CAMAGÜEY.- Las drogas son un parásito que se introduce lentamente en la vida de las personas. Se presentan como un simple ”¿quieres probar?”, y en forma de humo, líquidos o pastillas toman el cuerpo humano como suyo.
Al inicio saben mal, pero sigues probando. Quizás porque “a todos les gusta, y por algo será”, o porque parecen la forma más fácil de evadir la ansiedad, el estrés y los problemas. Sin darte cuenta, una mañana lo único que quieres hacer es fumar un cigarro porque las manos te tiemblan y no puedes controlar el impulso. Las adicciones vienen disfrazadas de soluciones rápidas, pero, a largo plazo son asesinas de neuronas.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) define droga como “cualquier sustancia que, al ser inhalada, inyectada, fumada, ingerida, disuelta bajo la lengua, absorbida a través de un parche en la piel o de las mucosas, provoca un cambio psicofísico temporal en el sujeto, su estado de ánimo y sus actividades mentales”.
Todas estas sustancias, al entrar en el organismo, activan en el cerebro un complicado circuito neuronal relacionado con el placer. Esto provoca que sea muy difícil controlar el consumo.
Los más propensos a desarrollar dependencia son los jóvenes. Su primer contacto con las drogas puede darse por diversos factores: la necesidad de sentirse aceptados por su grupo de amigos, la disponibilidad de sustancias, la permisividad familiar y la falta de supervisión parental.
Mas, hay otro aspecto crucial: el ambiente familiar. Crecer en un hogar donde hay consumo de drogas, abuso de alcohol o poca estabilidad emocional aumenta el riesgo de que los adolescentes desarrollen adicciones. La falta de comunicación entre padres e hijos, la ausencia de normas claras y el descuido emocional pueden empujar a un joven a refugiarse en las drogas. Por el contrario, una familia que fomente el diálogo, el apoyo y el ejemplo positivo actúa como un factor de protección ante el consumo de sustancias.
Aunque muchos adolescentes reconocen los peligros del consumo de drogas, la presión social y el deseo de pertenencia pueden ser más fuertes. Sin embargo, lo que comienza como un experimento puede transformarse en una cadena difícil de romper.
El abuso de drogas en la adolescencia tiene consecuencias devastadoras. El alcohol, por ejemplo, altera el desarrollo normal de la corteza prefrontal y el hipocampo, afectando funciones esenciales como la toma de decisiones y el aprendizaje. Además, los muchachos consumidores son más propensos a desarrollar problemas de salud mental como ansiedad, depresión y trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH).
¿Cómo luchar contra las adicciones? Sin dudas es más efectivo prevenirlas que combatirlas una vez instaladas. Algunas estrategias incluyen la educación temprana, hablar sin tabúes, explicar sus efectos reales sin exageraciones ni alarmismo.
Así mismo tener una supervisión activa por parte de los padres o tutores; no se trata de espiar, sino de conocer con quiénes se relacionan y en qué ambientes se mueven. Además, promover alternativas saludables: deportes, arte y actividades recreativas pueden ser refugios más sanos para el estrés y la ansiedad.
Por otra parte, si una persona ya ha caído en el consumo problemático, la recuperación es posible, pero requiere voluntad, apoyo y tratamiento profesional. Se precisa desarrollar una desintoxicación médica supervisada, en caso de dependencia severa, así como terapias psicológicas, grupos de apoyo, como Alcohólicos Anónimos (AA) o Narcóticos Anónimos (NA) y por supuesto, acompañamiento familiar, porque el entorno resulta clave para la recuperación.
Las drogas nunca llegan solas: traen consigo la mentira, la dependencia y, en demasiados casos, la muerte. Cada vez que alguien las prueba, está apostando su vida en un juego donde el oponente siempre gana. Prevenir no es cuestión de suerte, sino de conciencia.
La verdadera resistencia radica en tener la valentía de decir “no”. La libertad nunca ha estado en una pastilla, un polvo, un cigarro o el peligrosísimo “famoso” de turno, el “papelito”. La verdadera libertad es poder elegir, y elegir bien.