CAMAGÜEY.-El Teniente Coronel Taurino Cruz no le gusta bajar la guardia en medio del combate. Sus años de experiencia como epidemiólogo y director del hospital militar Dr. Octavio de la Concepción y la Pedraja le formaron el sentido de desconfianza de los viejos púgiles. “No podemos catalogar como cumplida la misión que les encomendó el General de Ejército a las instituciones de Salud de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de proteger a nuestro pueblo de la COVID-19, porque la experiencia internacional indica que pueden suceder varios rebrotes, pero al menos nos sentimos satisfechos de lo logrado”.

Detrás de esas palabras se enmascaran estadísticas alentadoras, pues a los salones del “Militar” entraron 190 pacientes de las provincias de Camagüey y Ciego de Ávila y de países como India, Estados Unidos, Francia y China. De 111 positivos, solo dos fallecieron. “No me gusta hablar de éxito porque lamentablemente no pudimos hacer mucho por las dos víctimas de la enfermedad, debido al mal estado en que llegaron. El dolor de esas familias es el nuestro”, admitió el directivo.

Cruz señala que, “a diferencia de otros hospitales del país, aquí establecimos como norma que el grupo técnico multidisciplinario analizaría el 100 % de los pacientes que ingresaran, y no solo los confirmados o los graves. Creo que el trabajo de ese equipo permanente resultó fundamental para que el personal en las salas procediera con efectividad”. El actuar del grupo mixto comienza en la mañana, tras el cambio de guardia, cuando las doctoras Maribys Téllez y Lorena Peñaranda recopilan toda la información clínica extraída por sus colegas de las diferentes salas en las últimas 24 horas. Los informes de cada cama son analizados profundamente en la mesa y luego comienza el intercambio con los médicos que atienden dichos casos.

Según el Mayor Amílkar Molina, jefe del colectivo, “de esas conferencias y análisis surgen recomendaciones y orientaciones para cambiar los tratamientos o aplicar las modificaciones pertinentes al protocolo. El principal reto de cara a lo que se avecinaba, era la atención a los infantes, porque aquí solo suelen atenderse los estudiantes de la escuela militar Camilo Cienfuegos. Sin el apoyo de los especialistas en Pediatría que se incorporaron al team, no hubiésemos tenido éxito”.

Amílkar se refiere, por ejemplo, a los doctores David Rodríguez y Yamila Rivero, expertos de alta calificación que llegaron desde el hospital pediátrico Eduardo Agramonte Piña. El primero, Máster en Atención Integral al Niño, comenta que “de la preocupación inicial por la incertidumbre que rodeaba a este virus, pasamos a la disposición de tomar cada decisión consensuada por el bien de los pequeños que necesitaban de nosotros. De inmediato estandarizamos las evoluciones de cada paciente para apoyar la excelente labor de los jóvenes especialistas, casi todos alumnos nuestros, que estuvieron en la zona roja”. La asistencia a distancia impone una barrera —reconoce Rivero, Máster en Infectología— porque “cada detalle es valioso para el tratamiento. Por tal razón evaluamos constantemente los resultados de las radiografías, los exámenes integrales y los parámetros de morbilidad. Estudiamos las particularidades de la enfermedad y los protocolos internacionales y decidimos no modificar nunca la tríada de Kaletra, Cloroquina e Interferón Alfa 2b. Dio magníficos resultados con los 19 menores que atendimos”.

Esta nómina técnica la componen ocho miembros permanentes del “Militar”, seis nombrados por la Dirección Provincial de Salud y otros siete que solo concurren si se demandan consultas de su especialidad. Constituyen una parte importante de los más de 600 trabajadores que mantuvieron los servicios en el centro durante casi tres meses. Alrededor del 60 % del personal sanitario de las tres rotaciones en la etapa pertenecen al Ministerio de Salud Pública. Además, se vincularon empleados del Inder, el aeropuerto, el Mined, los ferrocarriles y otras entidades para garantizar la vitalidad de todos los departamentos.

Ninguno se contagió con el SARS-CoV-2, en parte gracias a la actuación de las doctoras Misleidis Frías e Iraida Saborido, especialistas en Higiene y Epidemiología. Ellas se encargaron de los procesos y flujos para prevenir un brote interno, algo que sí ocurrió en otros territorios. La disciplina en las áreas administrativas, de sospechosos y confirmados, que durante años ha caracterizado esta institución, permitió que cada momento transcurriera sin poner en riesgo la vida del personal interno o la comunidad.

Durante las fases de la etapa de recuperación pospandemia, el “Octavio de la Concepción” se mantendrá habilitado para la batalla camagüeyana contra este coronavirus y comenzará a abrir algunas de sus consultas habituales para la atención a las FAR. Nadie ahí dentro habla de nuevos brotes por aquello de no llamar a las desgracias, pero todos están dispuestos, y ahora más preparados, para dar pelea si suena nuevamente la campana.