CAMAGÜEY.- El Instituto Nacional de Deportes, Educación Física y Recreación ha luchado desde su nacimiento hace 60 años contra una enfermedad que le inocularon desde el exterior. Este cáncer que afecta a toda la sociedad cubana se ha manifestado de manera particular en el sector, pero las alegrías en los más encumbrados podios, la promoción de la actividad física como derecho del pueblo y el bregar de miles de trabajadores y voluntarios le han plantado cara.
Para Raúl Fornés Valenciano, vicepresidente primero del Inder, “este es un fenómeno progresivo: si nos ubicamos en 2017, por causas del bloqueo nuestro deporte sufrió pérdidas por más de 495 000 dólares, pero esa cifra ha ido ascendiendo hasta llegar a casi 10 millones en 2019”.
El directivo expuso estas cifras durante un foro internacional que sesionó en el Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos y en el que se recibieron mensajes de apoyo desde Venezuela, Holanda, México, Colombia, Canadá, Alemania y Kazajistán, entre otros países. El reconocimiento mundial a los logros de nuestro sistema deportivo se hace aún más fuerte cuando se conocen las dificultades impuestas por este conjunto de leyes y medidas a profesores, entrenadores, practicantes y atletas de alto rendimiento.
Imagen: Tomada de cubasi.cu
En Camagüey el mal llamado embargo (un eufemismo para tan dañina política) se expresa de igual manera. El colega Reynaldo Varona abundó en el tema desde la narrativa de mujeres y hombres como Mario Leonel Moas, gloria del béisbol cubano. El mítico número 20 de los equipos agramontinos comentó que desde sus tiempos de atleta activo el deporte nacional resulta uno de los blancos visibles de este flagelo:
“El país siempre asegura todo para que no se sientan las carencias en la Serie Nacional, pero las categorías inferiores sufren más la escasez de implementos. La pelota constituye una disciplina cara por la cantidad de instrumentos necesarios para su desarrollo y a nosotros nos cuesta más porque no podemos acceder al mercado del vecino del norte, principal fabricante. Al máximo nivel también sufrimos la prohibición de acceso a software y páginas especializadas norteamericanas”, dijo el otrora estelar jonronero.
Últimamente su familia también ha sentido directamente las consecuencias de la política de Estados Unidos hacia Cuba. Su hijo, Leonel Moas Acevedo, autorizado por la Federación Cubana de Béisbol a negociar con franquicias de las Grandes Ligas, vio roto su sueño con el veto de la administración Trump. La ruptura del acuerdo con la Major League Baseball significó el regreso a los tiempos del robo de talentos y las irregularidades migratorias que le rodean, juego en el que los Moas afirman no actuarán.
Como Mario Leonel, otras glorias de nuestro deporte se han visto privados de participar también en cursos y competencias en calidad de invitados. Según Félix Espinosa, presidente de la Comisión Provincial de Atención a Atletas, “en las últimas décadas a decenas de estrellas, árbitros y directivos de nuestra provincia se les ha negado la visa de entrada a territorio estadounidense y puertorriqueño para asistir a diferentes eventos. Además, como todos los sectores de nuestra sociedad, a nuestro departamento se le obstaculiza el empleo de recursos para estimular a quienes lo han dado todo por el deporte revolucionario”.
Suman cientos los casos de competidores que no han recibido los premios monetarios de certámenes como la Copa de Oro de fútbol, los Clásicos Mundiales de Béisbol o los Grand Prix de judo con celebración periódica en Estados Unidos; miles los niños que hoy no pueden tener un balón para jugar voleibol o baloncesto por nuevas tecnologías y materias primas negadas a la industria deportiva cubana; pero también suman cientos los atletas que se han colgado medallas mundiales y olímpicas pese a la falta de fogueo internacional, a entrenar tiro ¡sin balas! o a no contar con los medicamentos óptimos para una lesión.
Así es Cuba y así es su deporte, que con “embargo”, se mueve y triunfa.