CAMAGÜEY.- “En verdad ha sido duro y desafiante el año 61 de la Revolución, aunque nunca tanto como aquellos que se sucedieron después del triunfo de enero cuando el asedio se acompañó de arteros ataques (...). Aquellos desafíos fueron vencidos y superados uno por uno, legándonos sus protagonistas una historia que nos enorgullece profundamente y la más formidable escuela revolucionaria: por el pueblo, junto al pueblo y para el pueblo: ¡todo es posible!”.

Cuando el 21 de diciembre del 2019 escuchamos esta certeza del presidente de la República Miguel Díaz-Canel Bermúdez, en la Asamblea Nacional del Poder Popular, parecía que Fidel enardecía nuevamente la Plaza  de la Libertad aquel 4 de enero hace hoy 61 años.

“Un pueblo que sabe hablar, que sabe reunirse, que sabe reclamar, es imposible que, si lanza una ofensiva contra todo lo que ha constituido su desgracia, no logre la victoria. (…) En lo adelante el pueblo ganará todas sus batallas, porque el pueblo aprendió a ganar después de haber conquistado no solo la Revolución, sino el tenerla asegurada para sí”.

Así afirmaba entonces el Comandante como adelanto de lo por venir, como viajaba siempre al futuro para regresar a explicarlo, al decir de su amigo Abdelaziz Bouteflika.

Recién inicia el año 62 de la Revolución y seguimos venciendo y luchando. Y como bien sabemos los cubanos, ninguna de nuestras batallas es fácil.

En Camagüey el 2020 comenzó con alegrías por el aporte de más de 92 millones de litros de leche a la industria, las 1 730 toneladas de camarón de cultivo, uno de los renglones exportables de la provincia, o el cumplimiento de la construcción de viviendas a través de subsidios y adaptación de locales; y también con desafíos como alcanzar la producción de azúcar comprometida en la actual zafra y ejecutar con eficiencia inversiones en diversos programas de la agricultura para obtener más arroz, carne de cerdo, huevos y cítricos, en la ampliación y rehabilitación de redes hidráulicas y para el tratamiento de residuales, en el incremento de capacidades hoteleras y de parques fotovoltaicos, con un valor de 500 millones de pesos.

Para que ese respaldo financiero sea posible, y seguir destinando los mayores por cientos del presupuesto estatal a la salud y la educación, con altos montos también para el desarrollo cultural y deportivo, la provincia debe resolver dos grandes incumplimientos del 2019: el de los indicadores físicos de producción y el de la circulación mercantil minorista.

Para lograrlo, cada cual debe cumplir su parte: las obtenciones de las empresas, las ventas de las unidades comerciales y de servicios, los deberes tributarios de ciudadanos y entidades, la erradicación total de los impagos..., porque en ello nos va la posibilidad de crecer, desde el territorio, como país. Esos combates diarios por la economía aseguran una mortalidad infantil por debajo de la tasa de 5 que registró Cuba; una enseñanza de calidad más cercana al ideal con el crecimiento de la cobertura docente; un salario medio de 916 pesos tras el incremento en el sector presupuestado; un sistema social que se preocupa por el impacto de cada medida en la cotidianidad de cada ciudadano.

Por eso defendemos la Revolución. Como lo hicimos el 24 de febrero al ratificarnos una Constitución moderna y de futuro para la nación socialista y próspera que juntos creamos; como lo haremos con ahorro y solidaridad no coyunturales para que nos rindan más los combustibles y para seguir “invadiendo” con amor y vida pueblos hermanos; como lo han hecho muchos desde las redes sociales en estos días en que unos pocos vendepatrias han ultrajado al mayor de nuestros símbolos, al Martí de los que aman, fundan y juntan.

Por los cubanos de hoy y por los hijos de nuestros hijos tenemos que defender la Revolución, esa que “triunfa cada vez que le arrebatamos al imperio una victoria para nuestra causa”, y también cada vez que se la arrebatamos a todo aquello que nos aleje de la sociedad a la que aspiramos y en la que nos reconocemos; esa nación que resumió el Presidente el pasado diciembre:

“Queremos que la decencia, la belleza, el buen gusto y la cultura del detalle se instalen en nuestras ciudades y que las mejores prácticas productivas hagan florecer nuestros campos. Queremos que el trabajo honrado y la eficiencia les ganen la guerra a las ilegalidades, al burocratismo, al acomodamiento, a la inercia y a la apatía.

“Los cubanos somos vencedores del imposible. Y es un buen momento para proponernos otro año de excepcionalidad positiva”.

Más de sesenta años de excepcionalidad positiva, de imposibles realizados, de pueblo que conquista, nos hemos dado desde aquel enero, en cuyo cuarto día Fidel presagiaba desde Camagüey:

“La libertad no es todo. La libertad es la primera parte, la libertad para empezar a tener el derecho de luchar. (…) Yo estoy seguro de que los cubanos no se conforman simplemente con ser libres en su Patria. Yo estoy seguro de que los cubanos quieren además disfrutar de su Patria. (…) Patria no solo quiere decir un lugar donde uno pueda gritar, hablar y caminar sin que lo maten; Patria es un lugar donde se puede vivir, Patria es un lugar donde se puede trabajar y ganar el sustento honradamente”.