Si te pasa por delante como una tromba, sin percatarse de tu presencia, te enojas. Si irrumpe en la conversación y, sin más, corta el diálogo con una pregunta, le pones mala cara. Si prefiere sostener la pata del perro del vecino, antes que extenderte una mano, también frunces el ceño. Y al desterrar el saludo quedas con los bolsillos vacíos, sin monedas de cambio para comunicarte...