CAMAGÜEY.- La historia pública de Javier empezó como las tantas de estos días, con la confirmación de un caso: el No. 76 de los trece positivos del jueves 26 de marzo. Por segunda ocasión, Camagüey estaba en la lista. Por segunda ocasión era un joven, ahora de 33 años.
Pero este 7 de abril, Javier dejó de ser el paciente No. 76 y el joven de 33 años. Su nombre, la expresión de sus ojos, su figura… salieron a la luz y se compartieron cientos de veces por esa alegría del cubano cuando sabe bien a uno de los suyos.
“Verse frente a frente con la COVID-19 y ganarle la partida es algo que nunca voy a olvidar. Hay certeza de cuándo y cómo entras al hospital, pero no de cómo vas a salir. Sin embargo, la dedicación de los especialistas que a diario se arriesgan por ti, te hace dormir un poco más tranquilo, te hace confiar”, declaró a la prensa aún nervioso desde la ambulancia que lo llevaría de vuelta a casa.
Memorias de un contagio
CAMAGÜEY.- La historia pública de Javier no inició el día que lo ingresaron en el hospital Amalia Simoni, ni cuando anunciaron por los medios que existía otro caso en Camagüey. Empezó cuando, en la recepción del hotel Santa María, de la ciudad, tomó las llaves de un turista francés, quien días después sería confirmado como positivo en Santiago de Cuba.
Cuenta Magdeline Ruiz Cimadevila, jefa de recepción de los Hoteles E, que el domingo 22 de marzo sobre las nueve de la mañana recibió la llamada de Javier. “Tengo fiebre y parece que me va a dar gripe”, fue lo primero que escuchó, y en menos de media hora estaba con él.
“Cuando llegué le noté enseguida la preocupación en la mirada. Ese carácter sociable, esa risa característica parecían apagados. Tras entregar el turno se quejó de ardor en los ojos y entonces le propuse ir al policlínico para que lo revisaran. Ya conocíamos que uno de los visitantes franceses que se había hospedado aquí estaba contagiado de la enfermedad.
“Una vez en el centro de salud y explicados al detalle los síntomas, la doctora que lo atendió se comunicó con el departamento de Higiene y Epidemiología, y en unos 30 minutos la ambulancia lo trasladó para el hospital.
“Desde ese momento nos mantuvimos en contacto diario. En cada llamada nos actualizaba de su evolución. Siempre se mantuvo sin complicaciones, solo le daba tos y un poco de falta de aire”.
Cuando se informó que Javier pasaba a formar parte de los casos positivos en Cuba, a varias personas les cambiaron las rutinas. Entrar a un centro de aislamiento hasta completar el tiempo establecido de cuarentena resultó prioridad para compañeros de trabajo, amigos y familiares.
“Inmediatamente ingresaron a sus padres de más de 60 años y a su esposa embarazada. Se desinfectaron con extremo cuidado muebles, utensilios y todas las superficies. En mi opinión, los cuidados que tuvo el joven al presentarse los primeros síntomas posibilitaron que todos sus contactos tuvieran el PCR negativo”, explicó Tania Expósito Martínez, doctora de su consultorio médico.
Roles secundarios
La historia pública de Javier no es solo la suya. Aquel día en que se le conoció como el caso No. 76 se supo también sobre 12 contactos. Con el análisis epidemiológico se sumarían más. En su hotel, por ejemplo, seis trabajaron el domingo a su lado, incluida Magdeline.
Solo permanecen trabajadores en la venta de bebidas y alimentos para llevar, dijo Juan José. “Nos sabíamos vulnerables por nuestra labor. Sin embargo, no pensamos que fuera Javier el primero. Es tan organizado y detallista que nunca lo imaginamos enfermo por un descuido. Desinfectó con cloro antes que nadie su área de trabajo, y antes que nadie, se puso el nasobuco, y usó guantes...”, comentó Juan José Díaz Tong, gerente de los Hoteles E aquí.
“Por esa fecha, de los seis centros que conforman el complejo, solo el Santa María brindaba servicios. Nos habían declarado receptores de los turistas hospedados en las casas particulares, incluso teníamos clientes nacionales. Todos se retiraron y por indicaciones del grupo Cubanacán la institución dejó de trabajar.
“Al día siguiente, el personal de Salud Pública —acompañado de los especialistas de Higiene y Epidemiología— fumigó las áreas del hotel y se conformaron dos grupos de sospechosos, uno relacionado con el francés y el otro con Javier. Cada persona en la lista fue ingresada, luego sus análisis resultaron negativos, y hoy el 100 % está en sus domicilios. Los demás trabajadores nos quedamos aislados en los hogares sin salir. Solo se mantuvo el cuerpo de seguridad”.
También en su barrio hubo personal de Salud, fumigación y hasta otra lista. Y aunque esos tiempos de silencios en casa ya pasaron, la doctora Tania y la enfermera Mariela apenas comienzan. Pesquisarán al joven y a su familia dos veces al día por lo menos 14 jornadas más.
“Acá controlamos su evolución, sus síntomas y el tratamiento indicado en el hospital que debe completar en el período de cuarentena. Cuando visitamos su hogar hacemos las preguntas de rutina, le tomamos la presión y la temperatura. De un trabajo bien hecho depende que Javier se recupere totalmente sin ninguna limitación”, comentó Mariela.
La estrecha vigilancia clínico epidemiológica en el hogar de Javier, permite a diario a la doctora Tania y a la enfermera Mariela el monitoreo sus síntomas y el cuidado de toda la familia. Foto: Alejandro Rodríguez Leiva / Adelante
Una historia... y más
La historia pública de Javier es, de algún modo, la de las 51 personas hasta este viernes agradecidas por el éxito de la medicina cubana ante la creciente pandemia. Del otro lado están las que a nadie gusta contar, ni leer, las de los 15 que hasta hace pocas horas engrosaban desde este Archipiélago la lista de los millones de muertos en todo el mundo.
Cortar la cadena de contagio con las buenas prácticas colectivas es la mejor manera de frenar las noticias de la COVID-19, la lista de casos que no son números, sino personas con familia, con planes, con futuro.
Por eso Javier no pensó solo en sí mismo el día de la vuelta a casa. A todos los que dejaba dentro del hospital militar Dr. Octavio de la Concepción y la Pedraja les deseó la mejor de las suertes. “Hay que echar pa’lante, hay que luchar por salvarse, hay que responder con vida a quienes, vestidos de blanco y verde, nos regalan a diario un pedazo de la suya”.
Cuando estamos acostados en una cama, lejos de los nuestros, con humanos temores, valoramos más todo a nuestro alrededor, a quienes dejamos en casa, a quienes de verdad importan y a esos incomprendidos a veces que dejan a los suyos atrás para curar a desconocidos...
A los camagüeyanos, a los cubanos, les recomendamos cumplir con todas las medidas, que se cuiden y que cuiden a los que quieren, por menos historias de sustos y muchas menos (ojalá ninguna), de muerte.