El 6 de septiembre de 1874, el jefe de una columna española en San Antonio de Baja, en los alrededores de Bayamo, no ordenó rematar a un mambí prisionero que permanecía encima de una carreta con el rostro ensangrentado por un disparo de su revólver, que se propinó en la barbilla y salió por la frente, frustrando así su intención de no caer vivo en manos enemigas. Calixto García Iñiguez era aquel patriota de 35 años, quien con su valentía impresionó al enemigo.
El joven, nacido en Holguín el 4 de agosto de 1839, hace 182 años, en el seno de una familia de patriotas y de modestos recursos económicos, se incorporó a la Guerra de los Diez años desde sus primeros días y a golpe de valor en más de 30 combates y batallas, fue ascendido a general el primero de mayo de 1872 y ocupó importantes jefaturas del Ejército Libertador.
Cuando ocurrió el suceso antes descrito, sus captores se entrevistaron con su madre Lucía Iñiguez y le comentaron que su hijo estaba prisionero. Ella rechazó de plano que ese fuera su Calixto y al aclararle que estaba gravemente herido por el disparo que se propinó, entonces le contestó que ese sí era su hijo porque deseó la muerte antes de caer cautivo.
Después de reponerse de sus graves heridas, el bravo mambí fue enviado a las cárceles de Pamplona y Alicante, en España, donde permaneció cuatro años, hasta que como resultado del Pacto del Zanjón fue puesto en libertad el 29 de mayo de 1878.
Se radicó en New York y se implicó de lleno en la preparación de una nueva insurrección desde el Comité Revolucionario Cubano. Fue así que se gestó la llamada Guerra Chiquita y tras varios intentos infructuosos desembarcó por Playa Cojímar, al oeste de Santiago de Cuba, pero ante la falta de condiciones para el desarrollo de la contienda, enfermó, y solo y aislado capituló el 3 de agosto de 1880.
Nuevamente lo deportaron a España, donde residió hasta el comienzo de la Guerra de 1895-1898, en que se trasladó a Nueva York.
Como nota curiosa, durante su estancia en la Metrópoli por su poder de influencias cooperó en la frustración de una misión del gobierno hispano que envió en visita oficial a Cuba en 1893 a la princesa Eulalia de Borbón, para fortalecer el espíritu integrista y la corriente autonomista en la Isla.
Pero la princesa, de 28 años y de un fuerte espíritu rebelde y liberal, se preparó por su cuenta y según se conoce por sus memorias entró en contacto con el cubano por intermedio de un amigo común, y gracias al culto “cabecilla” pudo penetrar un poco en la realidad del problema. Escribió en sus memorias: “Llegué a pensar que, al fin y al cabo, les sobraba razón a los cubanos en sus deseos de libertarse”.
Así la miembro de la realeza, a su regreso de la misión en La Habana, aconsejó al Rey de España que lo mejor que podía hacer era permitir la independencia de la Isla.
En 1895, Calixto García respondió de inmediato al llamado de José Martí para la Guerra Necesaria y a pesar de contar con 56 años de edad y una salud quebrantada por las heridas mal atendidas y mucho tiempo en la manigua y las cárceles peninsulares, después de naufragar en una expedición llegó a la manigua redentora el 24 de marzo de 1896 por las costas de Baracoa.
El jefe mambí, en la nueva contienda, empleó con éxito la artillería y sus operaciones se caracterizaron por utilizar los métodos tácticos y estratégicos del uso combinado de la caballería, la infantería y la artillería, del cerco en la toma de ciudades y fortificaciones, como el fortín de Loma de Hierro, y las localidades de Guáimaro, Tunas, Guisa y Bayamo, entre otras.
A su gran maestría militar debieron las tropas estadounidenses, que intervinieron en 1898 en la llamada guerra hispano-cubano-americana, gran parte de sus éxitos ya que por orden de la República en Armas apoyó con sus tropas primero los desembarcos en las playas de Santiago de Cuba, que preliminarmente ocupó, y bloqueó la llegada al litoral de tropas colonialistas para acciones contra el desembarco.
Cuando el incapacitado jefe estadounidense William Shafter, desmoralizado por el alto número de pérdidas concibió una retirada y reembarque de sus tropas, generales norteamericanos le propusieron a Calixto García que dirigiera las tropas estadounidenses y cubanas, lo cual declinó pero solo pudieron salir los invasores de tal trance al adoptar los planes de ataque que este había propuesto.
Sin embargo, es conocida la afrenta que sufrieron Calixto García y sus tropas cuando las fuerzas españolas se rindieron en Santiago de Cuba y el propio Shafter, según instrucciones de Washington, impidió la entrada de los cubanos a esa ciudad el 17 de julio, bajo el pretexto de impedir supuestas acciones de venganza contra los hispanos, lo cual provocó la histórica carta del general mambí, en la que escribió:
“(…) no somos un pueblo salvaje, que desconoce los principios de la guerra civilizada; formamos un ejército pobre y harapiento, tan pobre y harapiento como lo fue el ejército de sus antepasados en su guerra noble por la independencia de los Estados Unidos de América; pero a semejanza de los héroes de Saratoga y Yorktown, respetamos demasiado nuestra causa para mancharla con la barbarie y la cobardía”...
Calixto García, además, le anunció su renuncia al cargo de jefe del Departamento Oriental y de su colaboración con los interventores y marchó con sus tropas hacia Jiguaní.
Pero el bravo general no viviría mucho tiempo y falleció víctima de una pulmonía en EE.UU. el 11 de diciembre de 1898, cuando se encontraba en una misión en ese país enviado por la Asamblea de Representantes de la Revolución Cubana de Santa Cruz del Sur, con la meta principal de lograr el reconocimiento de ese órgano, lo cual fue rechazado por las autoridades estadounidenses.
La total entrega a la lucha del prócer mambí, y su extraordinaria hoja de servicios en las tres guerras de independencia coronada con su histórica vindicación de patriotismo que significó su carta a Shafter, conforma el legado que dejó para las nuevas generaciones de mambises que defienden a la Patria de los continuadores de aquellos primeros imperialistas que no cesan en su desprecio y políticas agresivas.