CAMAGÜEY.- Esta historia sencilla, cotidiana, se teje en el Consejo Popular (CP) Vista Hermosa, pero sus “costuras” pueden ser visibles, detectables, en cualquier punto de la geografía camagüeyana.
Carmen Díaz García, directora del Combinado Deportivo Vista Hermosa-La Yaba, no se cansa de reconocer el tremendo esfuerzo que implica tener a más de una veintena de sus técnicos desempeñando la función de mensajeros en el Sistema de Atención a la Familia (SAF) en la unidad La Esperanza.
“Es un trabajo muy agotador. Comienza temprano en la mañana, con la visita a cada familia para informarles del menú del día siguiente, recibir-comunicar el pedido, y después retornar para llevar los alimentos”.
Ese “ejercicio” se repite de domingo a domingo. Haya sol intenso o lluvia, llegan a cada persona acogida a este generoso apoyo estatal.
PASITO A PASITO...
El “profe” Roberto Lazo, quien encabeza el grupo, refiere las contingencias con las que tropiezan constantemente. “Una de las más comunes es la ausencia del beneficiado en su casa. Si hay apremios, debes continuar tu ruta de entrega, o esperar a que retorne. Pero nada falla. Si algún compañero enferma, o hay cualquier eventualidad, se le asigna su caso a otro, pero nadie queda sin ser atendido, y aquí son más de 130 los acogidos al servicio que prestamos”.
La presidenta del CP, Estela Agüero, es presencia casi permanente en el seguimiento a tan importante misión.
“Nada puede quedar a la deriva, ante un problema la solución tiene que estar a mano. Este resulta un programa muy humano, muy revolucionario, y pese a las dificultades, el país lo ha mantenido aun en momentos complejos.
“Tenemos asistenciados de las siete circunscripciones, y atendemos casos del CP Garrido, incluso personas que viven distantes de nuestro radio de acción. Varios mensajeros se desplazan sin transporte, y deben cubrir distancias largas y en varios momentos”. A pesar de tanto esfuerzo, hay razonables cuestionamientos.
“Fundamentalmente, la variedad en el plato fuerte y el precio, que aunque ha tenido modificaciones, todavía algunos lo consideran elevado. Mas, no hay dejación del servicio. En casos extremos, optan por reducir los pedidos”.
La joven Dairiana LaFuente Baños lleva pocos meses como administradora de La Esperanza, que tiene la encomienda de atender a 151 inscriptos en el SAF y también a tres vacunatorios. La labor empieza antes de que la mañana se espabile. Aún con las brumas de la madrugada, comienza el proceso de cocción, ya sea con gas licuado o con carbón vegetal.
El menú semanal lo dirigen desde la Empresa de Gastronomía. “Los aseguramientos impiden que haya cambios”,manifestó la administrativa. En ocasiones disponen de ofertas opcionales, en lo fundamental jugos y refrescos, que pudieran aumentar en variedad. Cuentan con unos 3 000 pesos mensuales para autogestión, que amparan la compra de productos para reforzar la dieta, un monto financiero insuficiente.
“Hacemos un esfuerzo permanente en los dos turnos de la cocina para que los alimentos tengan buena calidad, y salgan a la hora establecida para su distribución”, refirió LaFuente Baños.
...HASTA EL BENEFICIADO
Isabel Cristina Hernández Lechuga, por razones asociadas a la COVID-19, no está en su área habitual, que es la merienda escolar. Ahora su nuevo trazado, su ruta diaria es la mensajería en el SAF.
Ante el cambio de modalidad del curso escolar, no le faltó disposición para la noble misión: llevar los alimentos hasta las viviendas de cuatro familias.
Ella sabe que el éxito de este legado de Fidel depende también de su quehacer. “Cumplir es mi propósito permanente, y que las personas se sientan satisfechas con mi puntualidad y buen trato”.
Para Eutimio Cruz Peña, de 86 años, y Nereida Cabrera, de 78, es casi familiar la visita de la mensajera para quien guardan frases de elogio y agradecen su voluntad y puntualidad.
“Ella no falla, viene siempre con una sonrisa”, coincide el matrimonio, residente en una humilde morada en la calle Stanford, en la circunscripción No. 35, y acogidos desde el pasado año a esta atención, que ahora se implementó casa a casa para impedir que personas con alto riesgo salgan de su hogar.
El agradecimiento es perceptible. Isabel recién comienza su labor. Otros esperan por su llegada, en esta misión noble, altruista, que lleva esa filosofía que Alejandro Dumas legó con su “uno para todos”. Y en Cuba, seguimos siendo un poco mosqueteros.