CAMAGÜEY.- Lourdes habla con franqueza. Suelta cada palabra con serenidad y con el “nosotros” que lleva como esencia de quien es, de lo que representa. “Soy la coordinadora de la red transmasculina en Camagüey, es de nueva creación y nos alegra que cada día vaya creciendo como muestra del apoyo y del acompañamiento que representa. Es bueno que cada vez más personas reconozcan a los demás tal como son, y que la sociedad entienda que si una mujer se considera hombre pues debe respetarla”.
Cuenta con placer sobre sus años de profesora de Educación Física. “Impartí clases en la Mártires de Camagüey y en el politécnico de la Salud, mis compañeros de trabajo siempre fueron muy buenos, me sentí a gusto en ese entorno. Con los alumnos también, hubo momentos en que casi teníamos la misma edad, y de alguna manera era un ejemplo para ellos de que se podía ser quien tú quisieras y ser útil y relacionarte con los demás desde la aceptación de las diferencias”.
Lourdes Carmenate Rey es una mujer de 62 años, jubilada, que es amada y madre. La mirada desborda su felicidad. “Mi niño es mi orgullo. Lo que más queremos Yasmín y yo es que sea alguien en la vida, que sea la prueba de que dos mujeres pueden criar a una ser de bien”.
“Tenemos las mejores relaciones con su papá, asegura Yasmín Duvergel Salazar la mujer que trajo al mundo a Jean Pedro Ojilbe Duvergel, comprende nuestra relación y no ven ningún problema en eso.
“Además, Lourdes es un apoyo importantísimo en mi vida. Soy agente de seguridad en Sepsa y mi hijo se pasa casi más tiempo con ella que conmigo. Lo atiende, lo ayuda con las tareas, corre para la escuela si es necesario. Ella está siempre para nosotros”.
Con esta declaración a nosotros se nos asoma la sonrisa. Unos minutos antes, Lourdes había confesado que su “pareja y el niño me ayudan muchísimo, soy la mayor y necesito más de ellos. La verdad es que nunca pensé que tendríamos esto, hace años era algo impensable”. La familia tiene esa magia de soporte y unidad, de cofradía, de sostén.
Llegar a este punto no fue un camino de rosas. No para una mujer como Lourdes “hemos pasado por mucho, pero aquí estamos, ha sido fuerte lo vivido y nos ha quitado el miedo a lo que pueda venir. Aunque ya todo es felicidad.
La vida que puedo tener ahora, el acompañamiento de la sociedad, el reconocimiento de mis individualidades era un sueño. Quién me iba a decir que tendría mi familia y un niño que se enorgullece de decir que tiene dos madres.
Ellos lo son todo para mí, no es de palabra, están en esta dirección, en mi testamento, en mi libreta…” y lo dice así, con la certeza de quien necesita aferrarse a cosas “legales” para probar su convicción.
“Antes fue muy duro. El tabú hace un daño indiscutible. Ahora soy libre. De mi familia nunca tuve un desplante, han estado para mí en todo momento; pero la sociedad no. En casa me dijeron siempre que el precio que yo pagué por esos desplantes fue el de volverme retraída, casi no relacionarme, no salir del hogar.
“Lo que siempre he buscado es que me entiendan como soy. Aquí, en mi edificio, estoy presta para auxiliar a todo el mundo, soy la encargada de los asuntos administrativos, pongo la turbina…. Pero mire, qué se lo diga una vecina”.
Así nos trae a María del Carmen García Gómez, quien vive al cruzar la calle desde 1994, como si hicieran falta pruebas de lo que se ve. “Son una maravilla, ellas y el pequeño, se llevan bien con todos, son serviciales y muy buenas personas. Por eso me encanta el proyecto de Código de las Familias, como decidieron vivir sus vidas hay que respetárselo, y tienen que tener sus derechos, eso es muy importante”.
“Sobre todo, señala Lourdes, es una seguridad para los jóvenes, para que no pasen lo que nosotras, que tengan una representación legal ante cualquier problema como individuos y como núcleo familiar”.
Jean va de un lugar a otro de la casa mientras conversamos. Pregunta a sus mamis si también le preguntarán algo y nos mira con la picardía de sus 13 años. Lo provoco.
—¿Quién te guarda el último pedacito de dulce?
Todos reímos. Como quien se sabe en aprieto las mira a ambas y enseña en una risa todos los dientes mientras confiesa: tareas de la escuela y comparto las de la casa, me toca regar las matas, buscar “En la escuela, centro mixto Inés Luaces, saben que tengo dos madres, así las presento. A veces alguien no entiende, pero yo les explico que eso es normal”.
Verdad de Perogrullo. El amor no es cosa de esquemas. Jean lo sabe.
La familia tampoco se hace con un molde, solo necesita amor para crecer, y eso sobra en este hogar.