CAMAGÜEY.- La universidad es una especie de “Corazón coraza”, recordando un poema del ilustre Mario Benedetti. Es tan parecida a lo que revelan los versos “(…) porque tú siempre existes dondequiera/ pero existes mejor donde te quiero”. En medio de estos turbulentos tiempos de COVID-19, puede palparse la esencia universitaria en las comunidades, que no se limita al lejano, y ahora aislado, campus de la circunvalación norte.
Tal es la cooperación de los educandos involucrados en las pesquisas activas, en la lucha contra los coleros, revendedores y acaparadores, en la mensajería y otras iniciativas que se fomentan en todas las casas de altos estudios del país.
Esa misma esencia define también a los valientes voluntarios que desde el primer día de marzo colaboran en la Zona Roja del centro de aislamiento habilitado en los predios de la Universidad de Camagüey Ignacio Agramonte Loynaz. Volvieron a los pasillos, pero no a las aulas; retomaron la beca, pero no la docencia; en fin, ahora son fundadores de una nueva universidad, una que enseña de protección y cuidados, de confinamiento y de desinfección, de miedos y de coraje.
Para Doraine Linares Jiménez, presidenta de la Federación Estudiantil Universitaria de la Casa de Altos Estudios camagüeyana y también voluntaria, “el trabajo ha sido fuerte, aunque al pasar los días aprendemos a organizarnos mejor. Nos encargamos de funciones como limpieza de las áreas exteriores y distribución de alimentos.
“Creo que lo importante es formar un buen equipo, eso lo hemos logrado. Cada uno depende del otro, ya que si alguien descuida alguna medida de protección, nos afectamos todos. Nuestro cuidado resulta prioridad. Agradecemos a los directivos de la Universidad, por su constante celo con lo que necesitamos para cumplir nuestra misión sin enfermarnos.
“Experiencias tenemos muchas”. Cuenta que hace poco encontraron a un pequeñín sospechoso mirando al horizonte desde las ventanas de la beca. Decidió fotografiarlo y dar a conocer esa imagen en un post. “Me impactó, pues los niños no tienen noción exacta de lo que sucede alrededor y se ven aislados en un albergue, sin jugar, sin ver los muñes… Las cifras diarias nos obligan a reflexionar acerca de esto.
“Por otra parte, reconforta cuando entregamos los alimentos a los pacientes, y aunque limitamos al máximo las conversaciones, siempre nos llenan con un ‘gracias. Nos estimulan y nos felicitan.
“Ahora mismo laboran tres profesores: Osvaldo y Daimara de la facultad de Ciencias Aplicadas, y Fernando de Ciencias Sociales. Por los estudiantes, me acompañan Dainelis Rocamora de Electromécanica y Yurisdán Paneque, de la carrera Ingeniería Química”.
Paneque, estudiante de 5to. año, también comparte sus impresiones, aunque agotado físicamente luego de una jornada de trabajo intensa.
“Desde que la provincia comenzó un retroceso en la situación epidemiológica, decidí vivir esta experiencia, que en el fondo es bonita. Sabemos de universitarios que se han sumado a la tarea en otros centros”.
Ellos están en la primera línea, mas otro combate libran sus familiares. “En casa, mi familia teme, creo que como todas las de los que estamos aquí. No se cansan de repetirnos la importancia de seguir los protocolos y cuidarnos. En ese sentido, tratamos de ser lo más responsable en pos de la calidad de la tarea que asumimos.
“Garantizamos que los alimentos lleguen en el momento adecuado y con eficacia a los cerca de 100 pacientes que hasta el momento atendemos. Nos ocupamos de mantener activos los pasos podálicos y las áreas de desinfección. En fin, todo lo que se necesite para facilitar el proceso de aislamiento a los sospechosos hasta que se conozca el resultado de las pruebas PCR.
“A los pacientes los alentamos a mantener la disciplina y les brindamos la confianza de que serán atendidos con seguridad. Algunos ya han estado aislados en otro momento y vuelven al centro por resultar contactos. A los niños tratamos de animarlos más por lo complejo que resulta para ellos el internamiento”.
Daimara Mustelier Casola, profesora del Departamento de Ciencia y Tecnología de los Alimentos cursa su segunda carrera en Ingeniería Química. Quizás hubiese imaginado una celebración diferente por el Día Internacional de la Mujer, pero vivió la fecha entre caretas de protección y nasobucos.
“Debemos trabajar muy unidos. Llevamos alimentos hasta la tercera planta del edificio, pero en general asumimos cualquier tarea: organizar a los pacientes al momento de realizarles la prueba PCR o fumigar algunos cuartos. No obstante, estamos dispuestos a ayudar en lo que sea necesario al personal médico”.
Es marzo, y tal parece que en estos muchachos renace el líder histórico de los universitarios cubanos José Antonio Echeverría.
Así, entre historias de audaces apegados a un corazón coraza, se libra la batalla campal contra la COVID-19, esperando una Soberana que permita a Doraine, Yurisdán y Daimara, a Dainelis, Osvaldo y Fernando, como a tantos otros, volver a la universidad que existe donde quiera, pero existe mejor donde la queremos.