CAMAGÜEY.-No por repetido debemos restarle atención: este 6 de abril cumplió 60 años el genocida memorando del Subsecretario Asistente para Asuntos Interamericanos del Departamento de Estado, Lester D. Mallory a quien se le apunta la idea original del bloqueo a Cuba. No hay que ser un analista del discurso para develar el significado latente de las líneas escritas por Mallory.

“...hay que emplear rápidamente todos los medios posibles para debilitar la vida económica de Cuba (…) una línea de acción que, aun siendo lo más mañosa y discreta posible, logre los mayores avances en privar a Cuba de dinero y suministros, para reducirles sus recursos financieros y los salarios reales, provocar el hambre, la desesperación y el derrocamiento del Gobierno”.

Cerrar, bloquear, impedir, hostigar a Cuba. Esa era la meta y lo sigue siendo hoy. En el último año esa política costó al país 4 343, 6 millones de dólares. Una simple operación matemática revela el increíble dato de que el costo fue de 12 millones de dólares diarios.

Habría para darle a cada uno de los 168 municipios de este país 12 millones de USD dos veces al año y quedaría dinero. Cuánto haríamos en cada uno de nuestros territorios con 24 millones de dólares en un año. Sin embargo, las afectaciones del bloqueo no quedan solo allí. Inciden directamente en el pueblo cubano y los principales defensores del mal llamado embargo cacarean hasta el cansancio que las medidas restrictivas están dirigidas solo a afectar “al régimen cubano”.

Según datos ofrecidos por economistas a ambos lados del estrecho de la Florida, en último trimestre de 2019, por el recrudecimiento de las medidas de administración Trump, Cuba solo pudo adquirir en el mercado norteamericano, que además hay que pagar en efectivo y por adelantado, menos de 5 000 toneladas de pollo mensuales, cuando meses anteriores promediaban 15 000 toneladas. La diferencia y más hubo que buscarla en mercados tan lejanos como Europa y no la más cerca, estamos hablando de Europa del este. Yo le pregunto entonces a esos que con tanta fuerza defienden y aplauden descaradamente el bloqueo a Cuba e incluso hasta culpan al gobierno cubano y al llamado “bloqueo interno” de los problemas económicos del Archipiélago , ¿quién se come ese pollo, acaso no es el cubano "de a pie" que tanto dicen ellos defender? Y para más cinismo después montan un show mediático con las colas para comprar pollo en Cuba.

Pero la falta de humanidad es tanta que ni en tiempos de pandemias dejan de apretar, y eso no es muela barata. El primero de abril, Estados Unidos bloqueó la llegada a Cuba de un donativo, cuando la transportista contratada por Jack Ma, fundador del gigante electrónico chino Alibabá, renunció a traer a Cuba un donativo de mascarillas, kits de diagnóstico rápido y ventiladores. Véase bien que son insumos necesarios para combatir la COVID-19, no se trata de lujo alguno.

Donald Trump y sus asesores hacen caso omiso a la petición de las organizaciones, incluyendo a Naciones Unidas y su Consejo de Derechos Humanos de levantar las sanciones a Cuba y Venezuela para que ambos países estén en mejores condiciones de enfrentar la enfermedad. Mientras esto sucede, el actual inquilino de la Casa Blanca juega a hacerse el Comandante en Jefe, sabiéndose el principal responsable de la crisis sanitaria provocada por una enfermedad que él minimizó llamándola “un catarrito”.

Nada de esto que sucede en el mundo importa a los medios, ya sea a los grandes monopolios o a los mal llamados alternativos, que parecen haberse alineado, una vez más, contra Cuba y estar jugando a la, muy peligrosa en estos tiempos, estrategia de desinformación.

A 60 años del memorando de Mallory, la vida nos demuestra que las intenciones siguen siendo las mismas, rendirnos a como dé lugar. Pero Cuba sigue dando muestras al mundo de su grandeza y los ejemplos por estos días han sobrado, y sí de algo no podemos olvidarnos los cubanos, y es cuestión de supervivencia, máxime con lo visto en los últimos meses, es que nuestra lucha ha sido y seguirá siendo contra los demonios.