría en Cuba durante dos años, establecía un gobierno centralizado de la República, como lo había planteado su antecesora de Guáimaro, en 1869, pero a diferencia de ésta, unía en un solo organismo los poderes legislativo y ejecutivo.
Mediante la nueva Carta Magna se nombró un Consejo de Gobierno, y el camagüeyano Salvador Cisneros Betancourt resultó elegido presidente de la República en Armas, y Bartolomé Masó ocupó la vicepresidencia, con prerrogativas administrativas y legislativas, o sea, el órgano tenía como atribuciones dictar todas las disposiciones fundamentales relativas a la vida civil y política de la Revolución.
Esa decisión proporcionaba plena autonomía al mando militar, al dejar constar en el documento que tan solo intervendría en la dirección de las operaciones militares cuando a su juicio, sea absolutamente necesario a la realización de altos fines políticos. Además, de esa forma se materializaba lo que José Martí expresara poco antes de caer en combate: “El Ejército, libre, y el país, como país y con toda su dignidad representado”.
Tal veredicto indica el interés por hacer realidad la propuesta de cerrar las contradicciones entre civiles y militares que dejó abierta la Constitución de Guáimaro, cuando depositó en la Cámara de Representantes toda la autoridad; esto permitió un órgano reducido de poder que agilizaba las decisiones sobre asuntos del Estado, lo cual era resultado de las experiencias de la Guerra de los Diez Años o Guerra Grande.
Otro aspecto significativo de la Constitución de Jimaguayú está en reconocer a Cuba y España como los países en conflicto, y los líderes responsables del hecho fueron el Generalísimo e ilustre dominicano, Máximo Gómez Báez, y el camagüeyano Salvador Cisneros Betancourt.
La base de esta crucial nueva etapa de lucha se sustentaba en la unidad fomentada por el Partido Revolucionario Cubano, liderado por José Martí, quien cayó en combate en Dos Ríos a pocos meses de comenzar la referida contienda, el 19 de mayo de 1895.
Eran apremiantes las circunstancias y se hacía casi imprescindible aunar voluntades bajo un estatus jurídico que proporcionara las herramientas para el buen desempeño de las acciones, encaminadas al derrocamiento del régimen colonialista peninsular que mancillaba a la nación cubana y la sumía en un panorama realmente desolador.
Se cumplió uno de los postulados de Martí, quien en La Mejorana, en histórico encuentro con Máximo Gómez y Antonio Maceo, logró la convocatoria a una asamblea de representantes de todos los grupos en armas, pero la prematura muerte del Apóstol impidió que él personalmente organizara y presidiera la nueva República, como aspiraban los patriotas orientales, camagüeyanos y villareños, que combatían juntos por la independencia de la Patria.