Los pueblos no se movilizan contra su cultura sino a partir de su cultura, o de la crítica de su cultura, con miras a una actualización que dé respuestas precisas a las nuevas situaciones sociales.
Adolfo Colombres
CAMAGÜEY.- No puedo callar mi angustia por el mundo que se nos impone. No puedo negar mi obsesión de perseguir lo que pueda ayudarme a comprender e interpretar la realidad, pues como se ha insistido, interpretar la realidad es casi llegar a transformarla.
Cada vez somos más cómplices del desarraigo afectivo. Buscamos por la web el contacto humano, con la torpeza de intentar suplir la carencia del encuentro personal. Se nos quiere convencer de que la lógica de nuestro tiempo entraña el vértigo de sucumbir en las autopistas de la información. Se nos hace creer que valemos por la hiperconectividad, aunque limite los lazos familiares y fragmente los espacios de relación cotidiana.
Esto que vivimos ya tiene nombre. Se llama modernidad líquida, una ocurrencia de Zygmunt Bauman para señalar la atrocidad del imperio de la seducción y de la obsolescencia. Ante semejante malestar cultural solo pregunto: ¿es posible anclar hoy nuestras certezas?
Los procesos y los significados, la manera de interpretar las situaciones culturales, la importancia de saber integrar las culturas, la reafirmación de la identidad gracias a los imaginarios populares, la degradación de la inteligencia y la capacidad imaginativa… Los últimos días del año me han provocado un torbellino de ideas y la insatisfacción profesional de no cumplir plenamente el objetivo de la sección de Cultura en Adelante digital, con más rostros de la geografía espiritual camagüeyana.
El concepto de cultura que está detrás del llamado periodismo cultural genera la problemática inicial acerca de un asunto que no solo implica a los periodistas, los públicos y los medios. Esa problemática lleva a cuestionar: ¿qué es un acontecimiento cultural? ¿De qué debería informar el periodismo cultural?
No siempre se tiene conciencia ni se comprenden los procesos comunicativos como procesos culturales. Tampoco se puede negar que los medios son productos culturales en sí mismos y que además ejercen una mediación entre los diversos sectores y modos culturales de una sociedad.
Como dijo el sociólogo francés Pierre Bourdieu la cultura, el arte y la capacidad de gozarlos no son dones o cualidades naturales, sino el resultado de un aprendizaje desigual por la división histórica entre clases, por esa ilusión secular por la que, hace demasiado tiempo ya, se ha asumido que la desigualdad no se debe a lo que se tiene, sino a lo que se es.
Hay lectores que apelan a la cultura tradicional, otros a la popular porque en esos espacios se desarrolla su identidad; otros buscan las imágenes como medio de información. Es a partir de esa compleja búsqueda de datos que el periodismo cultural se vuelve significativo.
Nuestra acción tiene un carácter eminentemente espiritual; enriquece al ser humano en la medida que este sea capaz de disfrutar y recrearse con lo que le proponemos. Por eso, hay asuntos pendientes, hacia los cuales enfocaré la mirada en el 2020, por ejemplo, la programación cultural estratégica, la promoción, la animación y la gestión cultural que da la impresión de enfocarse más a la obtención de recursos que a la formación de conciencia e identidad.
Según el antropólogo argentino Adolfo Colombres, el mensaje es cultural, desde que se liga a través de la conciencia individual del emisor, a un imaginario social y un acervo histórico que le dan sentido.
Nuestros pensadores también han desbrozado el camino, falta calibrar el peso de quienes enseñan a rasguñar la piedra como hizo Enrique José Varona, quien desde sus textos nos ilumina para no fragmentarnos en jóvenes o viejos, sino para concentrarnos en ser útiles. O a otro problematizador, Fernando Martínez Heredia con su cierre del libro El corrimiento hacia el rojo:
“(…) Tenemos una escandalosa necesidad práctica de ideas, que nos conduzcan no sólo a rechazar, sino a construir”.
¿Es posible anclar hoy nuestras certezas?, me preguntaba al inicio. Ahora respondo. Nos quedará el indicio de la duda, mientras no permitamos que nos confisquen la capacidad de sentir ni el privilegio de pensar.