Foto: Archivo de AdelanteFoto: Archivo de AdelanteCAMAGÜEY.- El 9 de noviembre de 1973 los habitantes de la ciudad  vivieron momentos de mucha tensión. Un avión MIG 17 de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, en plena práctica para la maniobra militar “XV Aniversario de la Batalla de Guisa”, daba señales de que una tragedia sucedería.

El coronel (r) Jorge Vilardell González, piloto-maestro de la aviación de caza, relató minuciosamente lo acontecido y la grandeza del teniente Juan Manuel Viamontes Avellán, el joven camagüeyano de 28 años, quien prefirió inmolarse antes de provocar una catóstrofe de incalculables dimensiones.

De los recuerdos de aquel momento, a 46 años de transcurridos los hechos, señaló que él era el jefe del escuadrón de la unidad militar 1913, del que Viamontes formaba parte. Allí se preparaban los pilotos recién llegados de la Unión Soviética para que adquirieran categoría, a la espera del cumplimiento de misiones.

“Viamontes volaba a mi lado, con el número uno. Doce aviones participaron en las pruebas para el desfile que cerraríamos simulando la V de victoria. Cada nave iba con dos tanques auxiliares de combustible debajo de las alas y otra cantidad mayor en los de fuselaje, suficiente para las repeticiones durante los ejercicios”.

Explicó el entrevistado que después de las últimas coordinaciones en tierra, arrancaron, taxiaron, entraron a la pista y ambos se situaron a escasamente a unos veinte metros de separación de una ala de otra.

“Por norma, antes del despegue revisamos el avión, que no exista un salidero y el sistema de la cabina y nos preparamos para la salida. Cuando pido autorización, Viamontes me hace una señal con la mano y levantando el dedo pulgar de que todo está 'al quilo'.

“Pedí potencia para el despegue y empezamos a rodar por la pista, despegamos, guardamos los trenes de aterrizaje, momento en el que lo miro y me repitió el gesto de que todo estaba bien. Segundos después reporta por radio que tenía pequeñas vibraciones en el motor.

“Lo miro y no veo nada anormal. Ni humo ni salidero de combustible, pero  empleando una clave cifrada, le digo que aterrice”.

Coronel (r) Jorge Vilardell González, piloto-maestro de la aviación de caza. Foto: Orlando Durán Hernández /Adelante Coronel (r) Jorge Vilardell González, piloto-maestro de la aviación de caza. Foto: Orlando Durán Hernández /Adelante Todo cambió de momento. Vilardell reduce potencia a su nave para que Viamontes pase hacia adelante, situándose  a cinco metros. Llegada a la posición para iniciar el giro, acomodarse y aprovechar la pista para el descenso y sacar el tren, se produce una candela, con un largo de cuatro o cinco veces del tamaño del avión, que iba a una velocidad de 500 kilómetros por hora.

El líder buscó acercarse con su avión, lo llamó a catapultarse. Sabía perfectamente que no tenía salvación y la nave podía explotar en cualquier momento por la magnitud del fuego. Cuatro pilotos más en el aire, repetían: "catapultéate".

“Viamontes dirigió el avión en picada hacia ese lugarcito, lo único despoblado en la zona; calculó que no sería menos de setenta grados. El resto que lo rodeaba eran casas del reparto José Martí. A tal extremo, yo, que lo voy siguiendo, decido subir porque se va a estrellar y veo el impacto, el humo, y comunico a la torre de control: ¡Se estrelló!”.

Vilardell afirma que no vio desde el aire señal de paracaídas. Después de aterrizar en el aeropuerto, tomó el yipi  y se dirigió al lugar de los hechos, donde ya la multitud se había congregado. A su paso encontró a Evelia Balbuena, la esposa, quien preguntó si era Juanito. Entonces, no pudo apelar a otra respuesta "no, no te preocupes, no es Juanito".

En el lugar del impacto no había foco de incendio, sino un humo pequeño. El avión, al decir de Vilardell, "se clavó , se lo tragó la tierra. Me dijeron los compañeros de que se catapultó, pero bajito, sin darle tiempo a separarse de la silla.

“El único objetivo era meter el avión allí y que no cayera dentro de la ciudad, cargado de combustible y con proyectiles de  cañones. Deduzco que dijo: 'yo salgo de la ciudad al precio de mi vida'. Tenía esa convicción como todos los pilotos, de que ante una situación que puede provocar una catástrofe, la opción es salir de la región poblada.

"Falló algo. No podemos decir qué fue. Una hipótesis es la posibilidad del desprendimiento de un ala del compresor de la turbina. Perforó el tanque de combustible y produjo el incendio en un lugar de altísima presión", reflexiona el testimoneante.

Los funerales de Viamontes fueron como pocos en Camagüey. Miles de personas lo acompañaron desde la funeraria de La Caridad hasta el cementerio, en cuya despedida de duelo se leyó una orden de ascenso al grado inmediato superior, de primer teniente, firmada por Raúl Castro Ruz, entonces ministro de las FAR.

Foto: Archivo de AdelanteFoto: Archivo de Adelante

Él hubiera sentido el orgullo de su participación en la maniobra, porque como subrayó Raúl en el discurso en el polígono nacional de las FAR Mayor General Ignacion Agramonte, en Paso de Lesca: “La victoria de las armas guerrilleras en Guisa, el 30 de noviembre, constituyó el cerco de Santiago de Cuba, fundamental bastión militar del régimen en la porción oriental”.

Vilardell comenta desde lo profundo de su corazón, de que Viamontes merece un monumento por su acto de valor, de heroicidad y de desprendimiento, y el homenaje cada año por los estudiantes de la escuela primaria, cercana al lugar, que lleva su nombre y por las organizaciones políticas y de masa de Camagüey.

Es lamentable. Viamontes no estuvo físicamente en la maniobra, sí su ejemplo de hombre disciplinado, responsable, amigo, compañero, muy respetuoso y organizado, algunas de las cualidades que conocí, porque a pocas cuadras de mi casa en la calle Cuatro del reparto Las Mercedes vivió y estudiamos en la propia escuela # 41 Tula Aguilera.