CAMAGÜEY.- Una semana del despeje de dudas y rumores. Una semana de la explicación, con claridad y en voz de máximas autoridades del país, de causas y pasos del ordenamiento monetario, indispensable dentro de la Estrategia Económica y Social de Cuba. Una semana y el tema sigue en el debate público.
Tres días de tiempo televisivo, de explicaciones y respuestas, de diálogo en bodegas y en Internet nos reafirmaron ciertas certezas; la primera: la nuestra sigue siendo una causa con los humildes y para el bien de todos.
Solo un Estado socialista como este se desvela previendo hasta la más mínima consecuencia de un proceso que en otras latitudes transcurre en calculadoras y bolsas de valores. Son decisiones económicas, sí, pero que aquí nacen con el matiz social inherente al sistema distinto que nos empeñamos en construir.
De ahí la transparencia en la alerta de que a partir del denominado día cero no concluirán las acciones ni las dificultades. Comenzará entonces el trayecto más difícil, tal como nos advertía Fidel al triunfo de la Revolución.
Como ya han explicado las máximas autoridades todo no se resolverá de la noche al día solo porque contemos con una sola moneda y un único tipo de cambio, nuevos precios, ingresos que intentan redistribuirse mejor, menos subsidios. Mucho habrá que trabajar y otro tanto que corregir para que las fuerzas productivas se movilicen en verdad, no solo en números de incorporados o letras de normativas, sino también en el fortalecimiento de aquellas actividades que más aporten a la economía, generen exportaciones o garanticen el consumo nacional.
Sí, no habrá aún la equidad que soñamos; el salario crecerá en billetes pero no en capacidad de compra (al menos no en los momentos iniciales); deberemos zafarnos del paternalismo que en busca del igualitarismo nos ahonda desigualdades, para comenzar a proteger personas y familias concretas y atender a cada quien según su necesidad; habremos de exigir porque obre bien cada ser humano involucrado en interpretar y concretar cada medida. Son verdades que no nos tomarán por sorpresa.
El éxito dependerá, como muchas tareas en este país, de la voluntad y del esfuerzo colectivo, para que, por ejemplo, quienes no tienen empleo pero sí “trabajan” burlando a las autoridades y explotando a los demás se vean impelidos a laborar y no encuentren en las brechas de control interno y la vista gorda de ciertos inspectores, las “materias primas” de sus modus vivendi.
Porque no podemos llamarnos a engaño, no solo los precios sin subsidios les “apretarán el zapato” a esos que hoy no aportan y reciben los mismos beneficios que el más productivo de los obreros. La salud, la educación, la tranquilidad se mantendrán gratuitas e iguales para ellos y sus familiares, por lo que la fuerza moral de una sociedad que les exija será determinante para el cumplimiento de uno de los mayores anhelos populares de los últimos tiempos: que todo el que esté en capacidad de trabajar se vea obligado a hacerlo.
No por gusto hablaron de ordenamiento monetario después de la Estrategia Económica y Social. Sin los cuatro procesos que al unísono transcurrirán ahora no podríamos planear una garantía de alimentos con menos importaciones, ni mayor autonomía de la empresa socialista y participación de los actores no estatales, ni incentivos a la producción.
En 2011, la mayoría de los cubanos nos sentamos a la mesa familiar nacional y proyectamos el futuro plasmado en los Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución. De entonces a acá no faltaron vallas externas (sobre todo, medidas que bloquean nuestras finanzas y comercio) e internas (fenómenos naturales y chapucerías humanas) que sortear, las cuales aplazaron varios de aquellos propósitos. Casi diez años después seguimos saltando algunas, incluso, más complejas, pero las decisiones no pueden esperar, por difíciles que sean. Casi diez años después, henos aquí, proyectando, esta vez el hoy duro y polémico que nos lleve a mañanas mejores.
Luego de su triunfo el 1ro. de Enero de 1959, la mayor gesta emancipadora de Latinoamérica, en voz de Fidel, instó a leer y no a creer, y los cubanos confiaron y aportaron. Luego, personificada en el genio del Comandante en Jefe para adelantar la historia, la Revolución aseguró que no caería tras el desmoronamiento del socialismo en Europa, y los cubanos confiaron y resistieron. Ahora, ese mismo ideal nos convoca a seguir peleando soberanamente y unidos por el país que queremos, y los cubanos confiamos y robusteceremos su economía con las manos de todos.
Son certezas que no necesitan ordenarse. Están ahí, plantadas en el alma de la nación por los iniciadores de nuestra libertad y sus continuadores: aportes colectivos, unidad en la resistencia y confianza.