Foto: Tomada de Venceremos“Ahora, en medio del golpe demoledor y fresco de los huracanes, es cuando debemos demostrar lo que somos capaces de hacer”... bien lo sabía Fidel, aquel que tantas veces miró de frente los vientos y creció junto a los ríos.
Esta semana, hasta la naturaleza ha vuelto a ponernos a prueba. No importa con cuántos sobresalientes cursemos cada asignatura que la vida nos imponga, otro reto vendrá a colocarnos en jaque, para tasar el material del que estamos hechos.
Ian, un huracán de gran intensidad, nos volvió el susto a los cuerpos para no dejarnos olvidar del todo que por aquí los eventos meteorológicos pueden hacer su “zafra” durante cinco meses en el año. Esta vez encontró en nuestra Isla y en el Occidente el lugar donde espantar los sueños y arrebatar los bienes. Las fotos duelen. Los testimonios duelen. La gente salva. En medio de las casas desaparecidas, de los postes acostados, de
lo poco que quedó secándose al sol, se repite un mantra: “estamos vivos”, y eso es suficiente para saber que hay mañana.
Díaz-Canel, vestido del mismo verdeolivo que tantos amaneceres nos ha despertado, aseguró desde Pinar del Río, cuando todavía llovía, “aunque el primer impacto es muy doloroso no nos queda más remedio que poner el pecho e irnos por encima de la adversidad. Lo vamos a lograr y hay que estar seguros de que podemos hacerlo y van a tener el apoyo del país; en tanto ya hay brigadas eléctricas, de construcciones, de comunicaciones que salen hacia la provincia para ayudar en las labores de recuperación”.
Plan contra plan es nuestra mejor estrategia. Aquí, abrazarnos en el dolor significa hacer. “Tenemos que levantarnos con mucho trabajo y solidaridad entre todos”, aseguró el Presidente porque sabe que ahí radica la clave del éxito.
Para alzar las líneas caídas, utilizar eficientemente la madera de los árboles arrancados de raíz, reorganizar servicios básicos, levantar viviendas, alegrar almas guitarra en mano, llegan vecinos de todo el país, como mosaico de eso que sabemos ser mejor: una gran familia.
“El esfuerzo, principalmente, de nosotros, no es para compensar lo perdido; el esfuerzo de nosotros es para superar lo perdido, el esfuerzo es para crear condiciones de seguridad definitiva en la zona afectada por el ciclón”. Así nos enseñó Fidel, y al huracán que destruyó le sucede un huracán que construye: el pueblo que levanta a Cuba con sus manos, que sostiene la casa grande.
Y cuando Ian recién salía dejándonos aún tempestades y marejadas, el Sistema Electroenergético Nacional, cuya estabilidad nos ha tenido en vilo los últimos meses, colapsó para acaparar titulares de hecho extraordinario.
Pareciera que este país no tuviera derecho a la calma, a aspirar al menos a unas semanas en las que los asedios económicos, las provocaciones injerencistas o el clima no sean un boicot para la mejor construcción de la nación.
Y entonces, pareciera que nos detenemos; que en la queja justa por lo que más se necesita, en el apagón que se vuelve casi miembro del hogar, en la mirada cansada de quien sale a conquistar, otra vez, el día, se inmoviliza el país.
Mire bien y verá que no es cierto: un médico salva en el hospital, aun sin todo lo que quisiera a mano, un maestro enseña las primeras letras en la escuela, una bailarina ensaya su obra debut, un campesino siembra, una científica insiste en encontrar la vacuna contra el dengue... un pueblo vive, como huracán que obra 12 meses al año.