Foto: Tomada del perfil de Facebook Foto: Tomada del perfil de Facebook CAMAGÜEY.- Uno de los grandes orgullos de Alfredo Soler del Sol es haber nacido en un pueblo como Esmeralda. Pero entre las amplias razones que lo convierten en un hombre feliz, se encuentra su profesión: la de jurista. Cuando habla de su oficio parece que lo hiciera de un ser querido, de una eterna consagración, de un amor sublime.

Entre las memorias históricas que le fascinan de su pueblo natal se refiere a sucesos de nuestra independencia como el desembarco del Galvanic y a la trascendental instauración del puerto de La Guanaja, el principal de la villa de Puerto Príncipe durante el período colonial antes del establecimiento del de Nuevitas. “Desde niño tuve una formación cristiana católica y comunista. Crecí sabiendo que mi familia paterna tenía descendencia de Francisco Vicente Aguilera y viendo la foto de 1898, que Mercedes Aguilera Duque de Estrada dedicara a la hermana mayor de mi abuelo siendo una niña”, dice con pasión.

De sus días de escolar, Alfredito, como lo llaman sus más allegados, no olvida su entrega total al estudio. “Siempre me seleccionaban como el alumno más destacado del aula. Y jamás dejé de obtener premios y reconocimientos en los fórums de ciencia y técnica, concursos provinciales de matemática, física y química en las competencias deportivas o en los concursos Leer a Martí. La lectura fue y es todavía una de sus pasiones, un hábito que le dio las herramientas para escribir cuentos y poesía. “Del dinero de mi merienda, hacía ahorros para comprar libros que todavía conservo.

“En doce grado, mientras estudiaba en el IPVCE Máximo Gómez Báez, tres meses antes de las pruebas de ingreso, definitivamente, por embullo de mis amigos, dejé de pensar en la medicina y opté por la abogacía. Lo primero que leí, en las vacaciones antes de comenzar la universidad, fue Breve historia del Derecho Internacional, de Miguel Ángel D’Estéfano Pisani, uno de los más grandes juristas cubanos, primer Premio Nacional de Derecho”.

Alfredo resultó en la Universidad de Camagüey, Ignacio Agramonte Loynaz el egresado más sobresaliente de la de la Graduación 51 Aniversario del Triunfo de la Revolución de la Facultad. “Fui alumno ayudante de varias asignaturas: Teoría del Estado y del Derecho, Derecho Penal Especial, Derecho Agrario, Derecho Económico y Derecho Internacional Privado. Tengo muchos recuerdos de mi estancia en las aulas como estudiante. Pienso en mi profesora Chelín, quien siempre me apoyó y me enseñó, y en otros que ya no están, como Vivian, Julián, María Esther, también amigos”.

La vida laboral de Alfredito inició en el Bufete Colectivo No.2, de esta ciudad. Y según expresa, lo acogieron como un familiar. “Durante mi primer año, mientras era adiestrado todavía, fui uno de los mayores contratadores de la unidad y me nombraron trabajador vanguardia de esa etapa; los restantes dos sería destacado y, una vez más, repetiría la condición de mi inicio como abogado”. Luego, extendió su oficio a la Universidad de esta provincia, Ignacio Agramonte Loynaz, en la que asegura, ha educado a sus muchachos, hasta los fines de semana y, prácticamente, sin disfrutar de vacaciones.

“En Bufetes Colectivos atendí todo tipo de casos. Me sentía a plenitud cada vez que llevaba los penales y laborales. Todavía recuerdo la satisfacción de que mi primera casación penal la declararan con lugar por el Tribunal Supremo Popular, así como la primera revisión. Tengo un recuerdo vívido de todas aquellas personas que ayudé a recuperar sus puestos de trabajo. Jamás irrespeté a un juez, a un fiscal, a otro compañero, ni a ningún cliente.

Anécdotas tengo miles; estoy escribiendo sobre ello. Tuve ante mí para representar a profesionales de prestigio y a personas muy sencillas. De todos me quedó algo. Ahora, si tuviera que escoger, me inclino por los más humildes, por los que no tienen apego por las cosas materiales, ni ansias de grandeza. Son esas con las que más cómodamente se trabaja y las más agradecidas”.

Foto: Leandro Pérez Pérez/Adelante/ ArchivoFoto: Leandro Pérez Pérez/Adelante/ Archivo

El magisterio, para Soler del Sol, constituye un acto sagrado, primordial en la formación profesional: “En todo momento he pensado, que como maestro puedo hacer más que como abogado, porque, mientras que en mi oficio solo puedo defender y representar a las personas, como maestro puedo enseñar a muchos otros a que lo hagan. Puedo no solo enseñar todo lo que sé, sino educar en valores, para formar verdaderos juristas comprometidos con nuestros principios y la sociedad. Todo comienza por el ejemplo que trato de dar a mis estudiantes, a quienes les demuestro cuanto me importan y que soy un hombre de palabra”.

La Sociedad Cubana de Derecho Económico y Financiero Recientemente, recientemente le otorgó a Alfredo una Mención por la investigación científica en el evento Premio Ignacio Agramonte. “Se trata del más grande lauro entregado por la Unión Nacional de Juristas de Cuba y me sentí muy complacido de haber alcanzado esa distinción.

“Hoy, gracias a lo que produjeron en mí, me siento un profesional realizado y un hombre feliz. Poner en práctica mis saberes me ha acarreado problemas, pero también, me ha proporcionado el respeto de quienes me conocen y el saberme digno de mí mismo. Eso es lo que trato de enseñarles a mis alumnos”, dice Alfredito, y en sus palabras se avisora una tranquilidad absoluta consigo mismo. Es un jurista a tiempo completo.