Que Carmela, el personaje del filme, y habanera maestra de carne y hueso, sea regla y no excepción es la pretensión de los que tenemos a nuestros niños, sobrinos, parientes o amigos en edad escolar. Es también el objetivo del claustro de profesores de la escuela pedagógica Nicolás Guillén Batista, de Camagüey, quienes en julio próximo realizarán su primera graduación después de la re-apertura de estos centros en el año 2010. Instituciones que en el país, durante 15 largos años, detuvieron su imprescindible contribución al sector.

Casi 500 jóvenes maestros de las especialidades de educación primaria, preescolar, especial e inglés en el nivel medio, se insertarán a partir de septiembre en la red de instituciones educacionales de toda la provincia. Una de ellos es Amarili Brizuela Verdecia, una muchacha que no llega aún a la primera veintena de su vida, pero que ya decidió que quiere para su futuro.

¿Coyuntura o vocación?

Así le pregunté a Amarili, porque no son pocos los que llegan a la enseñanza pedagógica como una opción para salir de paso o no quedarse sin carrera ante el reclamo de los padres.

"De verdad que siempre quise esta carrera. Mi mamá es maestra y gracias a ella me interesé por esta profesión. Me da mucho gusto enseñar a los niños a leer y a escribir, sabiendo que en mis manos está su futuro y que conmigo aprenderán esas cosas que no pueden olvidar".

"Al entrar a la escuela pedagógica se afianzaron mis intereses profesionales. Los 4 años que pasé allí fueron muy buenos. Tuve excelentes profesores, di asignaturas como pedagogía y psicología que me ayudaron a comunicarme mejor con mis alumnos, a entender y atender mejor sus diferencias individuales, para poder trabajar con sus problemas y explotar sus potencialidades".

Ella nos cuenta que encontró total apoyo y comprensión en casa y opina que así es como debe ser siempre: "Los padres deben dejar que sus hijos seleccionen lo que quieren atendiendo a su vocación. Yo siento que mi carrera es una de las más importantes del mundo, porque sin maestros no habrá ingenieros, arquitectos, ni médicos...

"El reto es la superación constante. Mientras más preparada una está, hay que seguir estudiando porque yo tengo que saber para poder responder todas las preguntas de mis alumnos".

Aunque hasta septiembre Amarili no estará fija en un aula, desde segundo año estuvo en contacto directo con los pequeños.

"Recuerdo muy bien el día que me enfrenté por primera vez a un aula y me dijeron maestra. Me puse muy nerviosa porque tenía miedo de decirles algo inapropiado o que no me entendieran. Fue algo muy grande y me sentí muy orgullosa".

Tampoco olvido una experiencia que tuve en la escuela Oscar Primelles, donde hice las prácticas concentradas. Allí tuve un alumno que todos los días llegaba al aula llorando y no quería hablar con nadie. Poco a poco me gané su confianza y así supe que sus padres discutían todas las noches y el no dormía. Tampoco llevaba merienda al aula y yo compartía con él la mía. Hasta recogí ropitas en el barrio para llevárselas. Él, dondequiera que me ve, me saluda y me dice maestra".

"El magisterio es algo muy bonito. Todos los días llego a la casa con algo nuevo para contar". Es lo último que me dice esta casi graduada maestra antes de subir al segundo piso de la escuela primaria Enrique José Varona, del reparto Julio Antonio Mella, conocida popularmente como La Anexa, para presentarme a sus niños, a unos 20 alumnos de 4to. grado con los que trabaja desde hace cuatro meses junto a su tutora Blanca Montero Monasterio.

Los niños no mienten

Conversamos ellos y yo solos en el aula, para que la presencia de sus "profes" no condicionaran las respuestas. Me contaron que su maestra Amarili va a hacer su ejercicio de culminación de estudios (una clase) en ese grupo y que se portarán bien porque ella es muy buena, los enseña mucho y juega con ellos cuando se lo ganan. Dicen que de todos prefieren los juegos tradicionales y las adivinanzas.

Varios me dicen que también quieren ser educadores. Daniela creo, porque con dos decenas de niños hablando y yo tratando de anotar y atenderlos a la vez trastoqué respuestas y orden, me comenta que quiere ser maestra para que los niños la recuerden, como ella recordará a los suyos.

¿Cómo no les gustaría que fueran nunca sus maestros?, les pregunté. Manos arriba, Alicia, Melissa, Dayaris, Abel, Amelia, Anabel, Leonardo, Rocío, Annelis, Damilsis, Yenifer, me sorprendieron con respuestas semejantes: "Que falten al aula, no vengan preparados, lleguen tarde, nos hagan pasar penas, no sepan enseñar, aburridos y mal educados".

Amarili no es así, por eso se ganó que la quieran y respeten, además de la positiva opinión de su tutora Blanca: "Ella estudió los 6 años de la primaria aquí y siempre quiso ser maestra. Le gusta lo que hace y le pone amor. La han visitado incluso de la Universidad de Ciencias Pedagógicas y ha salido muy bien. No ha tenido ni una ausencia en este tiempo. Estoy segura que se graduará con altura sin dudas. Queremos que se quede aquí, es pre-reserva especial pedagógica".

Tras graduarse, esta muchacha y sus compañeros de año tendrán la posibilidad de incorporarse al estudio de la Licenciatura en Educación, para lo cual deberán pasar un curso de nivelación antes de presentarse, en mayo del 2015, a las pruebas de ingreso a la Universidad de Ciencias Pedagógicas José Martí.

De Amarili solo sé lo que me contó en la entrevista, pero confío en que los niños no mienten y que el reconocimiento manifiesto de su tutora junto al cariño de sus alumnos, son avales suficientes para pensar que ella anda con pie derecho y corazón en el camino del magisterio.

Sé además que todos, los 496 que egresarán el 10 de julio, no traen la vocación ni en la cuna, ni en la sangre. Tal vez llegaron allí por los vericuetos de esta vida y se enamorarán de la carrera en el futuro o simplemente tendrán un título para guardar en casa. Excelentes no son todos, pero como sí los hay, entonces creo que valió la pena, porque Cuba necesita buenos maestros para hoy y para las películas del mañana.

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