CAMAGÜEY.-Hace 21 años Irina se graduó de enfermera. Hace 21 años la Licenciatura le confirmó lo que desde adolescente le hacía esforzarse más en clases. Cuidar a otros, ayudar y cambiar vidas eran sus sueños, los que le iluminan los ojos cuando habla de su profesión.

Dedicada a la atención primaria de salud desde el tercer año de la carrera, Irina Fernández Cammañ vive la situación epidemiológica actual de una forma “normal”. Aunque ya los domingos no sean días de descanso y se incrementen las visitas a los pacientes en las casas, la emergencia del nuevo coronavirus no ha detenido ningún programa en el consultorio número seis del policlínico Ignacio Agramonte.

Quien lo visite por estos días notará que se han extremado los cuidados, pero a nadie se ha dejado de atender. Las consultas de los especialistas no se han suspendido, continúan las donaciones de sangre, la vacunación, la detección precoz del cáncer cérvico uterino y el programa materno-infantil.

Teniendo en cuenta el nivel de envejecimiento poblacional en su zona, explica, se suma a la cotidianidad el servicio de mensajería de las farmacias a los adultos mayores de 60 años, “y no les faltan los medicamentos indispensables, a la vez que evitamos que salgan de sus hogares”.

Acostumbrada está a rodearse de estudiantes, porque imparte clases en cuarto año de Enfermería y en los primeros de Medicina. Ahora los recibe todos los días, como una de las encargadas de conformar el parte diario de las pesquisas activas en su área de salud.

“Cuando llegan los muchachos y nos facilitan los datos, elaboramos un informe lo más detallado posible que discuten las doctoras a cargo y enviamos al puesto de mando del policlínico. Desde iniciado este proceso en la provincia, no hemos incumplido ni una vez. Somos los mayores responsables en detectar a tiempo cualquier síntoma dentro de la población. No podemos fallar.

“Para que el personal de Salud dentro de las salas de aislamiento labore sin preocupaciones, debe tener la certeza de que afuera los respaldamos. Si importante es su misión, también la nuestra”.

Y bien se ve que esta especialista en enfermería comunitaria (y también máster en atención integral al niño) se toma en serio lo de no fallar, lo crucial de su labor. Ya en casa le explicó a Dianela que si llaman a mamá para trabajar en una zona de alto riesgo epidemiológico, lo hará sin pensarlo. Lo tiene decidido. Es una de las razones por las que aplauden desde su balcón a las nueve de la noche.

A ella le dedican palmas los familiares de los ancianos encamados, a quienes no ha dejado de cuidar, o nada, las madres de los lactantes que confían en sus manos para vacunar; los pacientes que presumen de “su” enfermera por su amabilidad.

Puede que muchos no sepan que el próximo martes Irina festejará, trabajando, su Día Internacional. Puede que algunos todavía no valoren los aportes de los enfermeros a los logros de la salud. Sin pedir mucho a cambio, siguen ahí, próximos al enfermo, en una sala de emergencias, en un consultorio o salvando desconocidos, a cientos de millas de sus familias… la de Irina es, sin dudas, una profesión de valientes.