Conozco Tenerife. Estuve en el remoto y hermoso Taganana, donde compartí un instante con un guajiro llamado Domingo. También llegué a lo alto del Teide, con la respiración entrecortada pero el alma llena. Y cuando regrese —porque sé que regresaré—, tendré dos propósitos firmes: darle un abrazo a Manuel Darias y saludar personalmente a Mafalda en El Sauzal.