CAMAGÜEY.- Carlos Lazo es de los cubanos que se juega la vida todos los días por cambiar la historia entre los pueblos de Cuba y Estados Unidos. Un cubano de verdad, como dice Alexander Abreu en el tema Me dicen Cuba: de los que lee a Martí, la prosa de Guillén, busca guayabera y un sombrero de guano. Él sabe de verdad lo que es sentirse cubano y se autodefine primero que todo como padre, esposo, abuelo, cubano y norteamericano.
“Viví una mitad de mi vida en Cuba y la otra la he pasado en Estados Unidos. Mi identidad, la persona que soy, se ha nutrido de la gente con la que he compartido en ambos países, y a los dos los quiero como se quieren a la madre y al padre. Todos los días de manera humilde impulso la creación de puentes entre ellos. Como hijo de las dos naciones lucho a diario para que se lleven mejor y se den la mano”, cuenta vía Internet.
Él, con una vida hecha allá, no deja de hacer por los suyos aquí. Hasta recorrió 5 000 kilómetros en bicicleta para exigir el fin de las crueles medidas contra el pueblo cubano que impuso la administración Trump. Buscó el apoyo del entonces candidato Biden para que, de llegar a la presidencia, retirara las restricciones que aún pesan contra la familia cubana.
“Ha sido increíble cómo la gente se empezó a sumar a esta iniciativa. En Europa, por ejemplo, están caminando a favor de los Puentes de Amor, empezaron a pedalear, a darnos fuerza. En Miami iniciaron siete personas y hoy son muchísimas, y apoyamos estas Caravanas de cientos de cubanoamericanos, de gente de buena voluntad que, más allá de ideologías, creen en el amor.
“Para la bicicletada del 28 ya no es solo aquí. Habrá en Ciudad de Panamá, en Granada y Barcelona en España. Resulta casi increíble que aquella chispa de cinco locos recorriendo Estados Unidos haya dado lugar a tantos puentes de amor”.
El profesor de Español en Seattle ha brindado altos servicios a los norteamericanos, incluso fue médico de combate en Iraq.
“Es irónico que uno abogue por el amor y la vida y haya otros amenazando de muerte. Esta batalla no es solo por la familia cubana, también por los Estados Unidos, por mi pueblo, por mis pueblos. Porque el bloqueo no solo castiga a los cubanos, sino a los de aquí, que no pueden viajar y conocer de la cultura cubana, y al mundo, porque impide a los científicos y profesionales de ambos países trabajar juntos. Cuántas cosas se pudieran hacer, qué mensaje sería para el mundo. Ahora mismo, una nación como Cuba, casi sin recursos, bloqueado en medio de una pandemia fue capaz de desarrollar candidatos vacunales. ¿Se imaginan si hubiera habido cooperación entre los dos países?”.
El 2004 fue clave para él. Al regresar de Iraq quería venir a ver a sus hijos y se encontró con las regulaciones de la administración Bush que limitaban los viajes a una vez cada tres años.
“Entonces empecé a protestar, a hablar en los medios, mandé videos al Congreso de los Estados Unidos hablando de lo injusto de las restricciones, apoyadas por la parte más conservadora de los representantes cubanos en el Congreso y terminé testificando en el Senado. Años después, Obama flexibilizó las medidas al punto de que como maestro visitaba con mis estudiantes las escuelas aquí, participábamos en actividades culturales. Llegó Trump y lo prohibió. Empezó a cortar las vías para enviar ayuda a nuestras familias, cortó el programa de reunificación. Entonces, no me quedó más remedio que hacer. Las opciones son quedarte cruzado de brazos o poner tu alma y tu corazón en trabajar por tu gente y tu familia, por tus pueblos”.
El mensaje de Lazo a los cubanos que viven fuera es claro: “que se sigan sumando, que piensen que la familia es raíz, origen, la fuente de todo. Que sigan tomando conciencia de que más allá de las diferencias, estamos unidos en el amor por la tierra que nos vio nacer. De esta manera demostramos amor por nuestras esencias, por el amiguito con quien jugábamos cuando niños, por la abuelita que nos dio un plato de sopa, por los recuerdos. La nación trasciende problemas, diferencias ideológicas, la nación es para siempre. Hay que buscar la forma de que no vivamos bajo esas condiciones de permanente bloqueo. En los últimos años, en Cuba se han dado pasos para fortalecer los lazos con la emigración y espero que sean los primeros de muchos que están por venir”.
Con una fe inmensa, ellos tienen una petición al Presidente Biden para que al tomar la presidencia, reabriera la Embajada en La Habana, restaurara el programa de reunificación familiar, permitiera los vuelos a las provincias y el envío ilimitado de remesas a nuestros parientes, sobre todo en tiempos de pandemia; para que los norteamericanos puedan viajar a Cuba sin restricciones, para que construya puentes de amor y establezca relaciones culturales, científicas, para que los dos estados trabajen juntos por un mundo mejor.
“Muchos cubanos en la Isla y el mundo ya la han firmado, ha sido a voz populi, explicándole a la gente de qué se trata, porque no tenemos recursos para promocionar nuestra plataforma, entonces sería grandioso y bonito que la gente se sume.
“Entonces, qué puede hacer usted, hermana y hermano, visite el sitio www.puentesdeamor.com y firme nuestra petición. Solo debe poner nombre, apellido y correo electrónico. Contamos ya con más de 20 000 pero ojalá sean 100 000”.
Carlos Lazo está convencido de que Joe Biden puede tomar muchas de esas decisiones. “Aquí hay un dicho de que las campañas electorales se hacen en poesía, pero se gobierna en prosa. El Presidente prometió que levantaría las crueles restricciones contra la familia cubana. Sabemos que Estados Unidos está atravesando una profunda crisis por la COVID-19, que ha muerto medio millón de personas, problemas económicos, y que su prioridad radica en resolver esos problemas, pero al mismo tiempo creo que parte de esa prioridad pudiera ser este asunto que nos agobia tanto. Esperamos que en los primeros 100 días tome medidas, estamos esperanzados de que al menos se levanten las sanciones. Ojalá que no se olvide, pero si lo hace allí vamos a estar para recordárselo, porque nosotros no olvidamos. Ojalá sea mañana, pero si tomara más tiempo, regresaríamos en dos, tres vidas, a luchar contra esas restricciones”.
Este cubano de verdad se aferra a su bandera, y sueña. “Veo un futuro en el que para un cubano no sea difícil que le otorguen una visa por cinco años para venir a ver a sus seres queridos, como cuando la administración Obama. Que los empresarios y campesinos puedan comprar en Estados Unidos equipos para su trabajo, y vender lo que producen aquí, en un mercado tan cercano. Ese tiene que ser el futuro.
“Yo sueño una relación cordial, de respeto entre ambas partes, en la que en el plano personal y profesional yo pueda llevar a jóvenes norteamericanos a las casas cubanas, como hemos hecho, para que conozcan el campo, los campesinos, los artistas, los músicos.
“A mí me da mucho placer y satisfacción ver a alumnos míos que han ido a Cuba varias veces, tocar la puerta de un vecino y decir: ‘Blanquita…’, entrar por ahí pa’llá y que lo reciban con un abrazo. También sueño, por qué no, que jóvenes y niños cubanos puedan visitar mi escuela aquí, estar con los muchachos que ellos conocieron allá, compartir con la familia de los míos. Quiero una relación en la que existan puentes de amor y que estos circulen en las dos vías. Ese es el futuro que veo, deseo y el que estoy seguro que, más temprano que tarde, vamos a lograr”.