CAMAGÜEY.- Desde hace poco más de cuatro meses, el uso generalizado del nasobuco ha convertido a ese objeto en una especie de nuevo miembro para las familias cubanas. De la noche a la mañana dejó de ser casi un desconocido para convertirse en estrella mundial, gracias a los méritos conseguidos en la necesaria batalla de la humanidad contra la COVID-19. Acerca de su empleo e imprescindible inclusión en nuestra cotidianidad, conversa Liliana Lourdes Gómez López, especialista del Centro de Promoción de Salud, de esta provincia.
“A partir del arribo a la fase 3, junto con otras regiones orientales y centrales del país, muchas personas creen que pueden a andar sin esa protección. En marzo de 2020 andábamos sin preocupaciones, pero lamentablemente su uso llegó para quedarse. La enfermedad a la que nos enfrentamos no sabes si la padece una persona que está a tu lado en una guagua, en un bicitaxi, en una cola o en un coche”.
Insiste Gómez López en que el descuido alcanza reuniones donde sus participantes se rehúsan a utilizar su mascarilla, y los irresponsables encuentros entre los amigos que celebran mientras beben de una misma botella de cerveza. Ella no se opone a la diversión, solo convida a tomar las medidas de protección adecuadas para evitar la transmisión del virus.
“Antes de usarlo, debemos lavarnos las manos porque supuestamente ya usted lo lavó y lo planchó. Es el arma protectora que te cuida a ti y a tu familia. Si sacas a pasear a la mascota, a limpiar el jardín, andas en una bicicleta o en una moto, no es imprescindible. Pero cuando se intercambia con otras personas, resulta fundamental”, dice Liliana. Ella comenta que la misma cotidianidad en ocasiones nos hace olvidar su empleo correcto.
Refiere que “a veces se está por muchas horas de trabajo en una oficina y entonces se supone que usted debe tener más de uno. Antes de echártelo en el bolsillo, debes tomar una bolsa de nailon, de tela, o un pañuelo y allí colocar el limpio. Según dicen los científicos, debemos utilizarlo un promedio de tres o cuatro horas, y pasado ese tiempo colocarnos uno nuevo. Además, hay que evitar por todos los medios la manipulación del nasobuco, utilizarlo como collar o situarlo por encima de la frente, modos en que les podemos trasmitir muchas bacterias”.
Junto a las buenas prácticas que debemos incorporar para la preservación de nuestra salud, la especialista aconseja el lavado de las manos frecuente, la limpieza de las superficies con las que se tiene mayor contacto y el distanciamiento social. “Aunque haya avances en la búsqueda de la vacuna curativa, no podemos confiarnos. Todo depende del individuo y de su nivel de percepción del riesgo”, agrega.
El rol de los centros laborales, apunta Liliana, es clave en el triunfo sobre la enfermedad: “Comenzamos con mucha corrección el cumplimiento de las orientaciones sanitarias y, en estos momentos, hay lugares donde no te exigen ponerte la mascarilla ni a echarte el hipoclorito en las manos. Creo que las empresas deben ubicar un cartel que conmine a emplear esas formas de protección y desinfección. No por un capricho, sino por una necesidad.
El Ministerio de Salud Pública no puede solo. Depende de la autoconciencia ciudadana. Si continúan los grandes cumpleaños, las aglomeraciones y las fiestas, la exposición al virus será mucho mayor. En las últimas fechas hemos visto cómo ha aumentado el número de jóvenes afectados a raíz de esas celebraciones. Todo puede estar legalizado, legitimado, con una indicación, pero depende de usted y de las acciones profilácticas de las diferentes instituciones que salgamos airosos de esta lucha”.
Con total convicción Gómez López afirma que el nasobuco debemos mantenerlo siempre cerca nuestro. “En estos momentos es la mejor compañía para no enfermarnos no solo de la COVID-19, sino también de las infecciones respiratorias agudas. Su uso tiene que ser habitual”.
Aunque en ocasiones lo sintamos como un cuerpo extraño que nos resta el aire y hasta incrementa nuestra temperatura corporal, su correcto empleo se traduce en una garantía de vida para la familia, la ciudad y el país.