CAMAGÜEY.- Cuando abril seco y con pocas esperanzas de precipitaciones avanza hacia un mayo dependiente de algún evento climático húmedo, según las predicciones camagüeyanas del tiempo, la tierra agrieta sus venas, los pastizales amarillean y los espejos de agua evaporan bajo el sol y la brisa caliente.
Pese a los chubascos esporádicos del último frente “frío” que reverdecieron césped y cunetas, cabalgan la casi totalidad de la llanura camagüeyana las tres sequías: la meteorológica, déficit de precipitaciones que transita desde marzo del año anterior hasta el actual calendario de promedios “históricos” erráticos que irremediablemente desembocan en la aridez agrícola, incluidos los suelos beneficiados por fuentes hídricas hoy deprimidas, secas.
Hoy los 54 embalses controlados y atendidos por el Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos (INRH) en la provincia para almacenar poco más de 1 209 millones de metros cúbicos, represan solo el 24,4% de esa capacidad total y diez reservorios: Unión II, San Felipe, Najasa I, Anguila, Pastora, Las Piedras, Porvenir II, San Juan de Dios, Santa Ana y Misión V, tocan fondo.
Las doce fuentes del abasto potable, acumulan agua para el 41,9% de sus posibilidades; Sin embargo, si son impostergables las medidas regulatorias y los horarios de riego en el uso óptimo del agua para los cultivos prioritarios y actividades vitales de la agroeconomía y los servicios , la corrección de salideros, en redes, conductoras y en el interior de las viviendas se hace cada vez más urgente para que el insustituible líquido alcance, sobre todo en presas que tributan a la ciudad de Camagüey, con limitados caudales acuáticos como Pontezuela y Tínima, con reservas para 49 y 53 días de bombeo.
No hay que esperar que los embalses y pozos colapsen para ahorrar agua ni permitir que los despilfarradores la desperdicien para después pedir agua por señas, porque las tres sequías: Meteorológica, agrícola e hidrológica no esperan, aparecen por campos y ciudades de Camagüey.