Rita es una persona que medita lo que dice. Foto: Del Autor Rita es una persona que medita lo que dice. Foto: Del Autor CAMAGÜEY.- “Tía niña” no tuvo hijos, pero los sobrinos, sobrinos-nietos y sobrinos bisnietos la adoran como una madre. La mayor felicidad de Rita Arminda Castillo Andrade, que fue como la inscribieron hace 102 años, era haber constituido una familia con su esposo, pero la edad tardía de casamiento se lo impidió.

Camagüeyana reyoya, Tía Niña lleva viviendo más de veinte años en Marianao, en la capital del país, mas no olvida la ciudad de Camagüey, donde nació el 22 de mayo de 1915 y a donde regresa de vez en vez.

Dice que después de grande la bautizaron, aunque no recuerda si fue en la Iglesia La Catedral o en la de Cristo, sí que aprendió a leer y a escribir, y a comportarse bien con su papá, mamá, el resto de la familia y vecinos, gracias a la formación dada por las monjas de la Congregación de Las Ursulinas, que luego puso en práctica. “Yo crié a mis sobrinos con mucho respeto, amor al prójimo y a llevarse bien con todas las personas”.

Cuando le pregunto qué significación tiene llegar a los 102 años, sorprende: “la oportunidad de ayudar a los demás”.

—¿Qué ha hecho para llegar a los 102 años?

—Comer mucho, cuando he podido, respetar y hacer perdurables las amistades.

—¿Duerme bien?

—Encantada de la vida y sin tomar pastillas.

Es jaranera. Al preguntarle si le dan dolores, cuenta que sí, para “fastidiar a los que tengo a mi alrededor y que me den todo lo que quiera”.

Luly, una de sus sobrinas, según ella la más apegada porque es muy cariñosa y respetuosa, la provoca diciéndole que si va a llegar a los 120.

“Yo tengo que pedirle a Dios y al padre de la misericordia tener salud, paz, que nadie me mire mal y yo poder ayudar al que no tenga nada”.

Muy jovencita fue maestra en Vertientes,daba clases de Matemática y de Historia, “pero no como ahora, las lecciones era muy sencillas y viajaba a diario. En mi juventud iba a la Sociedad Maceo y a la Victoria, y a otros lugares con mi hermana, mi mamá y el permiso de papá. Si era otra persona tenía que ser mayor y de extrema confianza. No éramos tomadoras de cerveza. Mi mamá decía: no desprecies al joven, prueba la bebida y dale las gracias. Bailaba, cómo no, sobre todo me gustaba el danzón,  que era muy elegante".

No hay duda de la edad que tieneNo hay duda de la edad que tieneDel ser humano admira la bondad y no ser egoísta. Rita, quien vivió la mayor parte de su vida en la calle Hermanos Agüero No. 25, y en Desengaño, recuerda la discriminación de que eran objeto los negros y la posibilidad ofrecida por la Revolución de tener lo que antes no podían alcanzar.

“Para conseguir trabajo no era fácil. Cuando llegó Fidel todo cambió. Igualdad para todos. Ayudó a los cubanos y al mundo. Las personas de afuera también tienen que agradecerle mucho”.

En gesto de despedida me estrechó la mano, marcada por los años, a diferencia de su sotro, donde casi no se dibujan arrugas, y con el apoyo de Luly fue hasta la puerta, donde posó para otra fotografía.