CAMAGÜEY.- Más de 7 000 trabajadores del sector educacional en la provincia laboran fuera de casa, a pesar del cierre de las escuelas. Aunque hoy no cumplan la misma función que dentro de las aulas, no cambia ese principio que los caracteriza de darse a otros.

Repartidos en las cuatro instituciones educacionales que funcionan como centros de aislamiento, cerca de 150 velan por la salud de los sospechosos del nuevo coronavirus. En la escuela pedagógica Nicolás Guillén, por ejemplo, se ocupan de los aseguramientos logísticos, de la limpieza de las áreas exteriores y de la alimentación.

Así lo confirma el cocinero Rogelio Izada Polanco, quien por más de 20 años ha sazonado las jornadas docentes. Levantarse antes de las 5:00 a.m., llegar a la cocina y preparar desayunos, almuerzos y comidas hasta las 10:00 p.m., dice, no es problema.

“Nadie puede quejarse de ser útil. Mi sacrificio sirve para el bienestar de muchos. Desde el 3 de abril dejé de ser un trabajador de Educación para convertirme, como digo yo, en un trabajador de Salud. Si los doctores se encargan de la parte más peligrosa, yo cuido la alimentación, también muy
importante. Sí, estar en un lugar de aislamiento significa cierto riesgo, pero hay que estar donde haga falta”.

A Rogelio lo acompañan a diario, entre almaceneros, turbineros, auxiliares y administradores, más de 50 empleados del sector. Todos, explica Clay Pérez Jiménez, subdirector provincial de Educación, recibieron capacitación y los medios necesarios para su cuidado.

Y aunque por decisión nacional la mayoría de los maestros permanece en sus hogares autopreparándose, su sentido de pertenencia no deja que descuiden lo que consideran suyo. A diario, en turnos de seis horas, custodian las áreas no comprometidas con el SARS CoV 2.

“Los del sector, explica Elier Rodríguez Pérez, director del centro de aislamiento, están presentes en zonas vitales aquí dentro. Quizás algunos no noten su presencia porque no se mueven por las áreas más vulnerables; sin embargo, el funcionamiento del lugar depende en gran medida de sus esfuerzos, muchas veces anónimos”.

De hogares y círculos infantiles

Los 93 responsables de los cuatro hogares de niños sin amparo familiar en el territorio y el personal encargado de los 24 círculos infantiles que permanecen abiertos también viven fechas distintas. Mas Vivian López Chávez, la directora del “Hogar” ubicado en La Zambrana, no ha dejado de
mostrar paciencia y amor. A esta “mamá” le ha tocado, quizá como a ninguna otra, inventar juegos, complacer deseos y hasta servir de árbitro alguna que otra vez.

“Nuestros niños transitan la adolescencia y a veces nos cuesta mantenerlos enfocados mucho tiempo en una misma tarea. Por suerte tengo un equipo muy bueno a mi lado. Las asistentes educativas, la enfermera, los cocineros… dejan en casa a sus familias de sangre y vienen aquí para proteger a sus otros ‘hijos’, que lo saben y lo agradecen”, comentó.

Contó, además, que encontrar a la asistente Dunia debajo de una mata de mangos enseñando o jugando con los muchachos no es cosa de coronavirus, pero ahora tiene compañía. Tras cerrar las puertas de sus aulas, las maestras Carmen y Martha, de la escuela especial Nguyen Van Troi, se les sumaron a los de la casa La Zambrana. Otras han tenido que mudarse hacia puestos diferentes: “Cualquier lugar sirve para compartir amor”, sentencia por ellas la madre-pedagoga.

Y de compartir amor saben también las seños del círculo infantil Constructor Amigo, en el reparto Julio Antonio Mella. Les tocó recibir a los pequeños de “Sol Luminoso” y “Manuel Zabalo” al tomarse la decisión de unificar instituciones.

“Ahora solo tenemos a la pequeña Helen, de dos añitos. A su disposición está el círculo y nuestros desvelos. Nada paga la satisfacción que damos a una madre de saber a su niña bien cuidada cuando por su carga laboral no pueden quedarse juntas en casa. No importa que sea una, dos o los 180 que normalmente conviven en este lugar. Mientras nos necesiten, aquí nos hallarán”, asegura la educadora Yuleisy Lago Villa.

Lejos de la tiza y el borrador, lejos de la mayoría de sus alumnos, los maestros siguen entregándose. En sus casas modifican espacios para el autoestudio y para ver las teleclases. En las escuelas hacen guardias para cuidar los recursos. Como ya es costumbre, otra vez los maestros responden, otra vez con ellos se puede contar.